INFO

Asturias, patria querida

Penúltima jornada de la 1999-2000. 28 de mayo. El Molinón. Como mínimo, Osasuna necesita empatar para llegar con opciones de ascenso al último encuentro, que se jugará contra el Recre en El Sadar. 6.000 almas rojillas, incluido un servidor, nos desplazamos hasta la ciudad asturiana por carretera y raíl para empujar desde la grada.


Minuto 85. El Sporting está en tierra de nadie, pero su delantero Francisco Jurado, que llevaba poco más de un cuarto de hora sobre el césped tras salir desde el banquillo, nos hace el lío. Todo el castillo de naipes se viene abajo, la frustración por el gol local se mezcla de golpe con el cansancio del viaje y la ola de pesimismo generalizado se refleja en los rostros de los hinchas.

No queda tiempo para la reacción, ¿o sí? El club había fichado a un ratón de área en el mercado invernal, que venía de ascender con el Rayo Vallecano, que en la segunda vuelta anotaría once dianas y que dejaría huella en la historia osasunista con su olfato goleador. Atendía al nombre de Iván Rosado y su habilidad en los metros finales neutralizaría el 1-0 apenas dos minutos después de producirse, entre el delirio de la horda rojilla, que pasó del desasosiego al éxtasis en un abrir y cerrar de ojos.

Ahora, 16 años después, la historia casi se repite. Es cierto que el éxodo no va a tener una dimensión tan considerable –dos temporadas son todavía poco tiempo como para echar de menos el jabugo de Primera–, ni el escenario va a ser el mismo, pero el premio es muy similar: la antesala para hacer algo grande. Y un contrincante que, aunque tampoco se juega nada, está por la labor de aguar la fiesta, en este caso motivado por antiguas cuentas pendientes.

Solo falta –que no es poco– que los de Enrique Martín sepan estar por encima de ese acicate de los anfitriones, que dispongan del mismo acierto que tuvo aquel Iván Rosado y que les sonría la suerte de la carambola necesaria. ¿Demasiados condicionantes a la vez? Puede que sí, pero también hace más de tres lustros todo pasó del negro absoluto a un final feliz. Quizás la historia se repita y, quién sabe, incluso se pueda entonar el «Asturias, patria querida».