Fiestero se nace, no se hace...pero por si acaso te enseñan a serlo
Bilboko Konpartsak tiene claro que lo importante en las fiestas es la gente, y para que no falle cantera se ocupan de que todos sepan bien lo que hay que hacer, sea bailando, catando vinos o haciendo ruido. Al fin y al cabo, el futuro está en sus manos.
La mañana sombría de olor a juerga y de gente pescando en la orilla opuesta a las txosnas dieron paso a un ambiente cada vez más animado en el Arenal. Mientras el bonito se transformaba en un delicioso marmitako, las comparsas despertaban con numerosas actividades.
Hontzak calentaba motores para su taller de baile de rock and roll con un grupo de cuerda poco antes de que frente a Trikimailu repartieran aceitunas para el concurso de lanzamiento de hueso de oliva. Los niños cogían carrerilla para lanzar con fuerza, aunque en este juego vale más la habilidad con la lengua y la puntería.
Un poco más adelante un grupo de comparseros animaban a las niñas y niños a participar en su taller de kalejira, y como buenos fiesteros nadie se iba de allí sin su turuta. Un tubo y un embudo hacían el resto. Aunque este instrumento era el más popular (y el más ruidoso), algunas peques preferían las maracas, hechas con un huevo de plástico relleno de arroz y sujeto por dos cucharas de madera adornadas con colores. El tercer ingrediente de esta peculiar batukada era el tambor, que consiguieron reutilizando cajas de botiquines.
Con los personajes de Karpatxo y Mekanitxin se acercaron aún más niños hasta el punto en que se terminaron los tubos para las turutas y estas pasaron de tener forma de trompa a ser trompetas, uniendo directamente la turuta al embudo.
A seguir soplando
Mientras los niños soplaban sus turutas, los adultos soplaban otra cosa. En Moskotarrak tenía lugar la sexta edición de la cata de vinos Marijaiaren Sudurra, que toma forma de concurso. Por parejas, los participantes debían decir la zona de origen, la añada y si el caldo estaba envejecido en barrica o no.
Probaron tres vinos; un txakolí y dos tintos, y tenían cuatro minutos para deliberar sobre cada uno. A una pareja de primera fila le pillaron haciendo trampas, pues estaban consultando en internet ciertos datos sobre vino. Aunque el concurso fue riguroso, el objetivo era pasarlo bien y participar, por lo que tampoco se lo tuvieron demasiado en cuenta.
Mientras corregían «los exámenes» dieron a conocer los vinos: el primero era txakolí de Bizkaia, de Trapaga, de 2017; el segundo era de la Rioja Alavesa, de Lapuebla de Labarca, de 2015 y envejecido en barrica; y el tercero otro Rioja Alavesa de 2015, de Labastida, esta vez un crianza. Con los nombres de los ganadores en la mano, aseguraron que nunca antes había ocurrido algo así. Resulta que había tres parejas empatadas en puntos, y justamente la que desempataba por haber acertado más veces la añada fue la compuesta por la Txupinera Saioa Dominguez y el Pregonero Zorion Egileor, los cuales se llevaron una gran sorpresa.
Ellos debían ser los encargados de entregar los premios, pero resultaron premiados. A gritos de «tongo, tongo» de los participantes, los ganadores decidieron renunciar a las txapelas y la cesta de productos Euskolabel y repartirlas a las otras dos parejas que habían empatado con ellos.
Cruzando el arenal, en Komantxe, varias parejas se afanaban en aprender bailes irlandeses, y aunque a las profesoras les costó enderezar el paso de alguno, el grupo terminó bailando con gracia canciones tradicionales. Seguro que podrán transmitir lo aprendido en otra ocasión, ya que Aste Nagusia se despide. Aunque no está de más recordar que Marijaia se va, pero hay algo que no se marchará en varios días: la purpurina de la Pinpi.