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Paraguas artesanos que viajan al mundo

Trabajo artesanal y minucioso, hecho con mimo desde 1935. La fábrica de paraguas Ezpeleta, en Oñati, es prácticamente de las únicas en el Estado español que las confecciona a mano. Estampados llamativos, otros más discretos y una diversidad asombrosa en mangos. ¡Qué llueva, aunque sea verano!



Uno de los estampados de Ezpeleta. Cada año elabora más de treinta diseños solo para los paraguas largos. EZPELETA

Es imposible fijar la fecha exacta en la que nació el paraguas, un objeto tan milenario como las civilizaciones más antiguas. Hay teorías que apuntan a que se inventó como utensilio para protegerse del sol, y no de la lluvia, aunque después su uso se ha adaptado a los tiempos, hábitos y culturas del mundo. Existen grabados egipcios que muestran a faraones cubriendo sus cabezas del intenso calor. Eran, además, símbolo de poder. En países como China e India también hay documentos que constatan su uso hace ya miles de años.

En tiempos más actuales, han sido los británicos sus mejores embajadores. Lo tienen asimilado en su día a día y lo conciben como un elemento más de la vestimenta, afirman desde el taller Ezpeleta de Oñati.


Inés corta la tela de los paraguas que ha encargado la Asamblea Nacional francesa. (Marisol RAMIREZ | ARGAZKI PRESS)


Trini supervisa la estructura de un paraguas. (Marisol RAMIREZ | ARGAZKI PRESS)

Esta fábrica es un lugar muy singular donde se respira tradición, historia y una forma de hacer que escasea en tiempos modernos. Elaboran paraguas de alta gama a mano desde hace más de ochenta años. Mientras Trini revisa una montura y ata las varillas, Inés corta las ocho piezas de tela que componen el paraguas con unas enormes tijeras que solo ella sabe manejar. Lo hace así desde que tiene quince años, y ya mira de reojo la jubilación. La maquinaria no ha cambiado desde su fundación; se hace como se ha hecho siempre. «Hay máquinas de coser, pero hay una persona con ella, haciendo el trabajo con sus manos. El de aquí es un proceso totalmente artesano », afirman Susana Guridi, directora de la firma y Mireia Arregi, responsable del departamento de diseño.


‘Paraguas con historia desde 1935’, en referencia al inicio de la producción. (Marisol RAMIREZ | ARGAZKI PRESS)

Con ellas recorremos el taller. Explican que el proceso para la fabricación del paraguas comienza con la misma elección del diseño, para lo que hay que tener muy en cuenta la moda y las tendencias, porque este elemento es parte de la vestimenta. Así lo entienden al menos en Ezpeleta, y en eso se empeñan, en que cale la cultura del paraguas, en que pensemos en él a la hora de vestir. «Lo entendemos como un complemento más. Cuántas veces vemos a personas muy bien vestidas, de punta en blanco, que han cuidado los detalles y, sin embargo, con un paraguas viejo, roto o de propaganda… es una pena porque se echa a perder el atuendo », señalan.

Al año hacen unos treinta estampados nuevos en cuatro combinaciones diferentes para paraguas largos y unos quince para los cortos. Los diseños propios se envían a estampar a Portugal; otros se compran en Italia. La producción está muy ligada a la demanda, y la demanda, obviamente, a la meteorología. «Si llueve mucho, renovamos más», afirman. De hecho, recuerdan la anécdota de hace unos años, cuando un buen cliente de Iruñea acudió a Ezpeleta casi de urgencia: estaban próximos los sanfermines y se había anunciado un tiempo de perros. «Se presentó con la furgoneta y cargó todo lo que pudo. Lo vendió en tres días porque, efectivamente, los pronósticos dieron de lleno», recuerdan.

Los meses estivales son tiempo de mucho trabajo en el departamento de diseño y preparación de colecciones en cuanto a los paraguas, porque la firma vasca también fabrica sombrillas y mobiliario exterior para jardines, terrazas, piscina y playa, aunque no se confeccionan en Euskal Herria, sino en Portugal. Los pedidos para resguardarse del sol superan las 50.000 unidades, por lo tanto, no será difícil sentarse en una terraza este verano con una cerveza fresca bajo la sombra de Ezpeleta, afirman. Y si bien hoy en día la costumbre de resguardarse de la intensidad del sol bajo un paraguas está muy ligada a la cultura oriental, la casa vasca también confecciona ligeras y finas sombrillas de mano, largas y cortas, con una tela específica con factor de protección UPF50+ que permite bloquear el 98% de los rayos ultravioleta. Hay que pensar en todo.

A capricho

Volvemos al taller. Normalmente, salvo diseños muy especiales, un paraguas lo componen ocho trozos de tela triangulares e idénticos en cuanto a estampado, aunque hay ocasiones en que las piezas crean una composición, de manera que se simula un gran pañuelo. Cada pieza se cose a otra de forma sucesiva, hasta crear la lona. Dos manos y dos ojos, muy atentos, vigilan cada detalle antes de seguir con el proceso. En la parte superior se le pone una «coronita », una arandela metálica por la que después asomará el extremo de la estructura. Poner el forro, coser las pequeñas piezas en las que se atan las puntas de las varillas y encajar la estructura son partes de un proceso que se prolonga unos veinte minutos. Tras tantos años de experiencia, no hay titubeos en los movimientos de las trabajadoras.

De sus manos salen los paraguas de gama alta; el resto se producen en Asia y, entre los clientes, países como Noruega, Estados Unidos, Brasil, estados francés y español y Euskal Herria, por supuesto. Pequeños, medianos y grandes comerciantes que eligen sobre catálogo lo que después ofrecerán a su clientela habitual. Según desvelan tienen más de 4.000 clientes que después, a través de sus tiendas, hacen llegar el producto al consumidor. «El cliente es quién nos dice qué quiere», explica Guridi. En cuanto a los paraguas de gama alta, el empresario elige la tela, el material de la estructura, su color… incluso el tipo de mango. Este puede ser de madera tallada o sin tallar, de bambú, de metacrilato, de java… casi tantas opciones como la imaginación permite. Y asomarse a la estantería de los mangos es descubrir un microcosmos dentro de este mundo particular. Rojos, verdes, azules, transparentes como el agua. Masculinos, elegantes, básicos y refinados. Lo que más se lleva es el metacrilato. «Todo es a capricho. Se trata de una fabricación bajo pedido, totalmente customizado», dicen. La persona que acuda a la tienda pagará «un dinerito» por uno de estos, pero tienen un valor añadido: saber quién lo ha cortado, quién lo ha cosido, que ha sido elaborado en casa, por personas a las que puedes poner nombre y rostro.

Comodidad y ligereza Los paraguas están para lucirlos, así de claro. Abrirlos en un día de lluvia o sol, y hacerlo con orgullo por lo que sujetamos entre manos, aunque todavía, en general, seamos bastante clásicos y poco atrevidos. «Los colores gustan cada vez más, es cierto, pero nos movemos dentro de un abanico. Las flores, por ejemplo, tienen muy buena aceptación –dice Arregi–. En cuanto a los hombres, se arriesgan menos. Granates algo, marrones ojo, los verdes también ahí ahí… se decantan sobre todo por los negros y los azul oscuro», afirma.

Entre los paraguas masculinos los mangos también cobran mucha importancia, según afirman. Se emplean de madera y en ocasiones labrados. «Un buen mango da estatus, también en el caso de las mujeres, a las que se les observa el bolso o los zapatos. ¿Y por qué no el paraguas?», se preguntan.

Sobre la salud de este objeto tan cotidiano y fundamental según en qué latitud, desde Ezpeleta afirman que la demanda ha cambiado mucho, porque tampoco son ajenos a las tendencias. «Antes solo se pedían paraguas largos, pero hoy día el estilo de vida ha cambiado y, sobre todo en las ciudades se consumen paraguas cortos y ligeros, que se puedan guardar de forma fácil en el bolso o en la mochila; se busca, sobre todo, comodidad y que no pesen», sostiene Guridi.

Lo mismo ocurre con las sombrillas. Antes pesaban cuatro toneladas, y llevarla era un engorro. Hoy, las estructuras son ligeras, de fibra y aluminio, lo que permite un transporte cómodo.

Destacar en diseño

Del taller nos trasladamos al espacio en el que están expuestos gran parte de los paraguas Ezpeleta. Destaca la gran variedad, el color, los tamaños, dibujos… no hay dos iguales, y cada uno tiene su propia personalidad. «Si tuviéramos que definirnos en dos palabras serían ‘diseño’ y ‘calidad’», expresan. Por eso, destacan el trabajo que hacen en el departamento de diseño para elegir lo que finalmente llegará a las tiendas. Uno de los objetivos, «que se distinga entre el resto cuál es el paraguas Ezpeleta». Y claro, admiten entre risas la deformación profesional que «padecen». No pueden evitar fijarse en lo que lleva la gente mientras pasean por la calle. «Enseguida nos damos cuenta si es nuestro o no», reconocen.

Despertar ganas de hacerse con uno de ellos es otro de los retos. Asombrar con los estampados o con los pequeños detalles; por eso, en la empresa Ezpeleta no creen que sea una locura tener más de uno. Citan el caso extremo de la reina de Inglaterra, Isabel II, que lo combina absolutamente todo, sombrerito incluido.

No se trata de llegar eso, pero sí de tener varios y emplearlos, incluso, según el humor del día.

Y un par de consejos: no esperar al invierno para reponer aquel que se nos rompió cruzando el puente, porque nadie se libra de los chaparrones estivales que caen a traición y vistiendo chanclas. Y dos, nada de dejar el envidiado paraguas en la entrada del bar o la tienda. «No conviene. Un paraguas bueno y bonito destaca entre los demás, y el que te dejan, claro está, siempre suele ser peor », advierten.