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Interview
CARLOS FONSECA TERÁN
VICESECRETARIO DE RELACIONES INTERNACIONALES DEL FSLN

«Hemos estado a la defensiva porque no queremos más violencia»

El dirigente del Frente Sandinista explica las razones que le llevan a afirmar que Nicaragua es víctima de un «golpe suave» protagonizado por Estados Unidos y defiende la figura de Daniel Ortega, cuya cabeza piden las fuerzas opositoras.


Las calles de Nicaragua viven una movilizaciones antigubernamentales que están resultando trágicas. Carlos Fonseca explica con todo lujo de detalles (véase NAIZ) que los detonantes fueron la ley de reforma de seguridad social y la forma en que el Gobierno de Daniel Ortega entiende que ha de funcionar el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, la cual choca con una óptica más mercantilista.

Usted sostiene que lo sucedido en los últimos meses en Nicaragua es la puesta en práctica de un «golpe suave». ¿Por parte de quién?

EEUU. El de siempre. El imperalismo norteamericano. Es un formato sin mucha originalidad muy parecido al visto en los países árabes, en Ucrania, en Venezuela… que se suele aplicar según la teoría de Gene Sharp a los gobiernos que son un obstáculo para sus intereses.

Vinieron los choques, que provocaron muertos.

Fue un factor detonante, debidamente manipulado por la guerra sicológica que forma parte de esta receta de derrocamiento de gobiernos no afines a EEUU, también conocida como la guerra de quinta generación. Después vino una situación de deseestabilización generalizada, histeria colectiva... El mecanismo que utiliza la derecha para presentar una imagen de un Gobierno masacrando manifestantes pacíficos es la siguiente: hay enfrentamientos entre dos bandos armados. Hay muertos en ambos lados. Son presentados como si hubieran fallecido en circunstancias totalmente distintas a las que fallecieron, que son enfrentamientos, con armas en las manos. Se presentan como si fueran manifestantes pacíficos acribillados a balazos por el Gobierno o por fuerzas afines.

También ha habido protestas pacíficas.

Ha habido manifestaciones pacíficas pero no han sido atacadas. Hace tiempo que no las hay. Nosotros estamos dispuestos a discutir cualquier cosa siempre y cuando cese la violencia. El Gobierno ha decidido acuartelar a la Policía para evitar que se manipulara la situación. Esa ha sido una de las características de este conflicto: los sandinistas hemos estado a la defensiva porque no queremos que la violencia aumente. No queremos ganar una guerra, queremos ganar la paz.

¿Había una situación de descontento acumulado para pasar de una protesta contra una reforma a esta situación? ¿Había descontento previo hacia el Gobierno, hacia el Frente o hacia Daniel Ortega?

Nicaragua es un país extremadamente pobre. Hemos hecho un gran esfuerzo en la reducción de la pobreza. Este Gobierno ha gozado de un amplio respaldo, de entre un 60 y un 80%, pero no hay que confundir ese respaldo, que a la gente le parece que la cosa va bien, con una identificación política, ideológica. De manera que solo el sandinista que tiene una posición ideológica bien definida es capaz de resistirse a esa guerra sicológica que se da a través de los medios de comunicación de la derecha, de la redes sociales, de la forma que se coordinan con los grupos violentos que están creando el caos.

¿Quiénes participan en las protestas? Se transmite que son estudiantes.

Algunos son estudiantes. La mayoría son pandillas, delincuentes comunes que han sido contratados por el liderazgo de esta maniobra golpista. Cuando se genera un caos, que hace entrar en crisis el ejercicio de la autoridad, la delincuencia es la que más se beneficia. Se da la confluencia de los intereses de la derecha y del crimen organizado, a pesar de que en nuestro país ha habido altos índices de seguridad en comparación con los países del norte de Centroamérica, El Salvador, Honduras, Guatemala... Sin embargo, eso no significa que en nuestro país no haya delincuencia común, gente vandálica, sobre todo en los sectores más marginales, un fenómeno propio de la situación de desigualdad social.

¿Cuál es la responsabilidad del Gobierno sandinista? Muchos muertos, meses de crisis… y es al Gobierno al que compete la seguridad del país.

Hubo un momento en que incluso la Policía se tuvo que acuartelar, una de las medidas tomadas para evitar al máximo posible la violencia. Sin embargo, la derecha recrudeció sus acciones violentas. Si los sandinistas somos atacados, como lo hemos sido, y nos defendemos, y hay muertos en ambos lados, la noticia es que las turbas paramilitares orteguistas atacaron a manifestantes pacíficos y hay un saldo de muertos. A la lista de muertos han agredado hasta fallecidos en accidentes de tránsito y cadáveres no retirados de las morgues. Por otro lado, la totalidad de la gente que fallece en los enfrentamientos es presentada como que fueran manifestantes pacíficos asesinados por las fuerzas paramilitares. Si nos defendemos somos paramilitares y, si nos morimos, somos un mártir más en sus listas.

¿Están haciendo su trabajo las fuerzas de seguridad?

Esta situación que le describo no significa que las fuerzas policiales encargadas de guardar la seguridad de los ciudadanos estén desintegradas. Están, hasta donde las circunstancias lo permiten, haciendo grandes esfuerzos por garantizar la seguridad de la gente. Hay un caso, en la ciudad de Masaya, donde el cuartel de la Policía fue asediado durante un mes por estas fuerzas violentas armadas hasta con armas de guerra y a diario atacaban a la Policía. Y la Policía no respondía al fuego, sólo en una situación extrema. Esos días hubo dos muertos. La Policía podía haber salido del cuartel a balazo limpio y acabar con esa gente. Pero no lo hizo para evitar un baño de sangre. La situación se resolvió, se logró ir despejando el camino y romper ese cerco. En esa operación, que se hizo a lo largo de toda la carretera de Masaya, hubo cinco muertos. Si fuéramos una fuerza genocida, hubiera habido decenas.

¿Todos los muertos son víctimas de choques?

La gente de la derecha que ha muerto lo ha hecho en enfrentamientos, pero los sandinistas no, no han sido todos en enfrentamientos. Muchos han muerto porque los han ido a asesinar a sus casas, a quemar sus casas, han quemado los cadáveres, han torturado y filmado las torturas con el objetivo de amedrentar a nuestra gente porque, como ya han creado la imagen de que somos nosotros los malos, no les preocupa divulgarlas.

La situación está siendo denunciada por la CIDH, Amnistía Internacional…

Pablo Bravo, el secretario ejecutivo de la CIDH, se presentó en un lugar después de un enfrentamiento, a solicitud nuestra. Nuestra gente regresaba de un acto cultural hacia su lugar de origen. La gente de la oposición había hecho un tranque. Nuestra gente se bajó de los vehículos y abrieron el camino. Al abrir el camino, fueron agredidos por los que estaban en el tranque y se dio un enfrentamiento. Al fin nuestra gente logró pasar. La noticia fue «ataque de las fuerzas paramilitares a los estudiantes que protestan en tal universidad», que era la Universidad Nacional Agraria. Ni la Policía llegó allí. Pedimos a Pablo Bravo que llegara. Llega y se pone a arengar a la gente concentrada. A decirles que su causa era justa, que no claudicaran, que ellos los apoyaban, y eso, que debería ser un escándalo, los medios lo callan. La gente se va a ir dando cuenta a medida que las pruebas empiezan a aparecer. Va a pasar el momento del secuestro de la mente y del alma de mucha gente a través de la manipulación que hacen estos sectores, a través de la guerra sicológica, elemento central del derrocamiento de gobiernos.

 

¿Por qué pierde el Gobierno los apoyos del empresariado y de la Iglesia católica?

El del empresariado, por razones obvias. Defendemos los intereses de los trabajadores. Lo que habíamos hecho hasta ahora es lograr un equilibrio, necesario para la estabilidad del país, entre intereses antagónicos. Los empresarios no estaban contentos porque el salario mínimo de los trabajadores había aumentado seis veces más que lo que aumentó en la época del neoliberalismo. En el otro caso, jamás ha habido una alianza nuestra con la Iglesia. Esa ha sido una imagen distorsionada que se ha percibido desde fuera. La Iglesia, todos los días desde que volvimos al poder y desde que existimos como Frente Sandinista, ha estado pronunciándose en contra de nosotros.

¿Marca esta reacción del empresariado los límites de lo que puede hacer el Frente?

Más bien al contrario: ha llegado el momento de profundizar en nuestro programa de transformaciones sociales a favor de los trabajadores. De radicalizar el proceso revolucionario. Ellos rompieron el modelo de consenso y piden un adelanto de las elecciones, cuanto antes, mejor para ellos, para que aún no haya pasado el efecto sicológico que nos ha desgastado, golpeado.

¿Tiene el Frente recambio para Daniel Ortega?

Tenemos gente para cualquier cosa. Una de las demandas de la derecha es la no reelección porque saben que la mejor figura que tiene el Frente es Daniel Ortega, para mantener al sandinismo firme y disciplinado. Lo cual no significa que no contemos con compañeros capaces, con posibilidades de asumir cualquier responsabilidad. No podemos renunciar a nuestro liderazgo porque es una de nuestras principales fortalezas.