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Korrika se carga de energía en Durango para estallar hoy en Gasteiz

Pocos y pocas se quedaron en casa cuando Korrika pasó ayer por Durango. Llegó desde Abadiño, con la ilusión y fuerza inagotable que esta gigantesca iniciativa contagia a cualquiera a cada paso y, a la sombra de Anboto, cientos y cientos de personas disfrutaron de la carrera que hoy finalizará en Gasteiz. Dejando, eso sí, una huella que no se borrará fácilmente.


Aunque fueran las cuatro y media de la madrugada, en Tolosa había un grupo considerable siguiendo, “ttipi ttapa”, Korrika. Al mediodía, hacia las 13.30, interrumpió el poteo en Bergara, ya que coincidía con la feria de Erramu Zapatua.

Y ya entrada la tarde, el testigo circuló por Bizkaia de nuevo, de Abadiño pasó a Durango, donde, pasadas las siete, la calle Landako estaba repleta de gente esperando con ilusión para acoplarse a la iniciativa más grande en favor del euskera que llegaba con algo de retraso.

Ahí estaba el durangoarra Unai, «nervioso no, con ganas» de sumarse a la fiesta. Para él, Korrika «es un homenaje para todos los que están aprendiendo euskara y también una ayuda para AEK». «Es una iniciativa que junta a personas de todo tipo en Euskal Herria», dijo, y eso mismo se demostró ayer, pues no hubo límite de edad entre los participantes.

Al lado del kilómetro 2.332 de Korrika, estaba el equipo de Berbaro, la asociación que este año cumple 30 años trabajando por expandir el euskera en Durango. Markel Sánchez, el presidente, y Maite Agirre, una euskaltzale que ha estado al pie del cañón en Berbaro desde sus inicios, esperaban con ansia el testigo que les llegó de la mano de Landakoko Guraso Elkartea. Compartieron su kilómetro con el medio local Anboto y con Plateruena Kafe Antzokia, que en la ardua lucha de euskaldunizar Durangaldea, han sido durante años sus «hermanos».

«Siempre es muy emocionante cuando pasa Korrika. Estamos nerviosos pero con ganas», manifestó Sánchez a pocos minutos de que llegara su turno.

Pasadas las siete de la tarde, al fin llegó Korrika a la avenida Landako, vestida de morado y al grito de “Klika, klika, klika, Korrika!”. Desde la furgoneta, como cada día, los voluntarios y las voluntarias animaban a los corredores, quienes pasaban entre aplausos y sonrisas de la gente que esperaba a los dos lados.

Entrando ya a la Parte Vieja, estallaron los colores en Durango y se podía leer una pancarta que decía «Lupi maite zaitugu», en alusión al preso durangarra Gorka Lupiañez. La asociación Gerediaga, las feministas también corrieron su kilómetro, alzando bien alto el testigo.

Mirando desde un costado de la multitud, la gente no paraba de pasar. Era imposible vislumbrar el final de Korrika mirándola desde enfrente.

Muchísimas personas de fuera de Durango se acercaron a la localidad de Bizkaia, ya que no se querían perder la recta final de la fiesta del euskera.

Estalló en lo viejo

En el puente de San Agustín, en el kilómetro 2.336, el testigo pasó a manos de Euskal Herrian Euskaraz (EHE), y los representantes agitaron su bandera verde, símbolo del trabajo incansable que esta asociación lleva a cabo a favor del euskera.

La plaza Intxaurre y la Plaza Santa María estaban también repletas de gente esperando la llegada de Korrika. Los que habían estado sentados en la terraza de la Herriko se levantaron para unirse a la muchedumbre, afloraron los nervios y, cuando llegó, estalló Durango por todo lo alto. Pasada ya la Parte Vieja, con el testigo encabezó la marcha llevándola hacia Iurreta y de ahí a Zornotza.

Hoy, AEK desvelará el contenido del mensaje que guarda el testigo y, por tanto, de la edición de este año de Korrika, la número 21, que partió hace diez días de Gares.