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MUMENTHALER Y EXARCHOU, MILAGROS GRIEGOS Y ARGENTINOS

NUEV@S DIRECTOR@S Y HORIZONTES LATINOS DAN SUS RESPECTIVOS PISTOLETAZOS DE SALIDA, PONIENDO ACENTO FEMENINO SOBRE PRESENTE Y PASADO DE ARGENTINA Y GRECIA.


Los fríos despachos de la metrópolis están temblando, y no a causa de un terremoto, sino por la intervención de una fuerza con mucha más capacidad destructiva. Se trata de una neumóloga cabreada, que viene de los recónditos confines de la periferia (¿de dónde si no?), y que no regresará a su agujero hasta que no haya acabado de derruir todos los cimientos de su corrupta sociedad. La doctora en cuestión proviene de Brest, y responde al nombre de Irène Franchon. La escena la filma, por cierto, Emmanuelle Bercot, y claro, ya no hay dudas al respecto: estamos en Donostia, en el Kursaal, en la sesión inaugural del 64º Zinemaldia.

Mientras, en Atenas, unos chavales nos muestran sus aptitudes físicas en la antigua villa olímpica de su antaño orgullosa ciudad. La maleza y los animales se han apoderado de las ruinas de los estadios, vestuarios y gimnasios. El paisaje nos habla de una naturaleza salvaje que se ha contagiado a los seres que deambulan por él. Detrás de las cámaras se encuentra ahora una debutante llamada Sofia Exarchou, y de nuevo, se disipan las dudas. Estamos en el Teatro Principal, en la sesión inaugural de la sección Nuev@s Director@s, la cual empieza con fuerza (con mucha más que la Oficial) con “Park”. Lo hace con un retrato coral de una juventud, la griega, desamparada, magullada y, en última instancia, rebotada. Como viene siendo habitual en el nuevo cine heleno, el poder alegórico de la acción dibujada, es tan obvio como poderoso. Puede que a la directora y guionista le pueda, en más de una ocasión, la tentación de subrayar demasiado su mensaje, pero no por ello debe restársele mérito a una ópera prima innegablemente potente en el estilo, y contundente a la hora de pasar de lo personal a lo colectivo, y de hacernos entender, de paso, que el orgullo, tanto el propio como el compartido, están igualmente heridos.

Mientras, en Argentina, una joven escritora se halla en la encrucijada de dos procesos de creación que conjugan la vida y la muerte. Por si esto no fuera suficiente, se añade a la ecuación una ruptura que igualmente se manifiesta en dos frentes distintos. El primero, la separación con su pareja sentimental; el segundo, el olvido de la figura paterna. La fractura es tanto sentimental como memorística. El problema, obviamente, es descomunal. La solución, es igualmente maravillosa, pues a la fragilidad de los recuerdos, aquí se responde a través de un artificio tan sofisticado como entendedor a la hora de transmitirnos sus propósitos y de permitir que éstos calen hasta lo más hondo de nuestro ser. Observando todo esto está Milagros Mumenthaler, y se confirma que Horizontes Latinos también ha empezado viento en popa. En “La idea de un lago”, la cineasta responsable de la deliciosa ‘Abrir puertas y ventanas’, firma un evocador drama intimista en el que la memoria personal y la histórica comparten el marco de la misma fotografía. Así, como por arte de magia, presente y pasado se convierten en el mismo fantasma, o si se prefiere, en ese mismo ser querido que ni el implacable paso del tiempo apartará de nuestro lado. Con esta película, Mumenthaler afirma adaptar “Pozo de aire”, libro de poesía y fotografía de Guadalupe Gaona, pero es tal el nivel de implicación con el material, que cuesta creer que la cineasta no nos esté hablando de sus propias vivencias. Del mismo modo en que podría estar hablando de las nuestras.