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La esperanza de la ciudadanía

Pello Guerra

Una de mis sobrinas se presenta a las elecciones de este domingo. Figura en la lista que aspira a hacerse con la alcaldía de mi pueblo, una localidad que anda rozando los 400 habitantes desde hace años. Así que no estamos hablando de un gran núcleo urbano en el que el Consistorio puede manejar partidas económicas de cierto volumen, sino de uno de esos ayuntamientos en los que hay que hacer más milagros que en Lourdes para cuadrar las paupérrimas cuentas municipales.

Cuando nos anunció que iba a intentar ser concejal, la sorpresa fue relativa. Desde hace tiempo se viene implicando en todo lo que tiene que ver con el pueblo, especialmente con los jóvenes, sus colegas, ya que se trata de una veinteañera. En un municipio donde la principal oferta de ocio, por no decir la única, es el partido de fútbol del equipo local, queda patente que hay mucho por hacer. Y a ella no le faltan ganas, así que hasta cierto punto resultaba natural que su siguiente paso fuera intentar hacer algo por sus vecinos desde el Ayuntamiento.

Digo lo de hasta cierto punto, porque, con esa edad, parece que el cuerpo pide otro tipo de actividad bien distinto y, además, ya sabemos lo que supone ser representante público en una localidad pequeña. Económicamente, nada se puede esperar, ya que no hay sueldo que compense ese trabajo, ni los beneficios legales o ilegales que algunos corruptos buscan con empeño cuando dan el salto a la vida pública. En cambio, lo que sí está garantizada es más de una bronca. Nunca llueve a gusto de todos y las decisiones que toma un consistorio siempre tienen, en mayor o menor medida, damnificados, personas que se sienten perjudicadas y que no dudan en ponerlo de manifiesto si se topan con el alcalde o el concejal de turno.

Ella es consciente de tan cruda realidad, pero ni siquiera esa circunstancia le ha disuadido y está dispuesta a dinamizar el pueblo incluso sin contar con un euro, echándole mucha imaginación y poniéndole ganas.

Como mi sobrina, seguro que hay muchas más personas que se acercan a la “res publica” como debería ser, para hacer mejor la vida de la comunidad, aunque les suponga sacrificar parte de la suya sin beneficio personal. Para esa gente, todos mis respetos, ya que, después de tanto “aprobetxategi” y tanta corruptela, son la esperanza de una ciudadanía cansada de fraudes y que este domingo tiene la oportunidad de dar un giro con su voto.

Ojalá que el día a día de su tarea pública no les haga perder la ilusión con la que este domingo esperarán el veredicto de las urnas. Y que mantengan intactas sus ganas de hacer las cosas de otra manera, porque algo así es posible. ¡Suerte, Amaia!

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