«Xabi nos decía ‘he empezado de bajo cero y todo será subir’, pero nunca subió, todo ha sido aislamiento»
El corazón de Xabi Rey se paró hoy hace un año en Puerto de Santa María, pero sigue latiendo con fuerza a 1.100 kilómetros, en su casa. Sus padres y su hermano Patxi lo tienen omnipresente con lágrimas pero también una sonrisa que traslada orgullo y amor.
Hace hoy un año, el teléfono sonó dos veces en esta casa de Ermitagaña (Iruñea) desde Puerto de Santa María (Cádiz). A mediodía era Xabi, en apariencia tan vital como siempre. Por la tarde, el director de la cárcel, para notificar su suicidio. Tras un infierno carcelario de diez años, un «bajón» anímico de apenas diez días se llevó a Xabi Rey Urmeneta de aquel penal tremebundo, pero no de la memoria y el corazón de los suyos. La obsesión que recuerda su ama, Yolanda, por traérselo desde allí cuanto antes se explica sola tras escuchar el relato de esa década.
¿Cómo era Xabi, qué es lo que ha quedado grabado?
Paco REY: Como cualquier otro adolescente, en esta época vivía para él: sus amigos, sus juergas... pero muy pronto dio un cambio y empezamos a ver que se comprometía mucho con la gente, se hizo muy responsable en muy poco tiempo. Sobre todo lo recuerdo muy solidario con todo el mundo, tanto fuera de la cárcel como dentro. Estoy seguro de que cantidad de presos comunes estarán superagradecidos de lo que consiguió.
Yolanda URMENETA: Muy solidario en el trabajo, luego en la cárcel... Yo me siento superorgullosa de Xabi. Y lo hacía sin esfuerzo, con ilusión. A mí eso me hace sonreír, lo vital que era. Se ha ido muy joven, pero no se ha ido sin vivir.
Patxi REY: Tenía bizipoza, alegría de vivir. Yo siempre fardaba de verle tan bien en las visitas. Cualquier kide que te hablaba de ‘‘Antxo’’ siempre te decía: «Joder, este cabrón, ¡pero qué vacilón es!». Tenía una alegría que contagiaba. También era un echao p’alante, con ilusiones y objetivos. No se asustaba por nada.
Esa alegría contrasta con el periplo carcelario que tuvo, muy duro: aislamiento, alejamiento extremo, condena larga...
Y.U: ...y muy duro además desde que empezó. Primero fueron las torturas. De ahí a Soto y a aislamiento. Recuerdo cuando nos despedimos tras la primera visita, estábamos en el parking y nos echó un irrintzi que le habría costado luego lo suyo, tuvo un castigo fijo. Xabi era así.
Patxi R: Aquella primera visita fue muy especial, porque la incomunicación es lo más duro, es terrible, sabes que va a estar en manos de personas que le van a hacer sufrir. Y, además, financiado con dinero público. Cuando entra en la cárcel, ya te liberas, dices «buff, ya han pasado los cinco días». Pero en esa primera visita es la única vez que yo le he visto soltar lágrimas, lágrimas de dolor: me dijo que tenía pesadillas, que no podía dormir, estaba aún muy fresco todo. Le ayudó escribir el testimonio para el TAT (Torturaren Aurkako Taldea). Por cierto, tuvo que hacerlo dos veces porque en la primera ocasión los carceleros se lo extraviaron o rompieron, y me dijo que había sido al escribirlo por segunda vez cuando había empezado a superarlo. Yo nunca he querido leer el testimonio de tortura de Xabi. Mis padres, sí.
Y.U: De Soto del Real lo mandaron a Salamanca, y recuerdo que iba todo contento porque allí estaba la que entonces era su pareja, pero para cuando llegó ella ya no estaba allí, y encima lo metieron en aislamiento. Xabi ha ido de aislamiento en aislamiento. No sé si le ha tocado, o si los marcan por algo... yo creo que es una lotería y a él le tocó. En Salamanca ya se le notó el aislamiento, no tenía los ojos igual. Después lo llevaron a Valdemoro, para las vistas judiciales; allí nos dijo que les tenían como a los monos, en una jaula. Y de ahí, a Algeciras, solo. Se plantó por ello y entonces lo mandaron a Puerto-III, a aislamiento otra vez. Él nos decía «he empezado de bajo cero y a partir de aquí todo será subir», pero nunca subió, ha sido todo aislamiento. Por otro lado, en el juicio estuvo muy valiente, muy entero, y creo que eso también te lo hacen pagar.
Patxi R: La segunda visita que más recuerdo después de la de Soto es la de cuando Xabi llegó a Puerto-III. Le pregunté qué tal y él, que siempre controlaba que le estaban grabando, me dijo oralmente «bien, muy bien», pero con la mano mientras tanto me indicaba lo contrario: me hacía señales de «buff». Luego, en un vis a vis nos comentó que, al ser una prisión de máxima seguridad, Puerto-III es en realidad una cárcel dentro de otra cárcel, todo muy estricto, muy militar. Cualquiera que haya estado en esas galerías sabe que es algo infrahumano, ya lo detalló Arantxa Zulueta en su día. Es lo que le ha tocado y es lo que se lo ha llevado.
Entonces, cuánto tiempo estuvo en régimen de aislamiento, ¿el 80% de estos diez años de cautiverio?
Y.U: Más o menos. Él nos explicaba las condiciones, sin alarmisos y sin tristezas, pero para que lo supiéramos. Éramos conscientes. Lo que nunca hemos sabido es por qué le tocó a él todo eso. Hay veces que alguien te dice o piensa que así tienen a algunos presos concretos por algo, pero yo creo que no, que es una quiniela; te toca. Los vecinos del barrio que conocían a Xabi, de la ideología que sean, tampoco entienden cómo lo podían tener así, porque todos los que lo conocían le querían.
¿Se notó cómo le iba haciendo mella la prisión? Supongo que es muy difícil percibirlo porque los presos nunca quieren preocupar a los familiares y luego las visitas son muy cortas, las llamadas no pasan de cinco minutos...
Paco R: Yo no lo noté. Cuando recibí la llamada desde Puerto, fue una sorpresa total, yo me decía que era materialmente imposible, que se lo habían cargado. Luego sí nos enteramos de que Xabi había tenido un proceso. Es habitual que no te cuenten todo; también cuando rompió con su moza supongo que lo pasó mal, pero no nos lo trasladó así. Yo no le he visto un bajón en diez años, y tuvo que tenerlo, porque si en la calle los tienes, dentro y con ese régimen carcelario –el peor grado, la peor cárcel...– ¿cómo no iba a tenerlos? Y sin embargo, en los mismos calabozos de la Audiencia Nacional, tras los cinco días de incomunicación, nos recibió con una sonrisa.
Y.U: ¿Te acuerdas? Solo nos dijo «se ha acabado». A los padres Xabi siempre ha intentado protegernos, pero con Patxi tenía una relación más sincera.
Patxi R: A mí sí me comentó cosas por las que lo pasaba mal en momentos concretos. Cuando llevaba nueve años en la cárcel, teniendo en cuenta que tenía que cumplir veinte, yo un día le pregunté «bueno, ¿qué tal lo llevas Xabi? Ya has cumplido casi la mitad...» Y me dijo: «Pues mira Patxi, sinceramente, se me han pasado rápido los años, pero se me hace muy largo lo que me queda». Aparte de eso, le encendían por ejemplo algunos comentarios de la gente, como cuando inauguraron la cárcel de Iruñea, vino el ministro Fernández Díaz y llenaron la piscina, y alguna personas decían «eso no es una cárcel, es un spa». Al margen de que parece ser que la piscina la vaciaron al día siguiente, Xabi me decía « qué barato es hablar, a toda esa gente la metía yo un día de cárcel, solo un día, para que viera qué es». Él no se quejaba de las consecuencias de su lucha, lo asumía y le daba la vuelta, pero...
¿Si al final notamos algo raro? La última semana me llamó y me dijo que estaba preocupado por la situación del patio, por los presos comunes y tal, y eso fue un poco lo que le ha llevado a este final: haber estado tan alejado, en un entorno tan extraño, con gente totalmente opuesta políticamente, incluso de extrema derecha, y llegar a crearle una situación incómoda. Eso es lo que acarrea que tú te empieces a rayar, ayudado por todas las mellas que te va haciendo sicológicamente la cárcel. Visto todo esto, tengo clarísimo que a mi hermano lo ha matado la política penitenciaria, clarísimo.
Paco R: Yo suelo decir que esa política es como una hormiguita que va despacito, despacito, despacito pero sin pausa, haciendo su trabajo, hasta que por lo que sea pilla a alguien el punto débil y ahí se ceba más. Xabi estaba un poco más preocupado por su seguridad que el resto. Y claro, meterte en una celda a darle vueltas y vueltas, andando de aquí para allá...
Y.U: ....Y no dormir por la noche, y estar toda la tarde con ello en la cabeza, y no tener un médico de confianza, ni un familiar cerca con el que poder hablar...
Patxi R: Nadie esperaba lo de mi hermano. Creo que de nadie lo esperas, pero el comentario de mucha gente ha sido «¿quién y Xabi, una persona tan positiva y tan vital?». Hablar con sus compañeros nos ha ayudado a entender su situación. Y no es que Xabi haya estado años sufriendo, fue un episodio puntual, pero a la vez tanto tiempo te hace mella y al final hay una gota que colma el vaso. Fueron diez días, nada más. El 15 de febrero estuvimos en un vis, lo vimos enérgico, alegre, como siempre... y no lo hemos vuelto a ver. Es una situación surrealista y que solo se explica porque la realidad en esa cárcel ha sido muy acentuada.
Paco R: Tres o cuatro horas antes habló con nosotros por teléfono. La llamada está grabada, y por más que la oyes, no encuentras un momento en que puedas pensar que tenga en la cabeza hacer una cosa así. Fue un momento que le superó...
Y.U: ...pero viene de un caldo de cultivo. En esa misma cárcel murieron dos presos más, tres en total, en dos semanas.
No hemos hablado de la familia, de qué suponía para los Rey Urmeneta viajar hasta Puerto, Algeciras o Almería...
Y.U: Es otra cosa que no nos decía, pero yo creo que sí le martirizaba. Íbamos toda la familia, cuatro en un coche, y no íbamos seis porque no nos dejaban entrar.... Xabi ha conseguido mantenernos como una piña, ha sido y es una llama encendida.
Paco R: Es curioso que casi ni se nos hacían largos los viajes a Puerto, los 1.100 kilómetros. Llevábamos una hoja de ruta: primero hablaba uno, luego otro, luego jugábamos a un juego y a otro, una siesta, y al final «ahí va, pues ya estamos en Xerez». Salíamos el viernes a mediodía y llegábamos a casa el sábado a la noche, y si entonces había que salir a dar una vuelta, pues se salía, cansado pero se salía...
Y.U: Para nosotros no era largo, no. Pero para Xabi sí lo era.
«La prohibición de hoy nos da tristeza, más que rabia; la sociedad en general no es así»
Tras todo el trayecto carcelario que tuvo y lo descubierto sobre los últimos días de Xabi, ¿la familia piensa pedir responsabilidades de algún tipo, le quedan ganas?
Y.U: La verdad es que ni nos lo hemos planteado, ni ha salido el tema.
Patxi R: Lo mismo. Con toda esta cuestión de las víctimas, ahora ves que han prohibido el acto que estaba previsto este miércoles en el barrio, e inevitablemente te preguntas cosas como ¿yo soy víctima? Pues hombre, el conflicto vasco se ha llevado a mi hermano, y a partir de ahí que cada uno lo llame como quiera. Cada uno tiene la pérdida personal. A mí, en este día me apetece sobre todo que recuerden a mi hermano, no especialmente su trayectoria política.
Paco R: Es curioso. Ha pasado ya un año, pero para mí es como si hubiera ocurrido todo ayer mismo, está muy vivo.
Patxi R: Ocurre que para cualquiera que tiene a un familiar en la cárcel en casa su presencia no es que desaparezca, sino que al contrario, se multiplica. Porque estás todo el día pensando en la llamada, el paquete, la visita... Y entonces, cuando esa persona desaparece, tienes que volver a enfocar tu vida, tus hábitos. Yo siempre que iba al monte me sacaba unas fotos para mandarle a Xabi, y ahora subo y digo «joder, pues no me puedo hacerme la foto, ¿para qué?».
Paco R: Lo duro es su falta en el día a día. Y una de las cosas positivas es cómo Xabi, antes y ahora, ha reforzado el vínculo de la familia.
Y.U: Yo estoy muy orgullosa de Xabi, de mi hijo, de todos ellos, cada uno es la ostia. Está dentro todo el dolor, pero también ese orgullo de que ha luchado por lo que ha creído, y de que ha vivido.
Patxi R: Cuando decimos lo del vínculo de la familia, ayudaban aquellos viajes tan largos, ¿verdad?
Y.U: Eran diez horas de ida y diez horas de vuelta contándonos vivencias de cuando éramos pequeños... Hay tantas cosas de qué hablar, y las familias habitualmente no lo hacen a menudo, pero nosotros en aquellos viajes teníamos tiempo de repasarlo todo.
Patxi R: Ahora también nos gusta mucho hablar de Xabi, nos gusta que vengan sus amigos a casa, recordar anécdotas... es otra manera de tenerlo aquí. Aunque a veces no sabes si acertar, no sabes si sacar el tema o no, por si se ponen tristes, pero lo cierto es que nos gusta hablar de él.
¿Qué sensación produce que se haya prohibido el acto de despedida?
Patxi R: ¿De verdad os sorprende? A mí no, porque es algo bastante sistemático, y sobre todo quizás en Nafarroa. No sé, más que rabia, es tristeza. Yo no tengo rabia, pero sí me da pena que haya gente que actúe así. Y lo digo sabiendo que hay víctimas de ETA o de cualquier lado que son empáticas. La sociedad en general no es así: en mi cuadrilla somos 22 chavales de Iruñea y creo de verdad que si la analizáramos encontraríamos que se cumple el espectro político al 100% o casi, igual no quedaría ni un partido sin votar... pero cuando pasó lo de mi hermano, todos respondieron, sin excepción. En esas situaciones se suele decir que estás en una burbuja, pero en mi caso para nada, yo no estaba en una burbuja. Vino mucha gente, sentimos mucho arrope.
Tengo una anécdota que creo que lo resume. El día en que mi hermano estaba incomunicado y yo con todo el agobio consiguiente, era uno de los peores días de mi vida, ETA puso una bomba en la Universidad del Opus [30 de octubre de 2008]. Y un amigo me llamó llorando, porque su padre es profesor allí. Imagínate la situación que se genera, en un momento en que yo estoy a cinco minutos de dar una rueda de prensa sobre la situación de mi hermano. El caso es que los dos estábamos muy angustiados y hablamos. Hay gente que verá a los del otro lado como si fueran ogros, pero todos somos personas y todos tenemos sentimientos.