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Interview
JUAN MARTÍNEZ D’AUBUISSON
ANTROPÓLOGO SALVADOREñO

«La violencia de las maras está vinculada a todo un sistema de identidad»

El antropólogo Juan Martínez D’Aubuisson (San Salvador, 1986) lleva una década investigando las raíces de la violencia de las pandillas y cómo un país que firmó hace 25 años la paz, no logra que sus ciudadanos dejen de matarse. Explica las condiciones en las que se forma un pandillero, el papel de EEUU y las políticas para combatirlas del Gobierno del FMLN.


A pesar de no estar en guerra, El Salvador, Guatemala y Honduras, el llamado Triángulo Norte, viven desde hace más de dos décadas la despiadada guerra entre las pandillas Barrio 18 y Mara Salvatrucha; y de éstas con el Estado. Una confrontación que ha contribuido a que estos países cuenten con las tasas de homicidios más altas del mundo.

Estuvo un año en un barrio dominado por la Mara Salvatrucha para su tesis (“Ver, oír, callar”, Pepitas de Calabaza). ¿Cuáles de sus ideas previas se confirmaron o se refutaron?

La primera, la que fui a buscar, era sobre el origen de la violencia. Se nos había vendido que era salvaje y caótica y que era la violencia en sí misma. Y descubrí que la violencia estaba vinculada a todo un sistema de identidad. En segundo lugar, esperaba encontrar un conflicto entre la Mara Salvatrucha (MS) y el Barrio 18; pero, en realidad, no lo hay. Son algo en función de que no son lo otro. Se necesitan como un boxeador necesita a otro para pelear. Todo se reduce a cadenas de venganza: mataste a mi primo, te mato a ti.

¿Y la venganza ha llevado a esto? (En 2016 5,278 personas fueron ejecutadas en El Salvador, 6,3 millones de habitantes)

Se matan por una idea de identidad, estatus, poder y prestigio. Si eres Ulises, por ejemplo. Yo conocí a un Ulises que no tenía dinero ni papá y tenía una mamá que no podía atenderlo. Pero, si se vuelve ‘El Dreamer’, es cierto que puede morir; pero va a vivir para siempre en las paredes de su barrio y mientras viva, va a vivir la vida loca. Prefiere eso, porque ya estaba socialmente muerto y, cuando estás muerto, morir no asusta tanto. 

¿Cómo son las condiciones de vida en esas colonias?

Mucha pobreza. Economías del día. Hay gente que obliga a sus niños a trabajar, porque no puede dejar de percibir lo que traen a casa trabajando. Un barrio es un lugar insalubre, totalmente abandonado por el Estado. En la clica (unidad básica de funcionamiento de la pandilla) donde yo estaba, a la hora del almuerzo llegaban muchachos de 12, 11 años. No por ideas complejas, sino porque teníamos arroz. Para esos chicos, el gancho de las pandillas se llamó arroz.  

¿Cuál es el papel de la mujer?

<>Si bien no es protagónico, es esencial. La pandilla no se mueve sin las mujeres, son su base social. En la estructura pandillera, no digo la clica, hay más mujeres que hombres.

¿Las mujeres matan?

Mucho menos que los hombres. Sufren más violencia de la que ejercen.

Cuando Trump llegó a la Casa Blanca apostó por «exterminar a la Mara Salvatrucha». ¿Crees que eso es posible? 

No. ¿Qué está diciendo EEUU ahora, si las pandillas se formaron allá? Las pandillas tienen una trayectoria larguísima, asociada a la migración. Sólo en Los Ángeles hay miles de ellas, de afroamericanos, de asiáticos…

¿Cómo fue ese proceso de creación de las pandillas centroamericanas en EEUU?

La 18 es vieja, de los años 40, formada por mexicanos y engrosada por centroamericanos. Siempre digo que Reagan es el gran padrino de la Mara Salvatrucha. Hizo dos cosas que fortalecieron a las pandillas. Por un lado, apostó a la guerra contra las drogas. Desarticuló bandas de vendedores, dejando campo abierto para lo que había estado abajo, las pandillas. Por otro, apostó a financiar a los gobiernos latinoamericanos para que combatieran al comunismo.

¿Cómo afectó la lucha contra el comunismo a la formación de las pandillas?

Contribuyeron a formar a la ultraderecha y al Ejército represivo de El Salvador o Guatemala. Decían: ‘Estos monstruos son necesarios para que no nos llegue el dragón’. Que ya venía. Nicaragua cayó, Cuba, ni se diga. Estas estrategias hicieron que nuestros países llegaran a niveles de violencia inhumanos. Eso hizo que la gente migrara a EEUU. Allí, en una sociedad tan desigual, se defendían de otros migrantes. Luego los deportaron a El Salvador. Aquí las pandillas se tropicalizaron. Es como si sacas un virus de un refrigerador y lo metes en el trópico. Con el calor se expande y crece y engorda, muta y se mezcla.

¿Qué condiciones permitieron la expansión de las pandillas?

EEUU deportó a muchos pandilleros cuando estábamos saliendo de una guerra civil. Llegaron a una sociedad muy débil, muy joven. La gran esperanza de una parte de la población era alcanzar el poder por las armas, y revertir todos los procesos injustos que había, pero no se logró. Ni en Guatemala, ni en El Salvador, ni en Nicaragua. Fracasaron. Había una gran desesperanza social. Jóvenes que crecieron en guerra y, cuando acabó, no sabían hacer otra cosa. La pandilla fue la gran oportunidad para muchos de ellos. 

¿Por qué en Nicaragua no hay pandillas?

¿Cómo fue la llegada de las pandillas a El Salvador?

Cuando vinieron, en los 90, los deportados eran ‘rockstar’. Eran grandes y fuertes y hablaban en inglés. Venían con ropa que no habíamos visto ni en las películas. Y traían una nueva propuesta, violenta, contra la 18, y la 18 proponía una guerra a la MS. Podías ganar un estatus que no alcanzarías trabajando. Aquí se mezclaron con pandillas barriales y se fue generando una historia pandillera. Se generó un conjunto de mitos, valores y normas y un mundo nuevo al que todos los bichos (niños) querían entrar. 

Hace unas semanas publicó un reportaje que demostraba cómo un grupo de la Policía Nacional Civil de El Salvador estaba matando pandilleros. (“En la intimidad del escuadrón de la muerte de la Policía”, Revista Tatum). ¿Cuál es el riesgo para la sociedad de estos grupos de exterminio policiales?

Cuando se le da a un grupo tan poderoso como las FES (Fuerzas Especiales de Reacción de El Salvador) carta blanca para cometer un delito grave, como el homicidio, ¿cómo le dices luego que no robe?, ¿que no extorsione? Porque la impunidad es un paquete, o lo das o no lo das, y el Estado salvadoreño lo dio.

Esa publicación no fue bien acogida por la población, que en vez de indignarse porque el Estado esté matando a sus ciudadanos, les acusan a ustedes de proteger a los mareros.

Cuando una sociedad se compromete con la violencia y con el exterminio, es difícil que pueda salir de eso y ver más allá. La sociedad alemana lo pudo ver hasta después de haber perdido la guerra, la sociedad ruandesa hasta después de haber salido de aquella pesadilla....

¿Cómo puede ser que el Gobierno del FMLN, de izquierdas, haya comenzado a matar a sus propios habitantes?

En 2001, cuando el Gobierno ultraderechista de Arena apuesta por una estrategia de mano dura, de perseguir pandilleros y encarcelarlos, el FMLN fue muy crítico. En buena parte, porque las comunidades rechazaban esa medida. El FMLN tomó posesión en 2009, y en julio de 2010 pasó un evento terrible: en medio de una guerra entre dos clicas, el Barrio 18 quema una buseta (microbús) con civiles. Murieron veinte. A mi juicio, ese fue el parteaguas. El presidente, Mauricio Funes, lo interpretó como un acto de terrorismo, desconociendo la lógica local de las pandillas y las investigaciones judiciales. Empezaron medidas bien represivas. La guerra se centró en las cárceles.

¿Qué llevo al Estado a pactar una tregua en 2012?

La explicación que me dio Munguía Payes (Ministro de Defensa) es: ‘Evaluamos la posibilidad de arrasarlos militarmente, pero políticamente no era viable’. Lo que no se podía hacer era seguir igual y plantea la tregua. Se hace acompañar de un exguerrillero, Raúl Mijangos, y de buena parte de las iglesias.

Pero duró muy poco tiempo. ¿Por qué no funcionó? ¿La población la apoyaba?

Hubo mucho secretismo y fuerzas importantes, dentro del Estado y fuera, que no entendieron el objetivo de la tregua. Si hubiéramos hecho una encuesta, la gente hubiera dicho que no estaba a favor. La población ha sido muy castigada por las pandillas, y ver al Estado estrechando la mano de sus agresores le sentó muy mal. No estábamos hablando de acuerdos de paz, sino de un acercamiento. No cesaban las hostilidades, solo los homicidios. Estos se desplomaron, pero la extorsión no bajó. En los barrios, la gente organizada si apoyó la tregua.

¿Qué posición tomó la Embajada de EEUU

Se mostró siempre absolutamente en contra de la tregua, por esa política gringa de «no se negocia con terroristas». Movió piezas políticas dentro de la Fiscalía, que, por cierto, financió para desmontar el proceso. Fue uno de los grandes aliados para quienes no querían la tregua.

¿Qué papel ha jugado la cooperación internacional en el problema de la violencia provocada por las pandillas?

La cooperación tiene millones de dólares y los ocupan en planes bajo la etiqueta de prevención contra la violencia, de rehabilitación de jóvenes en riesgo, porque les da miedo decir pandilleros. Y no han sacado a ni uno de las clicas. Sí lo hicieron las iglesias pequeñas, sin recursos. Debería darle vergüenza a la cooperación internacional.

¿Cómo lo han hecho las iglesias?

Han logrado sacar a miles de pandilleros y reinsertarlos tras un proceso de depuración y de sanación, que a mí me enternece, porque parte de la compasión que tienen unos por otros, porque no consideran que esos tipos sean unos monstruos.

¿Después de tantos años y tantas estrategias fallidas ve alguna luz al final del túnel?

Desde mi punto de vista, empieza con un acuerdo nacional, de los grupos de poder, políticos, económicos, los grupos de representación comunitaria, las iglesias... Los que tienen un espacio asignado en la mesa donde se está jugando el póker del poder. Pero, tal como está la cosa, hay un acuerdo, pero es con la muerte, con el exterminio.