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‘Thalasso’: Houellebecq y Depardieu, confesiones en albornoz

El escritor Michel Houellebecq y el actor Gérard Depardieu interpretándose… a sí mismos. O quizá no. Porque es difícil discernir entre realidad y ficción en el último trabajo de Guillaume Nicloux. Probablemente, dos de los hombres más controvertidos de Francia, se encuentran durante unos días en una talasoterapia. Allí asisten a un estricto régimen que no va con ellos. Prefieren fumar y beber. Y entre copas y caladas, confesarse.

El escritor Michel Houellebecq y el director Guillaume Nicloux, minutos antes de la proyección. (Jagoba MANTEROLA/FOKU).

Como a un niño chico, la esposa de Houellebecq lo besa y lo despide en la puerta de la talasopetarpia de Cabourg, donde deberá permanecer varios días para seguir un tratamiento y una dieta bastante estricta y triste, también hay que decirlo. Nada de alcohol y nada de tabaco, por supuesto. En su lugar, masajes, chorros a presión y barros de algas. Aburrido para alguien que parece haber ido en contra de su voluntad. No tarda en pedir una botella de vino que le niegan, claro está.

El albornoz blanco será su uniforme; por debajo, un slip negro que deja al descubierto un cuerpo débil, enclenque incluso, cuya piel se arruga en cada movimiento. Parece cansado, pero no logra relajarse. Quiere un cigarrillo.

Un hombre que fuma en el exterior, también a escondidas, le ofrece fuego. ¡Bingo! Gérard Depardieu, en adelante amigo y cómplice de confidencias. El actor tampoco está de buena gana en ese espacio dedicado al culto del cuerpo. El suyo, gordo, enorme y también fatigado, lleno de excesos. Explica que tiene «los órganos enormes»…

«¿Es usted Michel Houellebecq? Sí, el mismo. ¿Y usted Depardieu? Sí, soy yo». Los dos personajes se habían saludado en la vida real, pero no existía una relación; hasta el momento del rodaje no se habían tratado personalmente pero se abren de manera natural, se confiesan, se vacían. Hablan de religión, de la reencarnación y de la muerte. De una muerte que para el escritor francés no existe. Conmueve verlo llorar cuando recuerda a su abuela, cuando afirma que puede volver a posar su mano sobre su hombro. «Lo peor de hacerse viejo es que sigues sintiéndote joven», confiesa, dolorido.

Los diálogos son surrelistas por momentos, desternillantes, delirantes, cuerdos también, por qué no… únicos y muy suyos. Houellebecq confiesa que no practica «tanto» el 69 pero que, en realidad, nunca le ha gustado demasiado porque es más del «boca con boca» y del «cara con cara». Depardieu, por su parte, afirma que se ha acostado tanto con hombres como con mujeres, y cita incluso los nombres reales de algunas de las actrices y conocidas con las que ha compartido sábanas. Rumores, más o menos conocidos, que se confirman en su boca. O no.

Hace falta una alquimia particular

La duda es si es cierto o no todo lo que cuentan. Ese es el juego y la trampa. Según ha explicado el director, amigo personal de Houellebecq, y con quien ya rodó en 2014 ‘El secuestro de Michel Houellebecq’, escribir el guion para un formato así requiere de improvisación. «Me veo obligado a dejar en el aire parte de la fabricación. Hay resúmenes, secuencias y diálogos escritos, pero es un híbrido», ha dicho en rueda de prensa, acompañado por la productora Sylvie Pialat. Cabe aclarar que Houellebecq sí ha estado en la proyección pero no en la rueda de prensa posterior porque «no participa nunca en ninguna», han justificado.

Los actores, o personajes más bien, han aportado mucho de su propia cosecha, y «han llegado más lejos de lo previsto», ha afirmado. «Esta forma de trabajar, este esquema, permite ir incluyendo todos los accidentes, pericias y microintrigas de ellos mismos. La singularidad de esta película es la ambigüedad, y trabajar así requiere de una alquimia particular».

Durante la película, Houellebecq hace alusión en varias ocasiones a la posibilidad de presentarse a la presidencia del Gobierno galo. Maldice a Hollande, a quien atribuye su «secuestro» para impedir su candidatura, y maldice a Macron. «No pensé que iba a partirse la crisma tan rápido», admite. Según Nicloux, fue él mismo quien le incitó a que lo intentara de verdad. «Ojalá si hubiera seguido adelante. Michel tiene una opinión propia, y es interesante escucharla. El desastre que hubiera producido, hubiera sido interesante. Pero me llamó y me dijo que no».

Siguen en albornoz, con el pelo despeinado y excediéndose con el vino. Conversan mientras otro usuario, también en albornoz, se acerca y les pregunta si son quienes él cree. «Sois la vergüenza de Francia», les espeta el hombre. Parece que llevaba toda la vida esperando ese momento, como si diera voz a medio país. Eso también forma parte de la realidad: Depardieu y Houellebecq, dos hombres que generan controversia y debate por sus opiniones y posiciones. «¿Cómo planteó aquello el director?», le preguntamos desde NAIZ. «Ninguno de ellos está hoy aquí, pero puedo contestar a eso porque, precisamente, les preguntamos al respecto antes de rodar. Dijeron que sí, incluso por coquetería, que se sentían la vergüenza de Francia».