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MODELOS SINDICALES, DE LA AFILIACIÓN A LA REPRESENTACIÓN

El sindicalismo es un concepto estrechamente ligado al movimiento obrero y, desde hace casi dos siglos, los sindicatos son un relevante agente social, dinamizador de muchas luchas populares. En sus inicios, fue embrión de corrientes y partidos políticos.


Actualmente, la organización e influencia de los sindicatos son diferentes en unos y otros puntos del planeta, incluso entre países de similar desarrollo económico. Coincidiendo con el Día Internacional de los Trabajadores, GARA ha recogido la valoración de sindicalistas vascos sobre estas cuestiones.

Aunque la presencia de las centrales sindicales se extiende por casi todo el espacio sociolaboral de nuestro entorno –salvo excepciones como la del cooperativismo vasco, que los excluye por tradición y por ley–, sus funciones dentro y fuera del ámbito de las empresas varía mucho según el modelo implantado en cada país.

Siguiendo el esquema publicado por la revista “Estudios”, de la Fundación Primero de Mayo (CCOO), el modelo establecido en Euskal Herria, a ambos lados del Pirineo, es el de «doble canal con prevalencia de la vía electoral». Básicamente, se caracteriza por el hecho de que la representatividad de trabajadoras y trabajadores puede vehicularse tanto por la vía electoral (elección de delegados-delegadas y comités de empresa) como por la afiliativa (secciones sindicales), aunque es la primera de ellas la que «dispone, generalmente, de mayor implantación real y cobertura legal».

Diferencias evidentes, comparaciones complejas

Como se observa en el gráfico adjunto, en el ránking de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) destacan por su elevada tasa de sindicalización los países nórdicos, a los que desde nuestros lares se suele poner como ejemplo a seguir para alcanzar mayores cotas de bienestar social. En el esquema de “Estudios” se les coloca en un modelo de «canal único» en el que la representación de los trabajadores corre a cargo de los sindicatos a través de sus secciones organizadas en las empresas; debido a la alta tasa de afiliación, se consideran innecesario el mecanismo electoral.

Además de a Dinamarca, Noruega, Finlandia y Suecia, también se incluye en ese modelo a Italia –que tiene una alta sindicalización comparada con el resto de países, pero a gran distancia de los nórdicos–, así como Rumanía, Chipre y Malta –que no son miembros de la OCDE–. En ellos, los sindicatos participan en la gestión de la Seguridad Social, de las prestaciones por desempleo, las políticas activas de empleo, decisiones legales en materia laboral o, incluso, en la gestión de empresas públicas y privadas. En correspondencia, reciben más recursos públicos para su funcionamiento.

Laura González de Txabarri, responsable del área internacional de ELA, hace hincapié en que el modelo nórdico y su variante belga (la tasa de Bélgica es del 55,1%) son muy distintos al resto, ya que ofrecen otro tipo de servicios, y estas diferencias justifican la disparidad de los datos. Considera, además, que son estos modelos los que mejor han resistido la pérdida de afiliación, que en muchos países ha sido muy grande durante los años de la crisis.

Al comentar el caso opuesto, el del Estado francés, con una tasa muy baja (7,7% en 2013), advierte de que eso no quiere decir que la capacidad de movilización del sindicalismo francés sea menor a la del sindicalismo sueco, del que, precisamente como no se moviliza mucho, no se sabe qué respaldo puede llegar a tener. 

Gorka Berasategi, de la Comisión Ejecutiva de LAB, coincide en resaltar que, aunque en el Estado francés hay menos gente afiliada, el peso de los sindicatos es mucho mayor que en el Estado español y tienen más capacidad de movilización y presión, ya que son reconocidos como agentes sociales. Señala que, aunque en Hego Euskal Herria el modelo sindical «se acerca inevitablemente» al del Estado español debido al marco legal, la tasa es más alta por la mayor concurrencia sindical y por la influencia del sindicalismo abertzale. Y destaca que únicamente Bélgica supera la tasa de nuestro país dentro del modelo basado en la prevalencia de los comités de empresa.

La secretaria de Organización de Satse Euskadi, Encarna de la Maza, pone el acento en que «aquí el resultado de la negociación colectiva afecta al conjunto de la clase trabajadora y puede que muchas personas no vean la necesidad de estar afiliada, mientras que en otros países solo afecta a los afiliados del sindicato que firma el acuerdo». «Mucha gente vota en las elecciones sindicales pero no hay vocación de estar afiliada», añade. El suyo es un sindicato sectorial y, como señala, en el colectivo de enfermeras sí hay vocación de estar afiliada, de estar organizada para defender sus derechos; en la CAV la tasa ronda el 60%. 

Por su parte, Peio Dufau, delegado en la SNCF por CGT –central mayoritaria en el Estado francés con unos 700.000 afiliados– también opina que los datos de los países nórdicos «no son comparables porque no tienen la misma función» y afirma que, aunque en el Estado francés la tasa de sindicalización es muy baja, el nivel de respuesta social «se mantiene relativamente fuerte» ante «la pérdida de los avances sociales».

Implantación y representatividad

Aunque la mayoría de los estados miembros de la OCDE ofrecen datos oficiales de las correspondientes administraciones sobre el número de personas afiliadas a los sindicatos, esto no ocurre en Euskal Herria, donde cada central decide si los hace públicos o no, y esos datos no siempre son contrastables, lo que provoca la queja de algunas de ellas. Por ello, generalmente se tiene más en cuenta el número de delegados obtenidos en las elecciones sindicales para otorgar a un sindicato el calificativo de «representativo» al establecer las mesas de negociación sectoriales o, simplemente, para otorgarle el carácter de interlocutor social ante las instituciones políticas.

LAB, que es uno de los sindicatos mayoritarios en Hego Euskal Herria –la cifra que facilita es de más de 40.000 afiliados–, considera que la representación sindical «está perfectamente definida por los resultados de las elecciones en los centros de trabajo». Como explica Berasategi, esos procesos están controlados en la CAV por la Oficina Pública de Elecciones Sindicales, en la que, además del Gobierno de Lakua, participan todos los sindicatos. «No hay trampa ni cartón», afirma, aunque incluye este matiz: «A nosotros quizás nos gustaría otro tipo de modelo, en el que puedan participar todas las personas trabajadoras». Al mismo tiempo, subraya que «es la patronal la que no justifica su representatividad y está sobrevalorada por las instituciones».

ELA ofrece en su web los datos presentados en su Congreso Federal de 2013, con un total de 104.312 afiliados en Hego Euskal Herria, que desglosa por territorios, federaciones y grupos de edad. González de Txabarri extrapola el dato para resaltar que la penetración de ELA entre las personas asalariadas es de un 10%, superior a la tasa de sindicalización global en el Estado francés.

En cuanto a la representatividad ante los órganos de interlocución social, señala que «la posición te la tienes que ganar». «Solemos escuchar que los que tienen legitimidad son los partidos políticos porque han pasado por unas elecciones y se olvidan de que los sindicatos también nos presentamos a elecciones en las empresas. Se te niega la legitimidad –lamenta–, olvidando que tenemos la que nos dan los trabajadores en los centros de trabajo». 

Una perspectiva diferente es la que utiliza CGT/LKN-Euskal Herria, confederación territorial que comprende los cuatro herrialdes del sur y que recientemente ha sido la anfitriona, en Iruñea, del congreso estatal de esta central. Comentan que su tasa de penetración sindical «es cercana al cero por ciento» porque son unas 350 personas afiliadas en Nafarroa, 600 en Bizkaia, 400 en Araba y 100 en Gipuzkoa. «Nuestra apuesta va más por el terreno de lo cualitativo que de lo cuantitativo, tratando de incidir en la realidad sindical con un discurso propio que no pasa por los ejes del sindicalismo mayoritario», indican.

«Lo que sí nos interesa, y mucho, es la tasa de militancia sobre la afiliación. No nos interesa una organización con mucha afiliación, pero con poca participación», precisan. Otro aspecto que destacan es la menor sindicalización de la mujer: «En nuestra organización, al menos, es más que patente». Y apuntan en la misma dirección al citar a la juventud o a las personas migrantes.

En otro ambiente sindical se mueve Endika Rodríguez, integrante de Steilas, que cifra en 4.510 el número de afiliados de este sindicato de Educación, que afirma que en el sector público llega al 50% entre el profesorado y que en el privado ocupa el segundo puesto. Comenta que en el ámbito educativo «la gente sabe que los sindicatos son una herramienta efectiva y necesaria», y que «hay personas que se afilian por motivos ideológicos y otras que recurren a los sindicatos cuando tienen algún problema».

«Nuestra interlocución suele ser con el Gobierno Vasco, que no reconoce a la representación social real –denuncia–. Solo nos consulta cuestiones laborales cuando está obligado hacerlo, pero no reconoce nuestra función como agente educativo. Y estamos muy molestos con la actitud del Gobierno. La patronal, incluida la Administración, considera que los sindicatos son el enemigo y prefiere que las personas no se sindiquen». 

UGT da cuenta de 35.000 afiliadas y afiliados en la CAV y con 18.300 en Nafarroa, donde se presenta como el sindicato más representativo. Tras aludir a las políticas de austeridad y a la aplicación de recortes, afirma que «las administraciones vascas están ‘pasando’ de la negociación colectiva en el sector público, cuando tanto nos costó conseguirla. Y las patronales tratan de ningunear a los sindicatos, dejando decaer los convenios, lo que supone que no se actualizan salarios y condiciones laborales del sector en su caso». También hace referencia a la nueva propuesta de relaciones laborales de Confebask para replicar: «La individualización de las condiciones laborales no es el camino. Si realmente quieren unas relaciones laborales de ‘mutua confianza, colaboración e implicación de todos en la empresa’, si quieren esto, pueden empezar cumpliendo el artículo 64 del Estatuto de Trabajadores, que la inmensa mayoría de los empresarios no cumplen y ningunean permanentemente». Dicho artículo, explica UGT, establece los derechos de información y consulta y competencias del comité de empresa.

Satse también entiende que «el respeto que se debe tener a la representación de los trabajadores y la trabajadoras en el ámbito de la Administración o de la empresa se ha perdido. Años atrás –recuerda–, podíamos tener discrepancias y no coincidir entre las partes, pero éramos capaces de sentarnos con vocación de pacto y con respeto a la otra parte, entendiendo que la negociación es paritaria y que la parte social está representada en los sindicatos».

De la Maza profundiza en esa queja: «Desde la Administración y desde las patronales quieren hacer ver que hay tres elementos en juego: la empresa, los trabajadores y los sindicatos, como si los sindicatos no fuésemos la representación de los trabajadores elegida democráticamente. Eso me parece grave y preocupante, porque se quiere quebrar con las reglas del juego. Hay que respetar y atender a la representación social». 

Una evolución marcada por la crisis económica

En otro de los gráficos adjuntos se observa la evolución que ha seguido la tasa de sindicalización en los estados de la OCDE desde el año 2000 al 2013 (en este caso no disponemos de suficientes referencias para incluir al conjunto de Euskal Herria ni a los territorios del sur). En términos generales se observa que la afiliación se ha reducido en casi todos los países, al menos en relación con la población asalariada. Solo Italia, Chile y el Estado español presentan índices positivos.

Aunque el estallido de la burbuja financiera en 2008 que dio lugar a la actual crisis económica no puede explicar por sí sola este descenso, sí parece haber influido de una u otra forma en el comportamiento de las trabajadoras y los trabajadores, aunque no todos los sindicatos lo perciben igual.

LAB opina que el crack económico sí ha traído cierta pérdida de afiliación. «En nuestro caso observamos que ha aumentado la demanda de los servicios jurídicos en respuesta a la fuerte desregulación de las relaciones laborales», explica Berasategi. «La afiliación proviene hoy en día de los colectivos más desfavorecidos y nuestro sindicato está recuperando sus números», subraya.

ELA considera que en términos generales la tasa de sindicación ha subido durante la crisis, pero comenta que esta circunstancia responde a que bajó la población ocupada. Y cree que ese proceso está cambiando ahora, precisamente, porque ha empezado a subir la población ocupada.

A otros factores hace referencia CCOO: «Durante los años más duros de la crisis ha habido una pérdida de afiliación por dos razones: recortes en la economía familiar al perder el empleo y agotarse las prestaciones de desempleo, y la desaparición de muchas empresas. A partir del 2015, en Comisiones Obreras la tendencia se ha vuelto a invertir y hay más afiliaciones que bajas».