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80 años después, siguen apareciendo fugados

Pronto se cumplirá el 80 aniversario de la fuga de la prisión de San Cristóbal que degeneró en cacería humana. A día de hoy, siguen apareciendo cadáveres de aquellos fugados por montes y cunetas. Y hay quien piensa, además, que falta un vivo por encontrar.


No se sabe bien entre cuántos urdieron la fuga. Sus carceleros y matones creen que fueron 29. A doce de ellos los acribillaron durante la persecución, algunos cuando arañaban la libertad, y para el resto se hizo un juicio filfa para llevarlos al paredón. Iñaki Alforja y Félix Sierra apuntan que habría, al menos, otros ocho presos que trabajaron en ese plan de fuga. Fermín Ezkieta lo amplía a «medio centenar». Si se cree a quienes los mataron, Leopoldo Pico Pérez fue el cabecilla. Su cuerpo sigue sin aparecer y, de ser hallado un día, probablemente se le encuentre en Esteribar. Su muerte se anotó entre los fusilados sin juicio. Tenía 27 años y antes del golpe de estado trabajaba en los astilleros Euskalduna.

Ocho décadas después de la matanza de aquellas 221 personas –más de uno de cada cuatro de los 795 presos que se escaparon aquella noche– la historia de la Fuga de Ezkaba sigue siendo mucho menos estática y cerrada de lo que pudiera parecer. Actualmente, en el Planetario de Iruñea se ha abierto una exposición que detalla la fuga y también las condiciones de vida y muerte en aquel presidio, que explican aquel escape a la desesperada. Cuatro décadas de fascismo y otro tanto – o casi– de mirar hacia otro lado han enterrado casi todo. Pero, pese a que mucho hay que darlo por perdido, todavía siguen saliendo a la superficie detalles de esta triste historia que mezcla sueños de libertad con todo baño de realidad sobre la peor naturaleza humana. Por de pronto, lo que están apareciendo son cadáveres.

«Han aparecido 17 en Olabe, cuarto en Berriozar, seis en Burutain, tres en Usetxi, cinco en Urtasun, dos en Lintzoain, tres en Urdaniz y tres en Elia», detalla Josemi Gastón, responsable de la Sección de Memoria Histórica del Gobierno de Nafarroa. De estos fugados, todos menos siete (los de Berriozar y Elia) han sido encontrados por el actual Gobierno, que por primera vez está procediendo con método para exhumar a los fugados. «A los principales autores de la fuga seguramente no los encontraremos. Muchos de los cabecillas fueron fusilados después y probablemente se trasladaron a cementerios de pueblos cercanos», se lamenta Gastón.

Cuatro décadas buscando en cunetas

Las exhumaciones relacionadas con el golpe de 1936 han pasado por varias fases en Nafarroa. En los 80, se buscó a los desaparecidos según pedía el corazón. Amigos, hijos, madres, esposas... fueron a las fosas donde sabían que estaban los suyos y se repartieron los huesos como pudieron, entendiendo que todos eran la familia de todos. Luego vino el parón. En torno al año 2000 continuaron las asociaciones memorialistas y, con Rodríguez Zapatero, volvió a haber algo de dinero. Para entonces, las exhumaciones eran bastante más caras. Ya no había un reparto fratenal de restos, pues habían llegado las pruebas de ADN. Al caer Zapatero, se produjo otro apagón. Ya cuando UPN se veía en las últimas, activó una partida de 30.000 euros, para frenar la sangría de votos. Le imprimió un carácter caritativo. 3.000 euros por cuerpo. Si al final salía más cara, la familia debía abonar ese sobrecoste. No los gastó.

Ahora se busca memoria. «Hay dos líneas de actuación: población civil y fugados. Trabajamos con la Sociedad Aranzadi. Hemos realizado varias exhumaciones exitosas, pero también hemos fallado. Ha habido prospecciones donde no hemos encontrado restos», asegura Gastón. «Tenemos previstas bastantes más, seguiremos con Leranoz y Larrasoaña», adelanta.

Tras la pista de los ¿cuatro? vivos

La fuga no fue un desastre absoluto. Tres personas lograron salvarse y cruzar la muga hasta Urepel. La ruta que siguieron ha sido marcada en blanco y rojo este mismo año como una nueva ruta GR. Se llama GR-225 y este número recuerda la fecha de la fuga, que fue el día 22 de mayo, el mes cinco. Uno de los primeros en seguir el rastro de aquellos fugados entre la maraña de papeles fue Alforja. «Los tres que yo buscaba aparecen en los registros de los falangistas. Fueron Jovino Fernández, Valentín Lorenzo y José Marinero», explica Alforja. «Tras mucho buscar, hice el documental con uno de ellos. Y al poco, contactaron conmigo los descendientes de los otros dos». En el documental de Alforja sale Marinero, que decidió poner un océano de por medio y rehizo su vida en México. A su familia no le contó nada de aquella sangrienta fuga a la que sobrevivió con 22 años, como tampoco de aquella cárcel de pesadilla. Le fue bien en su nuevo país al que llegó con una herida de bala en el muslo izquierdo, aunque murió joven, a los 47. La historia de los otros dos narra compromiso y valentía, pues volvieron a cruzar la muga por Catalunya para sumarse de nuevo a las líneas de la República.

El bierzano Fernández, que escapó del fuerte con 30 años, reapareció en la capital catalana al poco de reponerse de la épica fuga. Concretamente, fue asignado al cuartel Carlos Marx. Su entereza y compromiso le valió un artículo en el periódico de la CNT, y también concedió entrevistas en radio, aunque sin dar su nombre real por miedo a represalias a sus seres queridos. Aguantó peleando hasta que acabó la guerra y cruzó otra vez la muga para salvarse de nuevo.

Lorenzo alcanzó Urepel con 38 años. Dejó constancia de su desdicha en varios manuscritos. Tras reincorporarse a la resistencia en Catalunya y volver a perder, el ugetista pasó por Gurs y perdió una pierna tras un bombardeo aliado Burdeos. Aun así, se reencontró con su esposa en el exilio y vivió hasta los 86 años.

En el libro de Ezkieta, sin embargo, se postula la teoría de un cuarto fugado. El historiador entrecruza relatos y se sumerge en los registros del fuerte. Las cifras de los recuentos no casan y, entre los pastores y vecinos que se cruzaron con quienes se escapaban, se menciona a otra persona en la huida. Según esta tesis, toda la gestión de aquel presidio resultó un desastre. Ezkieta sostiene que el error está en los represaliados de Azagra. En su opinión, el cuarto fugado sería de esa localidad. Su identidad, un misterio.