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Puigdemont arrincona al PDeCAT y presenta su proyecto: Crida Nacional

Tras renunciar a la presidencia de su formación, el PDeCAT, Puigdemont y los independientes de JxCat presentaron ayer Crida Nacional per la República, el nuevo espacio con el que aspiran a articular al independentismo o, en su defecto, al antiguo espacio convergente. La tensión con su partido, que celebra congreso el fin de semana, es notoria.


La envidia catalana hacia los escoceses no se limita al referéndum pactado de 2014. Hay una envidia, menos confesable, hacia la indiscutida hegemonía del SNP en el terreno independentista de su país. En los dos grandes partidos soberanistas catalanes anida desde el inicio del Procés –por no retrotraernos a escenarios pasados– el anhelo de anular políticamente a su potencial aliado nacional y hacerse dueño y señor del espacio independentista. «Vamos a convertirnos en el SNP catalán» es una frase que se ha escuchado en corrillos tanto convergentes como de Esquerra en los últimos años.

Ese y no otro era el objetivo de la «Casa Gran del Catalanisme», la arquitectura discursiva bajo la cual Convergència regresó al Palau de la Generalitat en 2010. La crisis, los recortes, la corrupción y el Procés lo impidieron. Convertirse en el SNP catalán ha sido también el proyecto de Oriol Junqueras al frente de ERC; iba bien encaminado hasta que, a finales de octubre, decidió que, ante la desbocada represión española, la cárcel era preferible al exilio. Carles Puigdemont pensó lo contrario y, al menos a corto plazo, acertó: articuló en tiempo récord Junts per Catalunya y arrebató a Esquerra una victoria que todos daban por segura.

A lomos del mismo caballo, es precisamente Puigdemont quien ahora quiere oficializar la fórmula de Junts per Catalunya con la aspiración de convertirla en el vehículo aglutinador de todo el independentismo. La Casa Gran de la República, por reformular aquella expresión que hizo fortuna hace una década. Esta iniciativa tuvo ayer su punto de partida oficial en el Ateneu Barcelonès, donde Puigdemont, Jordi Sànchez y Quim Torra presentaron la Crida Nacional per la República. Puigdemont lo hizo desde Alemania, Sànchez a través de una carta leída por el diputado Toni Morral y Torra con un audio grabado en el aeropuerto de Berlín, donde esperaba su avión atrasado para regresar a Barcelona. Toda una radiografía de la situación. «La persistencia ha sido clave para mantener la idea de lo que fue el 1-O», reivindicó Puigdemont.

«Unidad» y «generosidad» fueron las dos palabras que más se escucharon ayer en el ilustrado Ateneu, en un esfuerzo por remarcar el carácter transversal que los impulsores quieren dar a la iniciativa. «Seremos más fuertes si lo hacemos desde la transversalidad y la pluralidad ideológica», reclamó un Puigdemont que consideró que «las razones que motivaron JxCat siguen siendo vigentes».

El manifiesto, leído ayer por Ferran Mascarell –exdelegado de la Generalitat en Madrid y antiguo dirigente del PSC– y la diputada Gemma Geis, se condensa en cinco puntos en los que se remarca el objetivo de la República catalana, el proyecto de construir «un instrumento político organizado», el impulso de «grandes acuerdos de país (...) tanto de tipo sectorial como electoral» y el compromiso de «disolverse una vez alcanzado el objetivo» de la República. Unos objetivos para los cuales ayer fijaron un punto de partida: una «convención nacional constituyente» que se celebrará el próximo otoño.

Congreso turbulento

Todo indica, sin embargo, que el SNP catalán tendrá que seguir esperando. Desde ERC no se espero siquiera a la presentación del proyecto para recordar que circunscriben la plataforma de Puigdemont al espacio de la antigua Convergència. «El país y el independentismo necesitan de un centro derecha fuerte y potente, cada uno tiene que crecer en su espacio para poder sumar todos para ser más fuertes», consideró ayer la portavoz de Esquerra, Marta Vilalta. Nota historiográfica: también se llamó Crida Nacional al llamado de un centenar de independentistas de diversos sectores a sumarse y renovar ERC en 1987.

Donde el desmarque no va a ser tan fácil es en el PDeCAT, que Puigdemont espera poder disolver en el seno de su nueva iniciativa, consciente de que las siglas herederas de Convergència apenas han logrado alzar el vuelo. La dirección del partido, defensora de desescalar el conflicto con España y buscar negociaciones y pactos secundarios en Madrid, sin embargo, se resiste. Ayer, la portavoz del partido, Maria Senserrich, declinó hablar de ruptura ni escisión, pero pidió a Puigdemont que concrete su iniciativa para ver si tienen «encaje».

De fondo, el congreso que el PDeCAT celebra este fin de semana, al cual los críticos –con la figura de Jordi Turull al frente– acuden defendiendo el proyecto de Puigdemont. Del desenlace del cónclave –que se prevé de alto voltaje– dependerá el futuro de las siglas.

 

El sumario contra el soberanismo, pendiente de la decisión de Llarena sobre la extradición

Después del revés propinado por el tribunal de Schleswig-Holstein al rechazar la extradición de Carles Puigdemont por el delito de rebelión, el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena tiene ante sí la decisión más difícil que haya tomado durante la instrucción del macrosumario contra el independentismo: aceptar la extradición por malversación o rechazarla y renunciar a juzgar al president en el exilio.

La primera opción pondría en cuestión la acusación de rebelión contra el resto de los imputados, ya que sería inverosímil que los consellers fuesen juzgados por un delito que no puede imputársele al que era su superior, el president. Este supuesto abriría la puerta a que la Fiscalía modificase las peticiones de cárcel contra los dirigentes catalanes, algo que ayer el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, rechazó que el Gobierno español vaya a proponer. Veremos.

No es el único fleco que la indecisión de Llarena –que debería pronunciarse esta misma semana– deja suelto. La suspensión del acta de diputado de Puigdemont como resultado de su procesamiento por rebelión también está en el aire, y desde su entorno ya se airea la posibilidad de volver a poner encima de la mesa su posible investidura si finalmente es extraditado solo por el delito de malversación. Un delito, por cierto, sobre el que existen serias dudas después de que el exministro Montoro asegurase que ni un euro de dinero público sirvió para financiar el 1-O.

Si por el contrario Puigdemont recurre la decisión ante el TC alemán, el proceso sobre su extradición podría alargarse un año entero.B. Z.