Ministro convertido en estrella que se va «con el odio» de Bruselas
«Esto es política, colega. Aquí no hay corderos sacrificados». Fiel a su estilo socarrón, el ya exministro griego de Hacienda, Yanis Varoufakis, rechazaba así la idea de que su marcha del gabinete de Alexis Tsipras obedezca a la exigencia de los acreedores de que Grecia entregase un trofeo.
Según la mitología de las últimas horas, el popular ministro sería una versión moderna de Ifinenia, la hija de Agamenón que Artemisa pidió sacrificar para que el rey griego siguiese su camino hacia la guerra de Troya. Al final, lo que se ha vendido como una ofrenda puede tener razones mucho menos épicas. «La decisión estaba tomada desde hace tiempo. No se anunció antes del referéndum para no lanzar mensajes equivocados», señalan a GARA fuentes del Gobierno heleno. Varoufakis dijo que se marchaba con el «orgullo de cargar con el odio de los acreedores». Y es cierto. Pero las diferencias con Tsipras, más de estrategia que de objetivos, lo han convertido en «ministro breve».
«Hemos podido usar la dimisión para venderla como un sacrificio», insisten estas fuentes, que reiteran que, en la práctica, no hay grandes diferencias entre Varoufakis y su sucesor, Efklidis Tsakalotos. Si acaso, el segundo tiene un perfil más «político», al margen de su carrera como profesor de Economía. Ha encabezado la delegación que negoció con las instituciones y, además, es un hombre de aparato. Amalia Vasilakaki, veterana activista, lo define como el antagonista de su antecesor: «Es feo, bajito y tiene un hilillo de voz que parece un pajarito. Pero curra como una bestia. Me acuerdo de verle cada año haciendo turnos en el puesto de souvlakis y, después, en la caja del Festival Antirracista». Ahora es su turno.
Para entender el auge de una de las personalidades que más amores y odios ha suscitado en los últimos cinco meses y que no ha desvelado a qué se dedicará, hay que remarcar los buenos contactos que Varoufakis mantiene con EEUU. Profesor en la Universidad de Austen (Texas) y experto en la teoría de juegos, no es militante de Syriza, sino que fue un «fichaje» por el que Tsipras apostó a partir de 2012.
No es que los lazos, que es cierto que los tiene, no le hayan servido. El problema desde el principio ha estado en la intransigencia alemana. No se puede hablar con quien no quiere cogerte el teléfono y ese ha sido el gran problema del ministro. El periodista Paul Mason, con muy buenas fuentes en el interior del Ejecutivo heleno, también indicaba recientemente otro motivo para la marcha: la convicción académica de Varoufakis de que sin reestructuración de la deuda ningún plan es viable. Y parece que este es el último punto en el orden del día para unos acreedores necesitados de lanzar al mundo un mensaje político.
Varoufakis se marcha en su moto con elegancia pero descargando artillería contra Merkel y la Troika y recordando que en Grecia, más que de balanzas y números, se habla de soberanía.