Calidad, cantidad, intensidad
Hay varios modos de medir el éxito o no de cualquier manifestación, o en sentido más amplio de una reivindicación. Orain Presoak señaló ya el jueves un primer logro en un primer parámetro: la marcha de ayer en Donostia fue efectivamente la más plural realizada por los presos a nivel de siglas políticas y sindicales.
No es de extrañar: entre derechos humanos y sufrimiento, entre futuro y pasado, entre convivencia y conflicto, siempre serán más los primeros. Esta causa es hoy día una de las que más consenso suscita en una sociedad tradicionalmente disgregada, polarizada, cuando no enfrentada, como la vasca. Pero más aún; es una de las no muchas cuestiones en que afloraría mayoría en el Congreso de los Diputados si el PSOE pusiera negro sobre blanco, en una moción, lo que su presidente y ministros verbalizan (aunque las palabras ciertamente vayan muy por delante de los hechos). Y es una causa, en fin, a la que incluso algunos de los pocos que ya no están seguramente terminen sumándose, porque es una reivindicación ganadora; el problema es cuándo y con qué coste, y de ahí el «orain» del nombre de la dinámica convocante.
Hay calidad y también hay cantidad, aunque las arrolladoras movilizaciones de los últimos meses y años empiecen a hacer que ya todo parezca más pequeño de lo que realmente es. Los 37.000 que caminaron juntos ayer en Donostia suponen, por ejemplo, exactamente tantos como los que en octubre de 2009 recorrieron esas mismas calles al calor emocional de una embestida represiva de primerísimo orden: el encarcelamiento de Arnaldo Otegi, Rafa Díez Usabiaga y el resto de sus compañeros en lo que sería «caso Bateragune». Y son el doble o triple de los que una década atrás se movilizaban por los presos en las marchas nacionales en la capital guipuzcoana, cuando el número de esos prisioneros, por cierto, duplicaba o triplicaba el actual.
Pero hay una tercera medida posible, que es la intensidad. Y ahí sin duda hay margen de mejora en partidos que rebajan intencionadamente su representación, en instituciones que renuncian a liderar esta lucha tan mayoritaria, en sectores de referencia social a los que se echa en falta. Lo remarcó Brian Currin el miércoles en Aiete: «Presionen, metan ruido, hagan labor de lobby».