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El PP no necesita una convención sino un exorcismo

El PP reúne durante este fin de semana a todos sus cargos internos e institucionales en una convención en Sevilla diseñada para relanzar al partido frente a las amenazas electorales, pero tras el paréntesis, Catalunya y Cifuentes seguirán lastrándolo hacia el fondo.


No es que haya un gafe en el PP, es que hace mal las cosas. Mariano Rajoy había convocado para este fin de semana una convención de 2.500 cargos internos e institucionales en Sevilla, con el objetivo de relanzar la imagen del partido a un año de las elecciones autonómicas y municipales, y cuando Ciudadanos muerde los tobillos de su electorado. Pero a las puertas del acto les han explotado dos bombas. Una, de Estado, la decisión de la justicia alemana de descartar que se pueda acusar de rebelión al president Carles Puigdemont. La otra, interna, –y probablemente propiciada por guerras intestinas– en forma de máster invisible de Cristina Cifuentes, que está destruyendo la imagen de uno de sus iconos y futurible mirlo blanco destinado a las más altas responsabilidades.

Podría parecer mala suerte, pero no es así. Si no hubieran sido estos dos casos, podrían haber sido otros dos, o tres, o cuatro... Al margen de las causas por corrupción que a esta fecha están judicializadas –ya ni saltan a las primeras páginas las declaraciones de altos cargos del PP ante los jueces reconociendo pagos en B, y las ha habido esta misma semana–, a nadie se le oculta que habrá por ahí varios dossieres con más podredumbre, a la espera de llegar a la redacción adecuada.

La decisión del tribunal alemán de no aceptar que Carles Puigdemont haya cometido un delito de rebelión, base de toda la actuación judicial contra las autoridades soberanistas catalanas, es la certificación internacional del que la estrategia del Gobierno de Mariano Rajoy en Catalunya camina hacia ningún lado. Un desastre sin paliativos. Que además tiene difícil corrección, cuando se ha fiado todo a los tribunales y se ha alimentado un marco conceptual de «a por ellos» que solo puede llevar a ahondar en los errores cometidos, puesto que las posiciones más razonables del propio unionismo han sido ya tachadas de melifluas cuando no de abiertamente golpistas.

En cuanto al chapoteo en el fango de Cristina Cifuentes, que ha quitado cualquier protagonismo al arranque de la convención sevillana, concentra en sí mismo todos los males de un partido de poder que se ha creído impune durante mucho tiempo. Una universidad de amiguetes, un máster a medida, una filtración tan interesada como interesante, una respuesta llena de soberbia y poco inteligente, y a partir de ahí una bola de nieve ladera abajo que a estas alturas es ya incontrolable, y que deja a la presidenta y al partido en manos de sus enemigos, internos y externos

El PP no necesita una convención, sino arrancarse de su cuerpo su propia forma de ser, que le está arrastrando al infierno. Supongo que en términos nacional-católicos lo más adecuado sería hablar de un exorcismo.

Porque, mientras tanto, es probable que a fuerza de insistir y acumular discursos de Mariano Rajoy, algunas de las medidas que se propongan en esta convención acaben ocupando titulares. Pero todo será un espejismo. Un simple paréntesis. El lunes, al despertar, Carles Puigdemont y Cristina Cifuentes seguirán allí.