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Creemos en liarla; en liarla mucho

Vaya, qué sensación más rara y a la vez más bonita. Hacia tiempo que no me ponía a escribir sobre los rojillos, sobre Osasuna. Yo que pensaba que era una etapa ya pasada, hoy IRUINDARRA NAIZ me vuelve a dar esta oportunidad, de evadirme de todo lo demás y de centrarme en lo que realmente ahora mismo importa, que es esta fase de ascenso que tenemos por delante.


Las redes sociales ya se adelantaban durante la semana pasada en que todo empezaba en Oviedo. Dicho y hecho. En mi camino de vuelta a Iruñea voy escribiendo y asimilando al mismo tiempo. Cada vez que recuerdo el partido es inevitable emocionarme.

Yo, que soy una persona con muchos rituales a la hora de viajar con Osasuna, el sábado por tierras asturianas los rompí todos. Con solo decir que tuve la valentía, bueno más bien la insensatez de ver el partido con cinco personas del Real Oviedo y rodeada de cientos más creo que os doy bastantes pistas. Pero bueno, como se suele decir, hoy por ti mañana por mí. Un saludo desde aquí a toda esa gente maja que se portó conmigo de diez, aunque como es lógico nuestros piques tuvimos. ¡Benditos piques!

No con esas, y siendo consciente de la importancia del partido de los rojillos, me alcé en el Carlos Tartiere con la camiseta que hace dos años presenció el descenso de Osasuna en el Sadar y su consecuente ruina de noticias negativas en torno al león y el escudo. Pero como bien dice la canción: «Somos un equipo valiente y luchador». Pues ahí me planté con el 10 de Puñal a la espalda, la bufanda rojilla anudada al cuello, el móvil en la mano para controlar los partidos en otros estadios y cómo no, preparada para hacer frente a mi San Benito particular de gafe.

Comenzó el encuentro y yo, que no me mordía las uñas desde aquel 18 de mayo de 2014, día en el que vi por primera vez y en primera persona como Osasuna caía a lo más hondo, me vi acorralada y no me quedó otra opción. Osasuna apretaba, la afición rojilla desplazada también; cada uno iba haciendo sus cálculos, estábamos muchos, más expectantes de los resultados que se iban dando que de lo que realmente tenía que pasar para que Osasuna entrase en esa fase de ascenso… ¡que Osasuna marcase gol!

Y por fin llegó Kodro y con él, el gol. Y después del primero cuatro más. Cuando ya lo teníamos y entrábamos en la fase de promoción, salimos de ella con el gol del Córdoba. Todo el gozo en un pozo, pero con la satisfacción de haber hecho bien la tarea. Sin embargo, de pronto recordé el partido de Sabadell de la temporada pasada, y sabía que era posible. Osasuna, por dentro y por fuera, lleva mucho sufrido y en esta casa todo es posible y así lo fue. El sueño se hizo realidad, está etapa futbolística nos sonríe. Y qué leches, ¿no tenemos lo que nos merecemos cuando las cosas van mal? ¡Pues también cuando las cosas van bien! Y esta temporada Osasuna, su afición, Nafarroa… como mínimo se merece esto. Entrar en Play Off.

Del partido del sábado solo destacar que no volveré a ver ningún otro partido fuera de casa sin mi gente. Sin mis rojillos. El sábado me faltaron, mínimo, cinco abrazos. Porque somos una familia unida dentro del terreno de juego con el mismo objetivo común, olvidamos las diferencias porque creemos en lo mismo. En Osasuna. En la fase de ascenso. Como dice Martín, «creemos en liarla; en liarla mucho». El miércoles la muestra debe ser clara.

Goazen Osasuna, redio!