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El futuro de cada partido, condicionado por sus fuerzas y los contrapesos territoriales

Cada partido tiene sus deseos para estas elecciones y también sus riesgos, pero unos y otros se verán después condicionados por los equilibrios territoriales y los contrapesos institucionales.

El expresidente de Uruguay Pepe Mujica y su esposa, la senadora Lucía Topolansky, se reunieron con candidatos de EH Bildu. (Juan Carlos RUIZ/ARGAZKI PRESS)

Aunque en campaña disimule, el PNV tiene sobre la mesa intentar un acuerdo global con el PSE para allá donde haga falta en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Pero, ¿y si no le dan las cuentas y lo que cose en un sitio hace un roto en otro? EH Bildu puede obtener unos estupendos resultados. Pero, ¿de qué le serviría superar incluso el número de votos de 2011 si luego no consigue traducirlo en mayor o igual poder institucional? Es probable que Podemos entre con fuerza en juntas generales y ayuntamientos. Pero, ¿para qué le valdrían esos junteros y alcaldes si a la postre se inhiben a la hora de decidir quién será quien gobierne una diputación o un ayuntamiento?

Las elecciones municipales y forales son un puzle complejo para encajar todas las piezas y un mal movimiento puede hacer que se convierta en una de esas filas de fichas de dominó en la que la caída de una provoca el derrumbe del resto.

Los deseos y expectativas de cada partido están por tanto supeditados a lo que los electores vascos quieran hacer hoy con sus papeletas, y al reparto que eso tenga por municipios y territorios.

Y esos números también condicionarán los pasos que en el futuro se den en otros terrenos como el avance hacia el derecho a decidir y en el de la normalización política y la resolución de las consecuencias del conflicto. No es baladí la pregunta de para qué vale que Gipuzkoa sea el herrialde con más arraigo del derecho a decidir de Euskal Herria, si el apoyo del PSE y del PP a un diputado general del PNV condiciona cualquier paso en esta dirección.

 

PNV

Salir de Bizkaia y volver al orden de las cosas. Las pasadas elecciones municipales y forales dejaron marcado al PNV como un partido que acumulaba poder en Bizkaia, pero lo perdía en el resto de la CAV. Para superar esa situación, necesita sumar más votos en Gipuzkoa y en Araba (la sigla no comparece en Nafarroa) y tener los apoyos posteriores suficientes de otro u otros partidos.

El 16 de setiembre de 2013, PNV y PSE firmaron un pacto que el lehendakari, Iñigo Urkullu, bendijo como el reencuentro con el socio unionista después de «quince años de bloques». Era la vuelta a la normalidad después de «un ejercicio nefasto» en la política del PNV en 1998-1999 (Acuerdo de Lizarra-Garazi) y de los «actos de fe» que muchas mañanas tenía que hacer para seguir unido a Juan José Ibarretxe. Son palabras del propio Urkullu. La voluntad del PNV es apoyarse en el PSE para recuperar la placidez de los tiempos de José Antonio Ardanza y el Pacto de Ajuria Enea, donde los jeltzales copaban el poder institucional, compartiendo parte de él con el PSE para garantizar la continuidad del sistema.

Esto, indudablemente, acabará teniendo relación con la ponencia de Autogobierno, asignatura pendiente para el curso que comienza en setiembre, y la de Paz y Convivencia, si algún día vuelve a convocarse.

También tiene que ver con esa vuelta al orden natural de las cosas su intento de desalojar a EH Bildu del Ayuntamiento de Donostia y de la Diputación de Gipuzkoa. Resulta revelador que los máximos dirigentes de Sabin Etxea y Ajuria Enea se quejen de que los independentistas de izquierda lleven a los tribunales lo que consideran usos delictivos del dinero público, y que el candidato Markel Olano entienda casi una agresión que se ponga coto a las injerencias de Adegi o que lamente que la gestión de las políticas sociales no se deje en manos privadas y probablemente amigas.

El PNV demuestra estar dispuesto a todo para retomar el control de Gipuzkoa, pero habrá que ver qué mapa se dibuja esta noche y si va a necesitar en otros sitios a aquellos a los que maldice desde la barandilla de La Concha.

EH BILDU

Tiempo de asentamiento, consolidación y expansión. EH Bildu fue un tsunami en 2011. Hubo muchos vientos que soplaron a su favor. Su aspiración en estas elecciones es acercarse a aquellos resultados, tratar de volver a ganar en Donostia –la gran sorpresa hace cuatro años– y mantener con solvencia la primera plaza en Gipuzkoa. En ese caso, otros serán quienes tengan que justificarse.

Cuenta, además, con la posibilidad de un premio sorpresa en Araba o en Gasteiz, o en ambos lugares. Si se mira con perspectiva, los resultados aquí pueden tener más valor en términos históricos, y sobre todo de futuro, que los de Gipuzkoa. Y no solo en el ámbito de la correlación de fuerzas entre partidos, sino también en lo que tiene de equilibrio de país para avanzar en el derecho a decidir.

Porque a partir de estas elecciones, además de gestionar con acierto las instituciones que gobierne, EH Bildu tiene un doble reto. Uno, de cara al exterior, poner esa fuerza institucional al servicio del proceso nacional, social y de normalización, encontrando fórmulas para combinar la tensión gobierno-oposición con la suma de voluntades que requieren las «políticas de estado». Y dos, de puertas para adentro, superar la fórmula de la coalición y dar pasos hacia la constitución del frente amplio.

PSE

Salvar los muebles, como máxima aspiración. En las pasadas municipales, el PSE cayó en 64.302 votos, el 26,6% de los obtenidos en 2007. Perdió casi un tercio de los concejales que tenía, ganando en apenas una decena de localidades y sin poder conservar la alcaldía en todas ellas. En siguientes elecciones las cosas no mejoraron. La aspiración hoy es haber tocado fondo. Conservar algunas de sus localidades bandera, y poder tocar poder foral en las diputaciones de la mano del PNV.

En ese contexto, resulta destacable el tono bajo del PSE en las denuncias sobre Bidegi o en el caso del diputado foral vizcaino José María Iruarrizaga, en contradicción con lo dicho sobre el caso De Miguel. Se ve que en estos momentos no quiere morder la mano que le puede dar de comer.

Llamativo es también que hayan concentrado en Gipuzkoa buena parte de sus actos centrales para los medios, territorio en el que la ilusión por ganar en Donostia no es más que eso, una ilusión, pero donde Denis Itxaso e Idoia Mendia saben que sus votos pueden tener un precio más caro para intercambiarlos en Sabin Etxea.

El PSE vaga hoy sin rumbo fijo, porque la renovación escenificada tras el batacazo de las europeas no fue tal.

PP

Agarrados a Maroto, como única tabla de salvación. En el PP hay dirigentes que ni comparten ni entienden que hayan acabado haciendo de la cuestión de la RGI una bandera del partido, pero lo cierto es que Javier Maroto es en estos momentos la única tabla de salvación a la que podrán asirse para sacar la cabeza del agua en la torrentera de casos de corrupción, recortes, fin de los derechos laborales e incumplimientos de programa que les arrastra río abajo.

Arantza Quiroga advirtió que el PP corre el peligro de caer en la insignificancia política en tierra vasca. En las dos últimas elecciones celebradas en la CAV ha estado apenas un poco por encima del 10%. Esta vez va a ser peor. En esas condiciones, conservar el Ayuntamiento de Gasteiz –lo que da también muchos votos en las JJGG de Araba– será el único consuelo.

Porque además de pocos votos, el PP carece de aliados. Su esperanza puede ser que Markel Olano o Eneko Goia, a los que ha reprobado en Gipuzkoa, le necesiten y eso pueda tener algún tipo de contraprestación en Araba, donde Ciudadanos muerde.

PODEMOS

Es la incógnita hoy y, sobre todo, en las próximas semanas. Concurre por primera vez a unas elecciones forales y ha buscado distintas combinaciones para presentarse en varios municipios. Aunque se da por hecho que tendrán presencia en las principales instituciones, sus resultados son difíciles de predecir.

Pero más insondable se antoja saber qué harán después con esa representación. Aseguran que no votarán a nadie para gobernar, pero eso es una forma de tomar partido. La abstención de las dos junteras de EB dio la Diputación de Araba al PP hace cuatro años. ¿No distinguirán los votantes de Podemos entre los dos Olanos para gobernar Gipuzkoa? Es difícil de creer. El partido ya ha dado muestras de tensiones internas cuando ha tenido que tomar tierra.

Esta noche se conocerán los números de cada partido. Pero nada se habrá resuelto todavía. Será entonces cuando empiece lo complicado.

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