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El PSOE lleva viento de cola y el PP coge oxígeno en Madrid

El PSOE vuelve a teñir el mapa estatal de rojo y aspira por izquierda el caudal electoral de sus socios morados, que se hunden a nivel municipal. La capital del Estado da un respiro al liderazgo de Casado y la Comunidad queda en manos del PP contra todo pronóstico.


Las municipales y autonómicas del 26M han mantenido la tendencia vista en las estatales de abril. El PSOE crece en todo el territorio a costa de Unidas Podemos, mientras que el PP registra otra baja generalizada, aunque logra matizarla gracias a un regalo de la aritmética parlamentaria que le permitirá poder en el Ayuntamiento y retener la Comunidad de Madrid. Ciudadanos y Vox, por su parte, han repetido su performance sin grandes cambios, dejando la esperanza naranja del sorpasso en mero anhelo.

Era la capital del Estado, la gran batalla del domingo acabó convirtiéndose en la gran sorpresa. Todas las encuestas y todos los medios difundieron las últimas semanas que era casi seguro un triunfo de las izquierdas fragmentadas. La alcaldesa Manuela Carmena podría repetir mandato con soporte socialista y en el gobierno regional Angel Gabilondo (PSOE) desbancaría al PP después de un cuarto de siglo, con la ayuda del panmoradismo dividido en dos: Iñigo Errejon e Isabel Serra.

Ninguno de ambos escenarios ocurrió y la suma de las derechas oxigena un liderazgo de Pablo Casado que ya empezaba a ser cuestionado. En la región donde cebó su poder logró una foto de éxito con la inesperada recuperación del Ayuntamiento de la capital, que el alcaldable José Martínez Almeida logrará únicamente si pacta con Ciudadanos y Vox. Los «populares» pierden seis escaños y acaban segundos, pero las derechas suman 30 y Más Madrid y PSOE solamente 27.

Carmena concluye así un interregno progresista –aunque cuestionada por lo bajo por Podemos e IU–, marcado por el cambio en el aspecto del espacio público del centro madrileño y las disputas internas del arco progresista. Su derrota no se explica por los 40.000 votos que obtuvo la candidatura de Carlos Sánchez Mato (Madrid en Pie), porque con ellos tampoco hubiera arañado el escaño que echó en falta.

Tal vez el ojo habría que ponerlo –además de en la idiosincrasia política castellana, por supuesto– en el abstencionismo de los sectores populares. En Madrid se sabe que la derecha suele estar más movilizada y sólo peligra su predominio cuando ocurre lo mismo en los barrios del sur. Pero no fue el caso: Vallecas, Villaverde, Carabanchel y Usera tuvieron entre un 2,7% y un 4,3% de menor participación con respecto a 2015, mientras que los más ricos Salamanca, Chamartín y Chamberí tuvieron entre un 1,15% y 2% más.

La Comunidad de Madrid, verdadera joya del PP con un presupuesto que casi quintuplica al del Ayuntamiento, también tendrá un gobierno de derechas gracias a «la nueva regla de ‘se suma se gobierna’», como la ha denominado el vicesecretario Javier Maroto. No importa que los «populares» se hayan derrapado 11 puntos del electorado y 18 escaños, porque cuentan con las muletas de Ciudadanos y Vox, que les permiten tener cuatro legisladores más en la Asamblea que el bloque de izquierdas e investir así a la polémica Isabel Díaz Ayuso, una alegre continuadora de Esperanza Aguirre.

La actuación de las izquierdas merece un párrafo aparte: la furiosa pugna interna entre Errejón y el sector (mayoritario) de Podemos alineado a Pablo Iglesias, junto con la triste ayuda de Carmena para agrietar esa herida, es uno de los hechos inobjetables para entender este resultado. De todas formas, la suma de las tres fuerzas se acerca a la de las tres derechas y quedan a tan sólo cien mil votos, recortando la diferencia con respecto al mes pasado. Pero no alcanzó.

El PP logra así retener poder simbólico que oculta el descalabro generalizado y ahora necesitará contener a Ciudadanos para que no haya ninguna tentación de pactar con el PSOE y evitar el costo político que implicaría compartir investidura con Vox, y más aún, compartir gobierno. Manuel Valls, por ejemplo, ya ha advertido a Albert Rivera de que romperá con Ciudadanos si hay pacto con la extrema derecha en Madrid.

El PSOE copa el mapa autonómico

Los socialistas siguen de parabienes y cosecharon algunas nítidas buenas noticias electorales. Además de arrebatarle el Gobierno de La Rioja al PP –deberá gobernar con Podemos–, ha ganado a Coalición Canaria unas autonómicas por primera vez desde los años 80 y eso lo posiciona como favorito para la investidura.

En Baleares crece notablemente y Francina Armengol retendrá el Gobierno si consigue pactar con Podemos, el PI y Més, algo similar a lo ocurrido en Aragón, comunidad en la que los morados se han desplomado casi el mismo porcentaje en que crecieron los socialistas, que reelegirán a Javier Lambán presidente si cuentan con el guiño de los minoritarios IU, la Chunta y PAR.

Sin dudas, las mejores noticias para los socialistas han sido Extremadura y Castilla-La Mancha, en donde los barones locales han conseguido cómodas mayorías absolutas. En el caso manchego, Podemos directamente desaparece del mapa legislativo. Lo mismo les ocurre a los de Pablo Iglesias en Cantabria, en donde gobernará el regionalismo del PRC con el PSOE, mientras que en Asturias las izquierdas retienen la mayoría.

En Castilla y León el PP ha perdido la mayoría absoluta y cayó 13 escaños, pero podrá gobernar con Ciudadanos y sin la necesidad de rogar el voto a Vox, aunque dependerá de la habilidad de los socialistas –ganadores con el 35% de los votos– no seducir a los naranjas y hacerse con la Junta.

Misma situación que ocurre en Murcia, ya que los de Rivera suman mayoría tanto a derecha como a izquierda. De allí el enfático pedido del presidente Pedro Sánchez a Ciudadanos de acabar con el «cordón sanitario» al PSOE y ponérselo a Vox: hay dos gobiernos con los que se podrían quedar.

Podemos, en retroceso municipal

El descenso de Unidas Podemos se hizo más evidente en las elecciones para los ayuntamientos que en las estatales, porque es donde residía su poder territorial y también sus sueños, como el de ganar algún municipio del cinturón rojo madrileño. Pero no: Parla, Getafe, Leganés, Fuenlabrada, Móstoles y Alcorcón dieron triunfos rotundos al PSOE.

Más allá de los casos particulares de Madrid y Barcelona, la caída de Podemos en Zaragoza, precedida por una disputa fratricida entre sus sectores internos, llevó a que las derechas sumen mayoría y puedan echar a la izquierda. El sabor amargo también se repitió en Valencia, en donde Joan Ribó será reelegido al dispararse Compromís, devorando a unos morados que no logran superar el 5% y pierden representación.

Por fuera de la meseta castellana, Podemos había conquistado en 2015 los denominados ayuntamientos del cambio en Cádiz –el único que ha podido retener, gracias a una victoria contundente de «Kichi» González– y en las ciudades gallegas de A Coruña, Santiago y Ferrol. La pelea entre la confluencia Marea y Podemos ha hecho que la marca de Iglesias desaparezca de esos municipios gallegos, que quedarán en manos de la izquierda si logran pactar los socialistas, los de Marea y el ascendente BNG.

Por lo demás, las otras grandes urbes del Estado no presentaron sorpresas: Sevilla, Palma de Mallorca, Vigo y Las Palmas de Gran Canaria quedarán en manos del PSOE, mientras que Málaga y Alicante han vuelto a dar el triunfo al PP.

El 26M concluye así un revoltoso ciclo electoral que ahora abre la puerta a intensas semanas de negociaciones para los pactos de investidura. La clave de las próximas semanas pasará por la resistencia de Ciudadanos a las críticas por pactar con Vox y por si Pedro Sánchez, aupado por las urnas dos veces en cuatro semanas, logra imponer su objetivo de un gobierno en solitario, ante un Podemos alicaído con menos capacidad de presión.

Sea como sea, los resultados marcan inequívocamente que una nueva era política comienza.