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Interview
FILOMENA NINA Y VIVIANA GONZALEZ
LINGüISTAS DE BOLIVIA (AIMARA) Y COLOMBIA (NASA)

«Nos preocupa la ruptura del sentimiento incondicional hacia el euskara»

Desde un momento muy complejo que se asemeja a las décadas de 1950 y 1960 en Euskal Herria, cuando se inició la revitalización del euskara, las activistas indígenas de la lengua y la cultura quieren enviar un mensaje a los jóvenes «para que no se desanimen. En ellos está el testigo del euskara y están jugándose mucho», remarcan en una Huhezi donde escuchan hablar cada vez más en castellano.


«Aymara yatiqañax wakisiwa, janiw arusax jiwkaspati» (es necesario aprender la lengua aimara porque nuestra lengua no puede morir), es el mensaje que ha escrito Filomena Nina en el cuaderno. El de Viviana Gonzalez, en nasa yuwe: «Wala wegxathaw ay Euskal Herria kiwete, meh zxigxkwe piyn ûsthaw. Ja'da mhin u'jwek, kwe'sx yuwe pa'ka, kwe'sx we'ge pa'ka» (estamos muy contentos en Euskal Herria, aprendiendo, compartiendo la experiencia. Seguiremos trabajando juntos por nuestra lengua, nuestra raíz).

Ambas lingüistas, la primera boliviana y la segunda colombiana, forman parte del grupo de 18 activistas que han venido a Euskal Herria para tres meses. Aprenden y aportan en el curso “Hizkuntza Biziberritzeko Estrategiak Aditu”, de la asociación Garabide y la facultad Huhezi de Mondragon Unibertsitatea.

«La experiencia está siendo excelente, sobre todo por todo lo que estoy aprendiendo para mi comunidad, donde parece que no se está haciendo más que enseñar el aimara a las personas que lo quieren aprender para tenerlo guardado para el museo. Hay que dar un paso más para mantener viva nuestra lengua y nuestra cultura milenaria que está perdiendo espacio cada día», remarca Nina.

En los años 60 el aimara se hablaba en el centro urbano, pero eso se ha perdido y ahora se conserva en las comunidades lejanas. «Creo que hay que trabajar en estos lugares. Hay que empezar de cero».

Espacios exclusivos

González también está muy satisfecha con la cooperación con Euskal Herria. «Poco a poco le hemos dado la vuelta a la visión que teníamos del trabajo a favor de la lengua y la cultura a partir de lo que ha hecho el euskara para salvar esa crisis en la que estuvo hace 50 o 60 años. Venimos de iniciativas diferentes: de la radio, de la escuela, del sector social... Pero sin una visión clara de qué lugar darle a la lengua. La opción de espacios exclusivos donde nuestra lengua no tenga que estar compitiendo con lenguas mayoritarias está siendo una de las lecciones más importantes. Hay que darle a nuestra lengua el espacio que se merece y hacia allá estamos girando todas nuestras expectativas y nuestro trabajo».

Los frutos de lo que se sembró

Es la tercera vez que esta activista participa en el curso y piensa que esta edición es muy importante porque hay una secuencia en la formación de la gente y, a la vez, se ve el fortalecimiento y el aporte euskaldun a las experiencias. «Se ven los frutos de lo que se sembró. Ahora lo vemos con más sentido, más claridad y sobre todo más raíces en los territorios».

No solo se ha traído gente aquí, sino que el trueque también va en la otra dirección. Así, también se va enriqueciendo el propio proceso vasco.

«Fue muy duro para las generaciones anteriores de Euskal Herria que dieron la vida en la lucha por darle aliento al euskara. Lo han logrado y hay avances inmensos. Pero hay grandes retos. Una de las cosas que vemos con preocupación es la ruptura de ese sentimiento y compromiso tan incondicional hacia la lengua y la cultura en esta nueva generación. Nosotros justamente quisiéramos poder estar en la situación en la que se encuentra el euskara, aunque falten muchas cosas».

La población Nasa ronda las 300.000 personas. «Tenemos datos de la zona en la que trabajamos, de 100.000 habitantes. De ellos el 60% ni habla ni entiende el nasa yuwe. El otro 40% está dividido entre una mitad que lo habla bien y otra que entiende y habla poco o no habla. Es un 20% que con buenas acciones podemos sumar al 20% que habla bien la lengua o que con malas acciones o no haciendo nada lo podemos perder».

Un proceso integral

Tras el primer curso en 2011, los participantes Nasas regresaron con una mirada de que el proceso de revitalización tiene que ser en todos los ámbitos y sectores de la comunidad. «En el Cauca estamos implementando esto con acciones en medios de comunicación, la escuela, educación de adultos, producción cultural, política lingüística... Va muy bien y nos ayuda a generar cambios sociales necesarios para que un proceso de revitalización tenga éxito».

En la radio comunitaria han ganado dos programas que emiten cinco horas a la semana exclusivamente en nasa yuwe. «Hay gente a la que no le gusta pero no vamos a ceder. Tenemos un centro de inmersión donde estamos enseñando solo en nuestra lengua. Es un centro piloto de la Educación Infantil. Al principio las madres y los padres apuntaron a sus hijos e hijas con dudas, pensando que no iban a aprender. En el camino los hemos ido ganando. Tras cuatro años, hicimos un balance del aprendizaje en las matemáticas y la comunicación, lo comparamos con la escuela occidental, y nuestros niños van por delante. Fue un impulso».

«Trabajamos las danzas, el tejido, el calendario propio... Una educación propia. Pedagógicamente es muy distinto, estamos en el campo, en el río, en la huerta... Es otra lección del País Vasco. Aquí hubo un aferramiento muy grande a la lengua y hay otras partes de la cultura y la identidad euskaldun que están descuidadas. Para nosotros fue un golpe sentir que nos podía pasar esto».

En Bolivia, Nina comenta que tienen a su favor el Gobierno, que ha declarado el estado plurinacional. «Pero la gente no tiene claro cómo hacer el trabajo. Aquí nos relatan cómo ha sido la relación diglósica entre el castellano y el euskara. Lo que nos ha sucedido a nosotros es similar. Pero no tenemos textos monolingües. Tampoco medios de que transmitan solo en aimara. Las temáticas que se abordan en los medios bilingües son solo culturales, camino a la folclorización. Ahí estamos perdiendo. Hay que trabajar mucho con los profesores, concienciarles».

En la universidad indígena se enseña el aimara en castellano; no hay enseñanza de inmersión. «Una vez intenté hacerlo pero tuve miedo de que no me entendieran. El miedo nos limita pero es hora de empezar a trabajar».

A González le han impactado dos cosas: «Sentir vivo el movimiento en favor del euskara en las fiestas por las ikastolas, y escuchar a personas que han vivido el proceso como parte de su propia vida».

Sobre la aportación Nasa, destaca que puede animar con su experiencia a recuperar, junto con la lengua, toda la cultura. «No queremos que la gente hable nasa yuwe con un pensamiento blanco. Queremos que lo hablen con un corazón Nasa. Es lo que nos permitirá sobrevivir y permanecer».

Mirada al inicio

Defiende que hay que mirar al inicio del proceso de revitalización del euskara. «En medio de una crisis social, económica, después de la guerra... Un momento muy complejo que es muy parecido al momento en el que estamos nosotros como pueblo. Ese punto de partida nos acerca mucho y, en nuestro caso, nos hace ver que no es cuestión de plata, sino de movimiento social. Para los propios vascos serviría esa mirada porque si se conoce el punto de partida, cuánto ha dolido, se valora más que cuando ya tienes la mesa llena de comida».

Por eso, piensa que sería interesante que este “Aditu” no fuera solamente para la gente de fuera, sino también para los de aquí, porque a veces desde fuera conocen más el proceso que los propios jóvenes euskaldunes, a los que les escuchan hablar en castellano en la misma facultad, donde «tienen todas las posibilidades». «Este año lo vi mucho más que hace cinco años», señala Gonzalez.