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Interview
BERTRAND TAVERNIER
CINEASTA

«Hay que evitar seguir las modas y quedarse instalado en ellas»

Nacido en Lyon en 1941, es uno de los cineastas más reputados de su país. Antes de debutar como director desempeñó una notable labor como crítico y promotor de cineclubs y es esa faceta de divulgador la que retoma en «Las películas de mi vida», un documental en el que emprende un recorrido sentimental por la historia del cine francés que acaba de estrenarse en salas tras su paso por Zinemaldia.


Cinéfilo antes que cineasta, Bertrand Tavernier destila un entusiasmo contagioso al hablar de su admiración por determinados directores y de las obras que más le han marcado como espectador. No es algo nuevo, ahí está su monumental libro “50 años de cine norteamericano”, co-escrito junto a Jean-Pierre Coursodon, para dar fe de ese ardor cinéfilo revestido de lucidez crítica sobre el que ahora vuelve en “Las películas de mi vida”, un documental de más de tres horas donde se aproxima a algunos de los grandes nombres del cine francés atendiendo a la íntima pasión que Tavernier siente por su trabajo: «Yo sería incapaz de hacer nada sin pasión y no solo en calidad de divulgador, también de director. Cuando hago cine de ficción vivo con mis personajes, como con ellos, comparto sus sueños… Por ejemplo mientras rodaba ‘En el centro de la tormenta’, con Tommy Lee Jones, comí sándwiches de ostras fritas y bebí Doctor Pepper que es un refresco horrible, pero era lo que hacía su personaje y la necesidad de entender a aquel sheriff sureño me llevó a eso», comenta Tavernier entre risas. La emoción que le procura su oficio le lleva, según sus propias palabras, «a que cuando me zambullo en una historia luego me resulte muy complicado desconectar y volver al mundo real. Por eso intento que mis rodajes sean cortos, no más de siete u ocho semanas. Si estuviera metido de lleno en un proyecto durante cinco meses, como algunos de mis colegas, terminaría por volverme loco».

Contradiciéndose a sí mismo, el cineasta lleva más de dos años dedicado a esa reconstrucción de la historia del cine francés en clave íntima de la que “Las películas de mi vida” constituye solamente el primer capítulo: «Mi prioridad ahora mismo es terminar las ocho horas de montaje que tendrá este proyecto en su versión definitiva, que será la que se emita por televisión. Quizá luego vuelva al cine de ficción pero no me gusta adelantar acontecimientos. Eso no quiere decir que no esté pensando en temas, en historias, en argumentos. Eso es algo que no puedo evitar, pero, hoy por hoy, estoy entregado en cuerpo y alma a esta obra».

Bertrand Tavernier reconoce que hacer la selección de aquellas películas y directores que concitan su mirada en “Las películas de mi vida”, no fue tarea sencilla: «Hice una selección de más de 150 títulos basándome única y exclusivamente en mis recuerdos como espectador, pero luego comprobamos que no podíamos utilizar imágenes de muchas de esas películas, bien porque no teníamos los derechos, bien porque las copias que nos mandaron tenían una muy mala calidad de imagen». Sin embargo, para el director galo, la mayor dificultad que tuvo que afrontar fue la de «elaborar un guion que generase una especie de relato para dar cabida a todos los títulos seleccionados, a todos los cineastas de los que queríamos hablar, hasta que, finalmente asumimos que son las películas las que dictan el sentido del documental y por eso se quedaron fuera del mismo determinadas obras o determinados cineastas». Esas ausencias alentaron la idea de que el proyecto de “Las películas de mi vida” no se agotase en un único documental, algo que el propio Tavernier justifica apelando a un nombre propio, el del venerado cineasta Henri-Georges Clouzot, director de títulos como “Las diabólicas” o “El salario del miedo”. «A Clouzot, no le metí porque no le traté personalmente y como tal no encajaba en la idea de armar un recorrido por el cine francés partiendo de mis propias vivencias, pero su obra tampoco estaba en sintonía con la de los realizadores de los que hablamos en ‘Las películas de mi vida’, porque Clouzot representa el cine de la ocupación, con lo que si hablaba de él me veía obligado a hablar de esa época histórica y sentía que, tal y como había armado el documental, su figura y sus circunstancias quedaban fuera de mi relato. El caso de Clouzot me hizo pensar que quizá más que un documental debería hacer una serie de documentales cada uno con su propio enfoque».

Aunque el recorrido que lleva a cabo Tavernier en “Las películas de mi vida” es (y él no lo esconde) un itinerario sentimental, en su empeño también está hacer un análisis de sus films favoritos aunque este quede supeditado al impacto emocional que le procuran. «Por ejemplo –comenta Tavernier–, ‘París, bajos fondos’ de Jacques Becker, es una película que a mí me atrapa por la emoción, eso no quiere decir que no sea una película inteligente o cerebral. De hecho, en el documental quise demostrar cómo la inteligencia de Becker se dejaba sentir en algunos detalles de puesta en escena, por ejemplo en su manera de resolver el conflicto en una secuencia sublime carente de diálogos, pero eso dio lugar a una disertación tan larga y prolija que tuve que sacarla del montaje final».

En esa aproximación afectiva a los cineastas que más le han marcado no podían faltar nombres como Jean-Pierre Melville o Claude Sautet, invocados en calidad de pioneros del noir, pues sabida es la querencia de Tavernier hacia el cine de género. «Para algunos cineastas el género ha sido una manera formidable de abordar ciertos temas e incluso, en ocasiones, una coartada para sortear la censura abordando de manera sutil e indirecta ciertas cuestiones sobre las que era difícil hablar de manera frontal. Yo siempre he defendido el cine de género pero ahora mismo me choca un poco la sobrevaloración a la que está sometido por parte de la cinefilia más joven que rechaza todas aquellas películas que no sean de género».

Bertrand Tavernier defiende la curiosidad y la amplitud de miras como soportes imprescindibles para poder cultivar un sincero amor por el cine: «Detesto la especialización. ¿Cuántos blogs hay ahora especializados en films de ciencia ficción o en películas horribles de serie Z? Lo peor es que esa gente se declara cinéfila. Para ser cinéfilo hay que conceder la misma oportunidad a ese tipo de propuestas que a un film de Ingmar Bergman o de Kaurismaki, lo realmente enriquecedor es la posibilidad de ir cambiando, de tener la mente abierta para disfrutar de todo tipo de películas. Yo creo haber sido de los primeros que defendió y ensalzó la figura de Roger Corman, por oposición a los estándares de representación del mainstream hollywoodiense, pero hoy resulta desalentador constatar que sobre Corman hay publicada una docena de libros y que no existe ninguno dedicado a glosar la figura de William Wyler cuya filmografía entre 1930 y 1950 resulta genial en su totalidad». Frente a eso la receta que ofrece Tavernier y, que incorpora a “Las películas de mi vida”, es la de «evitar seguir las modas y quedarse instalados en ellas. Hay que mirar al cine clásico, volver a directores como Jacques Becker cuyas películas son magníficas y no tienen la reputación que merecen».

El hecho de que en ese peculiar recorrido por el cine francés omita títulos y cineastas de los últimos cuarenta años no obedece a la necesidad de establecer guiños nostálgicos. «De hecho –comenta Tavernier– hay muchos directores franceses actuales cuyos trabajos me fascinan. Podría citar nombres como los de Olivier Assayas, Arnaud Desplechin, Emmanuelle Bercot, Jacques Audiard, Stéphane Brizé, Philippe Lioret… Los directores de los que hablo en ‘Las películas de mi vida’ me suscitan admiración y respeto, pero no nostalgia. Yo estoy muy contento de vivir en la época en la que vivo incluso no gustándome muchas de las cosas que acontecen en el mundo actual, pero es la época en la que me ha tocado vivir y no puedo renunciar a formar parte de ella, por lo tanto no, no soy nostálgico».