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Tocan fondo en San Mamés

Los leones vuelven a decepcionar ante un escaso público en un partido plano y anodino, donde se vieron humillados por el Levante.


ATHLETIC 1

LEVANTE 3

 

El escritor Juan Villoro confesaba que «para nosotros –los mejicanos–, el fútbol es menos importante que la gente. Es una visión descafeinada de la gesta, lo sé, pero no puedo renunciar a una cultura donde lo mejor del partido es la comida que llevas al estadio». Lunes, horario de noche, partido en San Mamés, rival de la parte baja de la tabla, sin demasiados alicientes clasificatorios, el silbido inicial encuentra como más inmediata respuesta el eco de una grada esquelética... Solo 24.587 espectadores. La entrada más pobre en Liga. La más pobre del nuevo cinco estrellas. Cielo plomizo que desprende roña que no sirimiri, temperatura en tierra de nadie como el propio Athletic, uno de esos partidos en los que de verdad el equipo local está obligado a tirar del público y no al revés, que el bocata en albal del descanso no sea lo mejor de los noventa minutos y que merezca la pena venirse desde Ondarroa, Otxandio o Karrantza en lugar de ver a los tuyos con la cuadrilla en el bar del pueblo o desde el sofá de casa en abierto. Pues los peores pronósticos se cumplieron. Derrota sin paliativos, merecida, enésima pitada de los pocos que aguantaron al The End y lamentable imagen.

Por tercera vez esta temporada Kuko Ziganda repitió once, el que tan bien lo hizo ante el Celta y Villarreal, pero ni por esas. El arreón al Athletic para enganchar de inicio a lo que había de graderío le duró lo que Raúl García en engatillar un misil tierra-aire que fumigó la telaraña de la meta levantina.

Ni diez minutos de juego y los rojiblancos se las prometían con un fútbol dinámico, un Susaeta con ganas, un equipo que trataba de imprimir velocidad a la pelota, y ese violento pelotazo del navarro desde fuera del área que levantó a la grada de sus asientos. Un espejismo. El Athletic de esta temporada en casa se ha empeñado en que cualquier rival que pase por aquí parezca que combina el esférico como los ángeles, vistos los problemas circulatorios que tienen los bilbainos. Ni con ‘Sintrom’, oigan.

El Levante no vino a encerrarse, sobre todo si tienes arriba a dos ‘tocapelotas’ como Morales y Boateng, que anoche desnudaron por momentos a la zaga local, poniéndola en serios aprietos y generando peligro como el mano a mano del segundo con Kepa, que sacó con sobriedad el portero, y la que, solo, Coke, no supo culminar. Un cuarto de hora de partido y el Athletic no conseguía hacerse con la manija del encuentro, víctima de nuevo de un fútbol desnortado, arítmico, sin criterio, del que ha venido haciendo gala toda la temporada y en especial delante de su gente. Nada que logre enganchar a una escéptica grada, expectante, que se conforma con poco, pero no con la nada.

Con la ventaja del gol y un Levante que quería pero no llegaba, el partido se sumió en uno más de tantos este curso, tanto que por momentos la cosa estaba más animada en la grada popular que sobre el césped. Un poquito de fútbol, como mendigaba Eduardo Galeano.

 

Dos goles de falta

Modorrra generalizada en la que se sumían actores y público, con el Athletic jugando a favor de resultado pero con esa sensación tan ya habitual como descorazonadora e inquietante de que en cualquier instante, en cualquier llegada o balón suelto te llega el empate. Tan solo era cuestión de esperar. Esta vez a los últimos minutos del primer acto para que se confirmara el presagio. En dos visto y no visto, un habitual suplente del Levante, Bardhi, se sacó de su bota dos libres directos que Kepa se los tragó con lazada y todo. Como le decía Iribar a Zubizarreta, pregúntate qué más has podido hacer. Dos faltas escoradas, mismo golpeo y los granotas 1-2 al descanso. Ninguno fue el gol tonto de la jornada, pero a San Mamés se le quedó la misma cara.

Un aviso de la impotencia que estaba por venir en la segunda mitad. Un Athletic a la desesperada, precipitado, con el corazón saliéndosele por la boca, y que apenas le dio para un cabezazo al travesaño de Raúl García, otro de Williams que salió cerca de la madera y el remate postrero de Córboda al poste. Dicho así pareciera que los leones merecieron algo más. Pero ni mucho menos. Su atropellado segundo tiempo no le privó de una pitada, después de que Morales retratara a la zaga local y humillara con el tercero del Levante.

Imposible entender lo que a este equipo le sucede en casa. El día en que se esperaba de él una mínima imagen decente, ante un rival menor, el día en el que demostrar que la cara ofrecida en el Bernabéu no fue un brindis, el día en el que reivindicarse, lo mejor, otra vez, terminó siendo el bocadillo; lo peor, que ha tocado fondo en San Mamés.