Desde Zalla a Bilbo para pedir impliación institucional con CEL
Trabajadores del grupo CEL recorrieron ayer los 25 kilómetros que hay desde su fábrica de Aranguren, en Zalla, hasta la Gran Vía bilbaína para exigir a Lakua y a la Diputación «políticas efectivas» que eviten su cierre, hundiendo aún más a una comarca como Enkarterri sacudida por la desindustrialización.
La «incertidumbre» embarga a los 254 trabajadores de CEL, así como a otros 50 de contratas, pendientes de que un «grupo inversor solvente» se haga cargo de las factorías de Zalla, Gueñes y Artziniega. El martes les visitaron unos inversores chilenos y el miércoles otros catalanes pero, según indicó Asier Prado, presidente del comité de empresa, «siguen esperando acontecimientos» y a la reunión prevista para la semana entrante con el administrador concursal.
Ayer, cubrieron a pie la distancia que hay desde la fábrica de Ecofibras, en Aranguren, hasta el palacio foral, pasando por la delegación del Ejecutivo de Lakua, para denunciar su situación y demandar la implicación de ambas administraciones. Hasta ahora, recordaron, han recibido promesas pero ninguna se ha cumplido, ni siquiera la efectuada el 28 de junio por el diputado vizcaino de Desarrollo Económico y Territorial, Imanol Pradales, en el pleno de las Juntas Generales en Abellaneda, de que el Gobierno foral iba a mediar para que se restableciese el suministro eléctrico a la planta matriz, la de Zalla, que tampoco dispone de materia prima.
Camino de Bilbo, uno de los 110 trabajadores de esa fábrica de Aranguren, reconocía que están siendo «días muy duros, dada la incertidumbre bastante grande que tenemos sobre el futuro de nuestros puestos de trabajo». La planta lleva parada un mes. «De un día para otro nos dijeron que nos iban a cortar la electricidad y seguimos igual a pesar de las promesas», añadió.
A raíz de esta movilización, el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, afirmó ayer ante la prensa que están trabajando «discretamente» con los posibles inversores, apostillando que la situación del grupo CEL «ocupa y preocupa» a su Gobierno, que trabaja en coordinación con Lakua.
CEL, apuntaron los trabajadores, «es la única empresa potente que quedaba en Enkarterri después del cierre de Thyssenkrupp Mure y Arkema en Alonsotegi y Reckitt en Gueñes».
La fábrica de Gueñes trabaja gracias a un grupo electrógeno mientras que la de Artziniega tiene electricidad pero empieza a escasear el material que le abastecía la de Zalla, que está parada. «Es cuestión de días», lamentaban, seguros de que, si no hay movimientos, se paralizará toda la actividad. «No tenemos ni una triste llamada de pedidos. La pérdida de clientes empeora la situación», advirtieron.
Criticaron que Lakua les haya «abandonado a su suerte» al vender su participación del 40% para traspasarla al accionista minoritario, Zurbost Gestión, a quien acusan de ser responsable de que el grupo haya entrado en concurso y estén al borde del cierre si nadie lo remedia. Una trabajadora, con 46 años en la empresa, aseguraba que todo había funcionado bien hasta que llegaron estos inversores.