Comienza la primera fase del referéndum para cambiar la bandera en Nueva Zelanda
Una bandera no es solo una marca. Sirve a mayores propósitos que los de vender productos, apoyar a equipos deportivos o a conseguir el reconocimiento internacional. Tiene que hablar a la gente, tiene que hablar de la gente a la que representa. Pero, definitivamente, cambiar de enseña no es un proceso tan engorroso y enrevesado como se puede pensar.
Los neozelandeses están votando por correo desde ayer su enseña preferida entre cinco banderas potenciales propuestas tras un proceso participativo. En esta primera fase del referéndum, que se alargará hasta el 11 de diciembre, los electores tendrán que elegir en orden de preferencia entre las cinco, y la más popular de entre ellas se «enfrentará» a la insignia oficial actual en una segunda fase del referéndum que durará desde el 3 hasta el 24 de marzo de 2016.
El resultado de este referéndum en dos fases será vinculante, con lo que la bandera que más votos coseche en la segunda fase se convertirá en la oficial de Nueva Zelanda. En el caso de que los ciudadanos eligieran una nueva, esta se oficializaría en un plazo máximo de seis meses durante el cual se mantendría el statu-quo. En la hipótesis de un empate o de un resultado muy ajustado que reflejara una gran polarización, también se apostaría por dejar las cosas como están.
Para ayudar a la gente a familiarizarse con los nuevos diseños, el Gobierno las ha repartido masivamente en todo el país para que se pueda ver «cómo funciona en situaciones reales». Además ha destinado un presupuesto de 28 millones de dólares para financiar esta primera fase refrendaria.
Falta de símbolos maoríes
El primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, se ha mostrado partidario del cambio de bandera al considerar la actual como demasiado similar a la de Australia, algo que lleva a la confusión, no representativa de la modernidad y el status actual de nación soberana, con excesivas referencias al pasado imperial británico y una total falta simbolismo que represente la herencia y las raíces maoríes de Nueva Zelanda.
No obstante, sabe que las encuestas indican que gran parte de los neozelandeses prefieren mantener la enseña actual. Grupos de presión organizados y asociaciones de veteranos de guerra argumentan que el alto coste financiero de esta operación no traerá nada positivo y que la actual «ha pasado el examen de los tiempos».