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París y Roma liman aristas y eluden deberes mientras crece la xenofobia

En medio de una crisis diplomática sin precedentes entre Francia e Italia relacionada con la política migratoria, Emmanuel Macron y Giuseppe Conte limaron asperezas durante su encuentro en París con el fin de tratar de acordar una reforma migratoria que se presagia más restrictiva. París criticó a Roma por su negativa a acoger al «Aquarius» y a sus 629 refugiados, pero ONG denuncian «devoluciones ilegales» por parte francesa en su frontera con Italia.


El presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, mostraron ayer cierta coincidencia de criterios en relación a la política migratoria, depositando sus esperanzas en una movilización europea para gestionar una crisis que golpea a Europa, exaspera a Italia y amenaza el futuro de Angela Merkel.

«Europa ha fallado en los últimos años en eficiencia y solidaridad (...) En esta cuestión, no puede haber una respuesta nacional», señaló Macron durante una comparecencia con Conte.

Ambos mantuvieron un almuerzo durante dos horas para templar la crisis franco-italiana, desencadenada por la decisión de Roma de no permitir el atraque de barco ‘Aquarius’ con629 refugiados y migrantes a bordo y que ahora se dirige a València.

«La respuesta correcta es europea», agregó el francés, un punto de vista que dijo compartir Conte, aunque los socios de la Unión Europea (UE) mantienen una profunda división en este tema.

Macron y Conte aseguran que quieren sacar a la UE de su vacío estratégico en esta crisis en base a tres ejes: la reforma del Reglamento de Dublín; el refuerzo de la protección de las fronteras exteriores del bloque, y la mejora de la cooperación y el desarrollo en los países de procedencia de los migrantes, especial- mente mediante la instalación en África de centros europeos para tramitar en origen las solicitudes de asilo de los migrantes y así evitar, dijeron, nuevas tragedias en el mar Mediterráneo.

«El peligro no comienza en los barcos» sino cuando los migrantes «suben a los barcos en sus países de origen», agregó Conte. «Debemos evitar estos viajes de la muerte», sostuvo.

La propuesta de Italia, uno de los países en primera línea en la crisis migratoria que sacude a Europa, fue respaldada por Macron, quien dijo estar a favor de «sucursales de nuestras agencias de asilo para abordar esta cuestión en el otro lado» del Mediterráneo.

El presidente francés instó también a una mayor solidaridad con Italia, que desde 2015 ha visto llegar a casi 500.000 migrantes a sus costas. Por eso, abogó por «una reforma profunda del sistema de Dublín», que, según Roma, impone una carga desproporcionada a los países mediterráneos.

Macron apeló a la solidaridad con Italia, pero si Roma fue criticada por cerrar sus puertos a los barcos de rescate de las ONG, París no sale mejor parada en materia de gestión migratoria.

«Devoluciones ilegales»

La ONG Intermon Oxfam ha denunciado que niños de tan sólo 12 años sufren abusos, detenciones y «devoluciones ilegales» en la frontera entre Francia e Italia por parte de agentes de la Policía gala.

Según Oxfam, la Policía francesa para «de forma rutinaria» a los menores no acompañados y «los mete en trenes de vuelta a Italia después de modificar sus papeles para que parezcan mayores o para dar a entender que quieren ser devueltos».

La ONG constata, además, que los niños han denunciado haber sufrido abusos físicos y verbales y que han pasado la noche en celdas sin comida, agua o mantas y sin acceso a un tutor oficial, lo que va en contra de las leyes galas y de la UE.

Personal de Oxfan y de organizaciones locales ha denunciado casos en los que la Policía de Fronteras «ha rajado las suelas de los zapatos a los menores inmigrantes o ha robado las tarjetas SIM de sus teléfonos».

Según sus datos, al menos 16.500 personas –el 25% de ellas menores– ha cruzado la frontera por el pueblo italiano de Ventimiglia, a las puertas de la Costa Azul, en los nueve meses previos a abril de 2018, la mayoría huyendo de la persecución y la guerra en países como Sudán, Eritrea, Siria y Afganistán.

Precisamente en Ventimiglia, donde la ultraderechista Lega obtuvo en marzo un histórico resultado electoral al conseguir el 30% de los votos, sus habitantes están enfurecidos con Francia por devolver a quienes intentan cruzar la frontera mientras Macron se permite el lujo de criticar a Roma. Allí viven el retorno de los migrantes que expulsa la Policía francesa y el flujo de refugiados que suben del sur de la península.

El socorro católico italiano distribuye cada mañana alimentos, vestimenta y cuidados médicos a los migrantes, que acuden numerosos a su local en el centro de la ciudad.

Pero no muy lejos de ahí, la prefectura hizo cerrar el verano pasado el albergue abierto a instancias del Papa en la iglesia San Antonio, debido a las quejas de los vecinos, y tuvo que enviar a los migrantes al campamento de la Cruz Roja, en las afueras de la ciudad, y que alberga a unas 400 personas.

Pero todas las propuestas planteadas ayer por Macron y Conte no serán adoptadas fácilmente, en vista de las profundas fracturas en la UE sobre la gestión de la crisis migratoria. La cuestión será abordada durante la cumbre europea del 28 y 29 de junio, que reunirá a los jefes de Estado y de Gobierno del bloque en Bruselas, pero el encuentro se perfila complicado.

Porque más allá de la ola de solidaridad y del gesto del Gobierno español, la crisis del ‘Aquarius’ confirma la «victoria de las posiciones más restrictivas» en una UE que prioriza el control de sus fronteras a la acogida y donde se extiende la xenofobia, según los expertos.

Lejos quedan las imágenes de solidaridad en estaciones de trenes del centro de Europa en el momento álgido de la crisis de refugiados en 2015 y los llamados a la UE por parte de Merkel, a quien su política de acogida le ha pasado factura electoral.

Además del conocido como grupo de Visegrado (Polonia, Rumanía, Eslovaquia y República Checa), contrario a la acogida de refugiados, el discurso antiinmigración ha calado en países como Austria e Italia.

Y los ministros de Interior italiano, austriaco y alemán, halcones respecto a la ardiente cuestión migratoria, dijeron esta semana que constituirán «un eje de voluntarios» para enfrentar la inmigración irregular, algo que se añade a las otras discordancias europeas y contra el que ya se han posicionado la canciller alemana, Angela Merkel y el propio Macron ayer.

«Las posiciones antiinmigración están ahora más extendidas. Al grupo de Visegrado, podemos agregar Austria, Italia, Dinamarca, Bélgica», agrega Yves Pascouau, investigador de la universidad de Nantes y experto en temas migratorios, para quien la «victoria de los duros» quedó plasmada en la cumbre de Bratislava en 2016, donde los países europeos instauraron su hoja de ruta para dejar atrás años de crisis económica y migratoria con un nuevo impulso al bloque tras la retirada británica en marzo de 2019, basado principalmente en la defensa y la protección de fronteras.

«Algunos tendrán un discurso más o menos duro, pero en eso pueden estar de acuerdo», señala investigadora del think tank español CIDOB, Elena Sánchez Montijano,que apunta también al aumento de los acuerdos con terceros países, tanto de tránsito como de origen de los migrantes, y a una política de retorno «efectiva».

¿Y dónde queda la acogida? Como señalan los expertos, la cuestión de seguridad desplazó a la política de asilo, cuya reforma está «muerta».

 

El Gobierno español devolverá a los inmigrantes «sin papeles»

El Gobierno español derogará la reforma del PP que retiró la tarjeta sanitaria a unos 800.000 inmigrantes en situación irregular con el fin de restablecer el derecho a la sanidad universal, una decisión celebrada por colectivos sanitarios, ONG y organizaciones que trabajan con inmigrantes. La portavoz del Ejecutivo, Isabel Celaá, aseguró de que es un asunto «extraordinariamente importante» y de «decencia política».

En abril de 2012, el Gobierno de Mariano Rajoy, con Ana Mato como ministra de Sanidad, aprobó este real decreto de reforma sanitaria, por lo que el Ejecutivo tendrá que elaborar uno nuevo para dejarlo sin vigencia. El texto podría estar listo para su aprobación por el Consejo de Ministros en seis semanas y, luego, serán necesarios otros 30 días para su convalidación en el Congreso.

«Hoy se abre un proceso de diálogo con las comunidades autónomas y la sociedad civil para devolver el derecho a la protección a la salud a todas las personas en el Estado», dijo Celaá.GARA

 

Las dura travesía de una gran familia

La tripulación del ‘Aquarius’ intenta que las duras jornadas de travesía hacia València pasen lo mejor posible para los 106 refugiados a bordo, entre quienes se ha creado una gran relación. Ahora son una gran familia.

En sus 76 metros de eslora conviven 40 tripulantes con las 51 mujeres, 45 hombres y 10 niños rescatados. El resto de los 629 refugiados rescatados viajan en el ‘Orione’ de la Marina italiana y en la patrullera ‘Dattilo’ de la Guardia Costera. El viaje de la esperanza.

La dura travesía en botes neumáticos y de madera en pésimas condiciones tras pasar meses en campamentos libios, a la que se hay que sumar 48 horas detenidos en alta mar y los cuatro –hoy, cinco– días de navegación hacia València les ha dejado exhaustos.

Algunos recuerdan su experiencia en Libia, que describen como «un agujero negro» de hambre, esclavitud y latigazos, según testimonios difundidos por Médicos Sin Fronteras.

Ibrahim, sudanés de 20 años, sufrió allí toda clase de vejaciones, golpeado con barras de hierro y de goma mientras era grabado para extorsionar a su familia. Su pesadilla comenzó en Al-Qatrum, adonde fue a trabajar y acabó siendo subastado «por hombres de piel clara». El que le compró por mil dinares libios le golpeaba a diario y solo le daba agua y galletas saladas.

Una situación similar describió Lawrence, un nigeriano de 18 años que habla de Libia como un lugar «terrible si eres negro», donde te pueden comprar y pegar. Recuerda la noche en que naufragaron tras zarpar des Libia, las 12 horas de travesía en una patera, su caída al agua, su «miedo» y la llegada del ‘Aquarius’.

Ali, un nigeriano de 18 años que perdió a sus padres a los 11, creía que crecer sin su familia había sido lo peor, hasta que decidió viajar a Europa y llegó a Libia. «No es lugar para ningún ser humano. Te roban todo, hasta tu alma, y la aplastan», señala. A bordo de la patera en la que viajaba había 135 personas sin chalecos salvavidas, por lo que estuvo a punto de morir cuando cayó al agua, hasta que fue salvado.

Entre estas personas hay ingenieros, marineros, bomberos, conductores de ambulancias, personal de la marina mercante, médicos, enfermeros e incluso un matemático.GARA