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Hacia una Catalunya ingobernable


Si hay alguien que esté condicionando las elecciones del 21D con sus decisiones, ese es el juez Pablo Llarena, que desde el Supremo maneja los hilos de un proceso judicial que ejerce de espada de Damocles sobre el independentismo. Reparte juego, abre y cierra puertas, da y quita oportunidades; tan pronto te mantiene en prisión al vicepresidente Junqueras como te quita la euroorden contra el president Puigdemont, al tiempo que amplía la investigación a Marta Rovira o Anna Gabriel, anunciando el macrosumario que ya se va construyendo.

Las decisiones de Llarena no son inocentes, tienen un impacto político directo sobre la campaña electoral. La retirada de la euroordern contra Puigdemont es un tanto importante para el president, que ve validado su relato y su decisión de exiliarse. Y a su vez, la decisión de mantener en prisión a Junqueras lastra notablemente la campaña de Esquerra, que no consigue hacer despegar a Rovira, convertida en blanco de la caverna.

La situación creada impulsa –aunque no explica por sí sola– la remontada de Puigdemont, a quien las últimas encuestas sitúan ya en un empate técnico con Esquerra, que empezaba la campaña con una ventaja considerable –cabe recordar que suya es la decisión de no reeditar candidatura unitaria–. Acudir en listas separadas debía servir para arrastrar más votos y poner el foco en el debate sobre el modelo de país a construir, pero de momento solo sirve para luchar por el mismo elector.

Este empate técnico a unos 30-32 diputados tiene dos ventajas para el Estado. Primera: sitúa a Ciudadanos de forma creíble en la lucha por la victoria electoral –al menos en número de votos–, lo que significaría un serio revés para el soberanismo, aunque fuese en términos estéticos. Y segunda: complica muchísimo la gestión del escenario postelectoral. El capítulo fraticida en el seno del independentismo en caso de empate técnico será considerable –recordemos que Rajoy siempre lo ha fiado todo a la implosión interna del soberanismo–.

El bloque del 155 no gobernará. Ni en unas elecciones viciadas como estas les alcanzarán los números. Pero si no gobiernan ellos, ¿qué mejor que conseguir que nadie gobierne?