El PP recorta, el PSOE paga y emerge la «convergencia»
No removieron el caldero político español, sino que lo esparcieron de una patada. La irrupción de Podemos y el castigo a las dos patas del turnismo abre nuevas perspectivas al sur del Ebro. La lógica de «el PP recorta, el PSOE lo paga e IU se queda a medias» se completó el domingo con el ascenso de Pablo Iglesias. A un año de las municipales, todos los actores tratan de resituarse. «Convergencia» es la palabra de moda.
No hemos logrado nuestros objetivos por ahora». Con una escenificación calculada, Pablo Iglesias celebraba públicamente con mesura los resultados del domingo. Ninguna encuesta había previsto sus cinco eurodiputados y millón largo de votos, probablemente ni siquiera ellos. A su alrededor, en un local de Lavapiés, había estallado la euforia. El mensaje oficial, sin embargo, era apuntar más alto. Esa misma noche, en otro punto de Madrid, Willy Meyer (cabeza de lista de IU) y Cayo Lara (coordinador general) proyectaban satisfacción por un notable incremento de votos. Millón y medio y seis diputados. Tres veces más que hace cinco años. Un crecimiento objetivamente positivo que, sin embargo, sabía a poco. Por lo «bajini», no se podía ocultar la decepción. A ellos, los estudios sí que les daban mejores perspectivas. En un tercer punto de la capital del Estado, en Ferraz, las caras no podían ser más largas. Dos millones de votos por el camino y nueve eurodiputados menos. Ahí es nada. Un día después Alfredo Pérez Rubalcaba anunciaba su marcha tras un congreso extraordinario, desatando el «Juego de Tronos» característico del PSOE en los momentos de zozobra.
Estos tres escenarios tienen su conexión. Son tres espacios clave para un tablero político que, al sur del Ebro, ha quedado descolocado tras el 25M. El PSOE es quien ha pagado el pato de los recortes del PP y la corrupción sistémica. El «no somos lo mismo» de Elena Valenciano no ha colado. Mientras que los votantes de la derecha, siempre fieles, se quedaron en casa, los desencantados con Ferraz cambiaron de papeleta. Quién sabe si para siempre. Ahora, sin tiempo para respirar, llega otro ciclo electoral. Once meses hasta las municipales. La palabra clave es «convergencia» para quebrar el binomio Génova-Ferraz.
Para hablar de escenarios que nacen es obligatorio mirar con realismo a los que languidecen. Ahí está el PSOE. En el PP siguen convencidos de que su castigo es fugaz, que el parroquiano habitual regresa al toque de corneta. En Ferraz, por el contrario, pintan bastos entre los aspirantes a no se sabe qué, dado que antes de las primarias toca congreso, parece que abierto al voto directo, lo que pone en cuestión un proceso para elegir candidato. ¿Quién se iba a enfrentar a un recién nombrado líder casi después de ser coronado? Al final, hablamos de caras y Susana Díaz y Eduardo Madina ya han movido ficha. Si ha existido, la autocrítica va más a las formas. «Hemos escuchado el mensaje», decía Rubalcaba en su cuenta de Facebook. Nadie lo diría. Ante el ascenso de Podemos, su reacción, o al menos la de satélites como el jarrón chino Felipe González o ``El País'', ha sido la de «sostenella y no enmendalla», enrocándose en el mismo discurso que les ha llevado a una sangría de votos histórica.
«Su nerviosismo y la ferocidad de sus ataques evidencia que funcionan como un partido de Estado», dice de PP y PSOE Iñigo Errejón, director de campaña de Podemos. Que los dos partidos que se han dejado un 30% de apoyos ataquen al recién llegado era previsible. Es como si estuviesen en las primeras fases del luto. Primero hubo negación. Como si no existiese. Ahora, ira. No olviden que luego viene la negociación, la tristeza y, finalmente, la aceptación. Por el momento, todavía estamos en la segunda.
Según ha trascendido, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba habrían hablado para cerrar el paso a Iglesias en las tertulias televisivas. A juicio de Errejón, «un ejemplo de la escasísima y estrecha cultura democrática» de los pilares del régimen, «que señalan como problema el síntoma» estableciendo la lógica de que «si la gente no ve algo nuevo, seguirá votando lo de siempre».
De la autocrítica al «más pista»
El diagnóstico de que algo ha cambiado es compartido. Y también la certeza de que no es suficiente. Dejando al margen el auge soberanista en Catalunya (con ERC) y Euskal Herria (de la mano de EH Bildu), Podemos e IU levantan la cabeza frenta a un turnismo que, por primera vez, muestra grietas electorales. Ahí entra la «convergencia». Claro que mientras que la formación de Iglesias se presenta «con hambre de pista», como decía su propio líder en una rueda de prensa el viernes, a la coalición que dirige Cayo Lara le ha tocado hacer autocrítica. El ascenso ha sido agridulce. Así que jóvenes figuras como Alberto Garzón o Marina Albiol han cobrado protagonismo mediático para pedir reflexión interna y generosidad hacia fuera.
Jorge García Castaño, concejal en Madrid, insiste en mirar hacia adelante, a la espera de las reflexiones de la dirección de IU. Aboga por convergencias que no se limiten a una suma de siglas. Iglesias sigue con «mano tendida» pero insiste en el «método». Errejón, por su parte, cree que hay «terreno por delante», convencido de que si los comicios hubiesen sido hoy, el ascenso todavía sería mayor y subrayando que el eje no es «izquierda» y «derecha» sino democracia contra oligarquía.
El primer reto para ellos es estructurarse. Una cosa son las europeas y otra el aterrizaje territorial. En ello están, tratando de equilibrar «democracia» y «eficacia», así como la autonomía de cada zona y una visión coherente a nivel de Estado. En este contexto, es lugar común afirmar que converger no es la suma de dos, lo que además tampoco implicaría resultado matemático. Está todo por ver. Y está también a la espera de los movimientos de PP y PSOE, que en caso de verse en riesgo podrían recurrir a la estrategia «Scattergories» y pactar bajo el lema «es mi sistema y me lo llevo».