Joseba Merino: «Dijeron ‘vais a morir’ y abrieron fuego a menos de un metro»
Al cumplirse 30 años de las muertes de Pasaia, NAIZ se cita con uno de los supervivientes de aquella acción policial, Joseba Merino, que nos ofrece su relato en el lugar exacto. Las rocas de Pasai Donibane se convierten en el escenario que nos lleva atrás en el tiempo, hasta el 22 de marzo de 1984.
Las 22.30 de la noche del 22 de marzo de 1984. Cuatro miembros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas (CAA) fallecen en una emboscada de la Policía española en la bahía de Pasaia. José María Izura ‘Pelu’ y Pedro María Isart ‘Pelitxo’ mueren durante la operación policial. Rafael Delas ‘Txapas’ y Dionisio Aizpuru ‘Kurro’, caen tiroteados pocos minutos más tarde. Joseba Merino, único superviviente –junto con Rosa Jimeno–, rememora lo sucedido cuando se cumplen treinta años de aquellos hechos.
Accede a citarse con nosotros en Pasai Donibane, en el lugar exacto donde cayeron muertos sus cuatro compañeros. Observa las rocas sobre las que aún siguen dibujadas las siluetas que recuerdan a las cuatro víctimas mortales. Comienza su relato como si hubiese ocurrido ayer.
‘Pelu’, ‘Pelitxo’, ‘Txapas’, ‘Kurro’ y el propio Merino, junto con su perra Beltza, salieron del puerto de Ziburu en una zodiac rumbo a Pasaia. Permanecían en Ipar Euskal Herria, en un ambiente muy marcado por la guerra sucia y la actividad de los grupos parapoliciales. «Hacía mala mar, había niebla, y a la altura de Hondarribia estuvimos a punto de darnos contra las rocas. Decidimos que si en diez minutos no veíamos el faro, nos daríamos la vuelta. Entonces vimos luces de dos mercantes que estaban atracados fuera de Pasaia. Justo a la entrada de la bocana nos quedamos sin combustible, rellenamos la zodiac, y cuando entramos vimos a Rosa con una linterna que nos hizo unas señales que nos indicaban que todo estaba bien».
En Pasaia les esperaba Rosa Jimeno, compañera que días antes fue secuestrada por la Policía española y obligada bajo torturas y amenazas a establecer una cita con ellos. Fue el cebo de la emboscada. Ellos jamás sospecharon de nada.
«Llegamos con la embarcación; la llevaba yo. Vimos las señales de la linterna y pusimos aquí la proa (junto a las rocas). No veíamos nada. Le eché un cabo a Rosa para que sujetara la embarcación».
«Primero desembarcaron ‘Kurro’ y ‘Pelitxo’. Yo le pasé después una bolsa con material a ‘Pelitxo’ y le dije a ‘Kurro’ que cogiera a Beltza. Cuando me encontraba agachado cogiendo a la perra y la segunda vez que le dije a ‘Kurro’ que la cogiera, se escuchó un ‘¡Alto! ¡Policía!’ y un disparo suelto. Y de seguido, cientos de disparos».
Merino, apostado en la placa que recuerda a los cuatro fallecidos.
«Nos pilló totalmente de sorpresa», relata Merino. Rosa tenía los pies atados con una cuerda, y cuando comenzó la ráfaga, tiraron de la misma, por lo que cayó al suelo y no resultó herida. ‘Pelu’ y ‘Pelitxo’ murieron a consecuencia de esos disparos, mientras el resto de compañeros intentó sobrevivir.
«Yo me encontraba agachado cogiendo a la perra y actué por instinto. Solté a la perra y me eché por la borda al agua. Di unas brazadas por debajo del agua; notaba cómo pasaban las balas muy cerca de mí, incluso una me rozó la nariz», rememora.
«No tardaron más de minuto y medio en encontrarme», dice Merino. «Me obligaron a subir a las rocas. Estaba todo lleno de policías y la situación era muy tensa, con insultos y amenazas por parte de ellos. «No te muevas que te mato»…. Los policías estaban histéricos».
Merino fue colocado junto a ‘Kurro’, ya detenido por los policías, ambos con las manos en la cabeza, mientras seguían buscando al resto de compañeros. Hallaron a ‘Txapas’ y «le obligaron a subir junto con nosotros. ‘Txapas’, ‘Kurro’ y yo, los tres estábamos desarmados y con las manos en la cabeza». ‘Pelu’ y ‘Pelitxo’ ya habían muerto.
La Policía española les pidió que se identificaran. Así lo hicieron. Merino fue apartado de sus compañeros a una corta distancia. «Con insultos y amenazas me indicaron que me alejara un poco. Tres policías se acercaron –armados con una Ingram 10 y una UZI– y bajaron hasta donde nosotros. Preguntaron a mis compañeros los nombres y estos se los dijeron». Entonces se escuchó: ‘Vais a morir’. «Abrieron fuego a una distancia muy corta, a menos de un metro».
‘Txapas’ y ‘Kurro’ yacían ya sobre las rocas de la Bahía de Pasaia. «Cuando ves que les fusilan no reaccionas. ¿Es verdad?, ¿es real lo que estas viendo?», se pregunta.
Un mes después de la muerte de Enrique Casas
Joseba Merino asegura que la emboscada de Pasaia está directamente relacionada con la muerte de Enrique Casas, exsecretario de Organización del PSE, fallecido en un atentado de los Comandos Autonómos Anticapitalistas un mes antes, el 23 de febrero de 1984. Y esa es, a su juicio, una de las razones por las que no murió en aquella operación.
«La Policía no contemplaba entre sus análisis que una ‘ekintza’ como la realizada contra Enrique Casas hubiera sido llevada a cabo por un grupo tan minoritario como los Comandos Autónomos Anticapitalistas, ni que se hubiera hecho sin el visto bueno de ETA Militar. Entonces se les presentó la oportunidad de sacar información sobre lo que ocurrió», dice Merino, quien permaneció 17 años en prisión por su presunta relación con el atentado contra Casas.
Considera que la emboscada de Pasaia suponía «un éxito propagandístico» para el entonces presidente del Gobierno español, Felipe González. «Era un éxito propagandístico poder presentar ante la opinión publica a uno de los dos que presuntamente había participado en la ‘ekintza’ contra Enrique Casas».
Por otra parte, recuerda que él era el responsable de «infraestructuras» dentro de los CAA. Afirma que pocas horas antes dos compañeros escaparon de un piso de Eibar, donde la Policía española acudió a detenerlos. «Hubo incluso disparos, pero consiguieron escapar». Merino cree que, a través de él, la Policía también tenía oportunidad de lograr información sobre los pisos donde podrían haberse refugiado estas personas.
Robo-adquisición de coches; «ahí nació la tragedia»
Merino explica que la emboscada de Pasaia «fue fruto de nuestros excesos de confianza y equivocaciones». Los CAA, asegura, robaban coches para sus acciones, «con un riesgo muy alto» de terminar en un «desastre». Asegura que decidieron cambiar de modus operandi para adquirir vehículos. «Íbamos a los concesionarios y los ‘comprábamos’. Nos comprometíamos a hacer la transferencia para el pago, pero luego no la hacíamos. Así teníamos un coche que ante la Policía no constaba como robado», dice.
La captura de Rosa Jimeno llegó a través de uno de esos coches. «Había un coche que no utilizábamos y le dimos las llaves a Rosa para que lo moviera. Para la Policía era una tarea fácil. Apuntar todos los coches que se habían vendido en los últimos meses, llamar a Tráfico, y enseguida sabían qué coche estaba sin pagar. Localizaron el coche enseguida».
El 18 de marzo, cuatro días antes de la emboscada, Rosa Jimeno acudió a mover el coche y fue capturada por la Policía. «Le cogen un número de teléfono y unas llaves. La torturan y descubren que el teléfono era de un contacto de Iparralde y las llaves también. Y eso acabó en tragedia. Fue fallo nuestro, se lo pusimos en bandeja».