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Interview
ITALIA MÉNDEZ
DEMANDANTE POR TORTURA SEXUAL

«Son estrategias de control a través del cuerpo de la mujer»

En 2008, once mujeres demandaron al Estado mexicano frente al Sistema Interamericano de Derechos Humanos por tortura sexual durante el operativo de Atenco. En setiembre pasado, el caso fue trasladado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH), que podría emitir una sentencia obligatoria. Hablamos de todo este largo proceso con Italia Méndez, una de las demandantes.


¿Qué mensaje quiso dar el Estado mexicano con la violencia de Atenco?

En 2006 había un ambiente político muy encrespado. En la política de arriba dos partidos importantes se estaban disputando el poder, mientras que a nivel de organizaciones sociales se estaba creando algo interesante alrededor de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona del EZLN. Había reuniones por todo el país, había una gran efervescencia de gente que se organizaba desde abajo. Con la represión y la brutalidad, el Estado intentó detener los procesos organizativos que iban naciendo.

¿Cuáles fueron las circunstancias de su detención?

La Policía entró de madrugada en la casa donde me encontraba, que fue allanada sin orden de cateo. Me detuvieron de forma arbitraria, no me encontraba en la comisión de ningún delito y no había ninguna orden de aprensión en mi contra. Me sometieron a interrogatorio y, después de golpearme e insultarme, me subieron a un autobús y me trasladaron al penal Santiaguito de Toluca.

¿Qué pasó durante el viaje rumbo al penal?

En el autobús había pilas de personas sometidas en el suelo, los policías les caminaban encima. A mí me llevaron arrastrando hasta el último asiento y me depositaron como si fuera un bulto encima de otras personas. Allí empezaron los sofocamientos, los golpes y las amenazas de muerte. Rompieron mi ropa interior, me subieron la blusa hasta la cabeza, me bajaron los pantalones hasta los tobillos y permanecí desnuda durante todo el viaje. Utilizaron varios instrumentos, que hasta la fecha no puedo describir qué eran, para introducirlos en mi vagina. Todo esto acompañado por amenazas de muerte con un lenguaje totalmente misógino. Y lo más grave es que estaba escuchando cómo torturaban a las otras personas.

Llegamos a la cárcel heridos, pero no había doctores. Estuve dentro quince días y salí bajo fianza. Fue difícil dejar allí a las compañeras; algunas estuvieron allí dos años y medio.

¿Me cuenta su batalla judicial?

Acudir al Sistema Interamericano de Derechos Humanos fue el desenlace natural de tanta impunidad en México. Tal vez teníamos la posibilidad de llevar esta denuncia de manera anónima pero pensamos que mostrar nuestros rostros brinda más fuerza a nuestra lucha. Nosotras cargamos con el peso del estigma de la violación, del haber sido mostrada públicamente nuestra sexualidad. No queremos una solución amistosa con el Estado mexicano, sino un acceso a la justicia que sea integral; que el Estado mexicano tenga que responder no solo a nosotras y a nuestras familias, sino a la sociedad misma de cómo es capaz de usar estas estrategias de control social en contra de las organizaciones a través del cuerpo de la mujer.