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El hombre burbuja


Enrique Goñi es el hombre burbuja. Era un ejecutivo de medio pelo, subidito de ego y con muchas ganas de convertirse en tiburón. Y de familia bien, de esas que viven en la burbuja de no conocer qué son las estrechuras de fin de mes. Tenía, por tanto, el perfil idóneo para hacer lo que hizo. Sanz le hizo entrega de lo que fue el buque insignia de las finanzas navarras, la CAN. Y en sus manos, aquello era una bicoca, pues hizo y deshizo como quiso. Porque como el dinero era de otros, de los ahorradores navarros, el señor burbuja pudo jugar a ser Botín a riesgo cero. Porque Emilio Botín, que no es santo de mi devoción, al menos tuvo el mérito de arriesgar su propio dinero cuando regía el Santander. Goñi no, Goñi fue un tiburón con dinero de los demás.

Tomó las riendas en 2002, de tal suerte que le pilló la burbuja inmobiliaria. Y claro, el señor burbuja se sintió en su elemento. Quiso ser el que más crecía y construyó sedes y sedes hasta cruzar el charco y abrir una oficina en lo mejorcito de Washington. Y se gastó también 30 millones de euros en publicidad en la empresa de un amigo con el que dicen que quedaba por las mañanas para hacer spinning. ¿Por qué tener prudencia si el dinero es de otros? ¿Por qué tener mesura? Cuando uno vive dentro de una burbuja, no se preocupa por pequeñeces.

La burbuja financiera pinchó. Pero a nuestro señor burbuja, claro, no le afectó nada. El buque CAN se hundía irremediablemente, pero Goñi se embolsó en los peores años de lo que empieza ahora a conocerse como Gran Depresión de 2007 un total de 385.599 euros en primas por obtención de objetivos (es decir, a parte de su sueldo). A mediados de 2011, Banca Cívica salía a bolsa en una operación que resultó un desastre total, con una caída constante de las acciones de un 60%, hasta que Caixabank la adquirió a precio de saldo. Ese año fatídico, el señor burbuja se embolsó 730.455 euros, pues cobró tanto de Cívica como de la CAN.

La burbuja en la que vivió –y vive– el señor burbuja era una burbuja del más exquisito champán francés. En su etapa al frente de la caja cargó más de un cuarto de millón de euros en viajes, restaurantes y hoteles a la Visa Oro del trabajo. Nadie dijo ni mu. Mientras la crisis pegaba con fuerza y la gente perdía su empleos o veía cómo iban al paro familiares y amigos, Goñi no se hacía ni la cama. Se la hacían las kellys del Westin Palace o el María Cristina. El señor burbuja no tenía tiempo para doblar sábanas, pues tenía pitanza en el Zalacaín.

El señor burbuja declaró en el Parlamento extrañado. No entiende nada. La caja está muerta, pero él cree que lo hizo todo bien, pues vive también dentro una burbuja de aduladores. Ayer, Goñi demostró que sigue sin darse cuenta de que vivió por encima de nuestras posibilidades. ¡Pobre diablo!, sigue en su burbuja.