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Polifemo y Puigdemont

Aritz Intxusta.

La parte más cinematográfica de la huida de Ulises de la cueva de Polifemo, en la Isla de los Cíclopes, es cuando lo ciegan con un tizón de olivo y se agarran a las lanas del vientre de las ovejas gigantes que pastorea aquel enorme bruto. Polifemo, tras buscar por todos los rincones, decide mover la roca que tapaba la entrada y sacar al rebaño, pero palpa las ovejas solo por el lomo sin detectar a los griegos escondidos debajo.

En realidad, la argucia completa del rey de Ítaca resulta un punto más complicada y empieza con las presentaciones. Cuando Polifemo le pregunta por su nombre, Ulises le dice: «Nadie es mi nombre. Nadie me llaman mi padre, madre y mis compañeros».

La utilidad de esta curiosa estratagema se conocerá justo después de que hieran en el ojo al gigante. Al escuchar los terribles gritos, otros cíclopes corren a preguntar qué ocurre. Y Polifemo responde: «Nadie me mata con engaño y no con sus propias fuerzas». Entonces, sus hermanos ven que no pueden ayudarle y responden: «Pues si nadie te ataca y estas solo… es imposible escapar de la enfermedad». Así, el triste bruto se queda abandonado en su alocada persecución de Ulises y los demás, que acaban retomando su viaje en barco bajo una lluvia de peñascos lanzados sin puntería. 

Muchos pensadores han identificado en esta analogía cómo el hombre civilizado vence al primitivo. Uno tienen dos ojos, visión binocular que le permite identificar volúmenes, medir con más acierto y tener perspectiva. El otro, el primitivo, solo una visión plana de la realidad y, consecuentemente, un pensamiento unidireccional.

Pienso que en cuanto el Estado entienda que ha anulado a Puigdemont, pronto caerá en una afirmación tan falsa como la de Polifemo. «Nadie amenaza ya mis fronteras. Nadie se ha independizado. Nadie puede vencerme», proclamará una orgullosa Madrid, a la par que continuará arrojando embrutecida secesiones, rebeliones y cientocincuentaycincos sobre Catalunya. Y mientras la metrópoli enloquece de soberbia, para los catalanes Ítaca seguirá estando algo lejos, pero un poquito más cerca.