En el «noventa y sanjo»
Mal partido de los leones, a merced de un Celta que le pudo golear, pero las paradas de Kepa y dos postreros goles le dieron la victoria.
ATHLETIC 2
CELTA 1
Hay una anécdota simpatiquísima de Roberto ‘El Negro’ Fontanarrosa, cuando ya se encontraba enfermo y un periodista le preguntó qué tal estaba. El conocido humorista y escritor argentino respondió: «Así como estoy, firmo el empate». El Athletic ayer lo habría firmado, allá cuando apenas faltaban diez minutos de partido y el Celta mandaba en el marcador tras haber perdonado lo imperdonable, y haber sido infinitamente superior. Pero «el fútbol muchas veces es imprevisible, este equipo nunca pierde la esperanza, las ganas de seguir y empujar», que resumía Mikel San José tras el pitido final, apenas segundos después de que de un zapatazo suyo desde la frontal del área hubiera dado la vuelta al marcador. Impensable diez minutos antes. Hasta ese instante en que, contra las cuerdas, sin ideas que acompañar a su habitual reacción cuando va por detrás en el resultado, Iñaki Williamas se sacó un recorte en el área y Radoja le tocó lo justo para que el rojiblanco cayera como si en ello le fuera la vida. Penalti y expulsión, por doble amarilla del celtiña, y gol de Aduriz. Con tiempo por delante para algo más que conformarse con el empate, los bilbainos olieron sangre, se volcaron, remataron y en el último suspiro, el ‘señalado’ ayer, el de Atarrabia, enganchaba un cabezazo de Williams que se alojaba en el fondo de la red para regocijo de una grada incrédula y un Celta herido en lo más hondo de su ser. Injusto, pero el fútbol muchas veces lo es y la diosa fortuna esta vez sonrió a un Athletic al que esta victoria le debe reconfortar sobre todo después de haber estado contra las cuerdas casi todo el partido y, por qué no, haberse encomendado a un Kepa Arrizabalaga que por mucho tiempo nos recordó a aquella famosa frase que se acuñó en los tiempos del malogrado Fidel Uriarte, cuando el equipo rojiblanco no marchaba bien, de que el Athletic eran «Iribar y diez más». Kepa salvó, San José apuntilló.
Del carbón al turrón. Y todo en un abrir y cerrar de ojos. Una victoria que vale su peso en oro, que refuerza al colectivo en aras de tiempos mejores, pero triunfo que no puede esconder las carencias de este equipo, anoche a merced de un Celta que salió a por todas, sorprendió, pudo haber llegado a esos minutos finales con goleada en el luminoso, y se vuelve a Vigo preguntándose qué pasó. Eduardo Berizzo ya dijo en la previa que el Athletic te hace daño con poco. Pero es que tanto daño con tan poco...
Desde el mismo pitido inicial el Celta dejó sentadas sus intenciones. Verticalidad y profundidad para sorprender a una defensa bilbaina obligada a correr hacia atrás y un pivote con Mikel Vesga en sustitución de San José que vio coaccionada su disposición posterior con una amarilla a los siete minutos tras una entrega errónea de Yeray. Antes, otro fallo de joven central de Barakaldo propició el primer susto de la noche, en una contra en la que el sueco Guidetti se plantó solo ante un Kepa que salió tarde y de manera inverosímil disparó fuera. Primer regalo local, primer perdón visitante.
Un Celta atrevido, respondón, percutía por banda izquierda donde el belga Bongonda rivalizaba en velocidad con Lekue, en tanto los leones no lograban implicar a Beñat en el juego ni conectar con sus hombres de arriba. Sensaciones poco o nada halagüeñas que a punto estuvieron de concretarse cuando en un balón largo, el enrachado Iago Aspas, haciendo equilibrios con el fuera de juego, se plantó ante Kepa, lo salvó con una vaselina y el balón lo repelía el travesaño para respiro de San Mamés. Segunda vez que los ga- llegos perdonaban y media hora de partido de dominio celeste que el Athletic iba a revertir de ahí al descanso, con más empuje que acierto, pero siempre a expensas de un rival con el contraaque entre ceja y ceja.
El partido nos recordaba al de la temporada pasada, en que el Celta dominó, pero no sentenció. Y más cuando tras el descanso, Iago Aspas volvía a enviar un disparo a la madera, o tras esa endemoniada cesión de Bóveda que Kepa sacó con el pie. Y tanto iba el cántaro a la fuente, que al final el Celta marcó.
El primer toque al que jugaban los celestes desarboló por banda al Athletic, carrera de Bongonda, centro y Aspas, esta vez, no perdona. A partir de ahí, minutos de nada, un Athletic sin reacción visible, ni atisbo de idea alguna, un par de disparos de Muniain y Williamss sin mayores problemas para Rubén... y paradón de Kepa a Iago, que mantenía vivo a unos tocados leones. Y a esa le sucedía otra parada y otra más. «Nosotros tenemos eso, otros tienen cosas mejores que nosotros, pero nosotros no nos entregamos, aunque hemos tenido problemas, pero pensaba que con el uno a cero siempre íbamos a empujar», resumía poco después Ernesto Valverde. Y esas paradas sostuvieron el empate de Aduriz y el zapatazo postrero en el ‘noventa y sanjo’. El Athletic comerá el turrón.