INFO

La dudosa fortaleza europea como respuesta a los ataques

La red de transportes de toda Europa se vio afectada por las explosiones, que llevaron a los países vecinos a extremar la vigilancia en las fronteras. La alarma se extendió ante la evidencia de unos ataques perpetrados en una de las zonas más vigiladas de Europa.


Desde el momento en que se conocieron a primera hora de ayer las explosiones en el aeropuerto internacional de Zaventem, en Bruselas, la alerta se propagó a toda velocidad como una onda expansiva. Empezando por el propio aeropuerto, inmediatamente evacuado, y llegando hasta países como Argentina, donde la Casa Rosada aumentó el nivel de alerta de seguridad ante la inminente visita del presidente de EEUU, Barack Obama.

El primer foco de alarma, vista la localización de las primeras explosiones, fue el tráfico aéreo. Hasta 500 vuelos se cancelaron ayer debido al cierre del aeropuerto de Bruselas (entre ellos un chárter fletado desde Iruñea), mientras que 50 fueron desviados a otros aeropuertos cercanos, entre ellos uno procedente de Loiu. Y mientras la Confederación Española de Agencias de Viajes se afanaba en ofrecer nuevas fechas a los clientes, el Ministerio español de Exteriores recomendaba no viajar en los próximos días a la capital belga a no ser que sea imprescindible. Una ecomendación que las propias autoridades belgas trasladaron a sus conciudadanos: cuanto menos se pise la calle estos días, mejor. Y así es como la Grand Place de Bruselas, epicentro de una ciudad con mucha vida, aparecía ayer desierta, con la mayoría de centros culturales y comercios con la persiana bajada, a modo de testigos mudos del drama vivido ayer por la ciudad que acoge la mayoría de instituciones europeas.

Y es que jornadas como las de ayer, propicias a la psicosis social, son poco dadas al matiz. Mientras los medios se apresuraban a analizar con brocha gorda unos ataques sobre los que apenas había todavía información (menciones aparte para el «experto yihadista» de La Sexta y para el general del Ejército español en TVE), el nivel de alerta seguía creciendo de forma exponencial. La explosión en la estación de metro de Maelbeek, a apenas unos centenares de metros de las instituciones europeas, sin duda uno de los lugares más vigilados de toda Europa, confirmó que la seguridad no siempre está ligada, ni mucho menos, al número de policías por metro cuadrado.

La red de transportes en alerta

Mientras la alarma social seguía extendiéndose, con los alumnos de las escuelas bruselenses confinados en los centros educativos (igual que el personal de las instituciones europeas dentro de los edificios oficiales, algunos de los cuales fueron posteriormente evacuados), las medidas encaminadas a impedir réplicas de los ataques se multiplicaron en todo el mundo occidental. La alarma en Bélgica llegó al extremo de evacuar, a media mañana, la central nuclear de Tihange, situada en el este del país.

En Bruselas, las autoridades optaron por el cierre de toda su red de transportes públicos, incluido el ferrocarril, el metro, el tranvía y la red de autobuses. Todos los aeropuertos aumentaron su vigilancia, desde Fráncfort hasta Tel-Aviv, donde durante algunas horas cancelaron todas las conexiones aéreas comerciales con Europa. En el Estado francés, además, varios vuelos fueron desviados. Para las compañías aéreas no fue un buen día ni en la bolsa, donde cerraron la jornada con fuertes pérdidas.

En tierra, fueron los países fronterizos los que extremaron ayer las medidas, empezando por los Países Bajos, que incrementaron los controles en las fronteras. También se vio afectado durante todo el día el Eurostar, el tren que une Bruselas y Londres. El transporte ferroviario se vio interrumpido en dirección a Alemania, después de que la compañía de ferrocarriles alemanes Deutsche Bahn decidiese suspender las comunicaciones durante toda la jornada. Por su parte, el Estado francés, con los atentados de París todavía en la mente, desplegó 1.600 efectivos de seguridad adicionales, además de elevar el nivel de seguridad sobre todo en París y en la frontera con Bélgica, una muga que se llegó a especular con cerrar.

Esa clausura fue, de hecho, la principal demanda de ultras como Marine Le Pen, que no desaprovechó la ocasión de avivar la psicosis social, igual que los precandidatos republicanos a la Casa Blanca. Poco que envidiar en el Estado español, donde una etiqueta tan fuera de lugar como #StopIslam apareció entre las más usadas. A la misma hora, desde el precario campamento de refugiados de Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia, llegaba la foto de un niño pidiendo «perdón por Bruselas».