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Los afganos votan en la primera vuelta de las presidenciales entre la desconfianza y la amenaza talibán

Los afganos han votado en la primera vuelta de las presidenciales entre las amenazas talibanes, la desconfianza hacia los líderes políticos y el temor al fraude electoral. El Gobierno ha subrayado el bajo número de víctimas mortales respecto a anteriores comicios, aunque el miedo y el hastío han podido reforzar la abstención.

Cacheos en la entrada de un colegio electoral. (Nurulah SHIRZADA/AFP)

El Gobierno afgano ha informado de la muerte de cinco miembros de las fuerzas de seguridad y de 37 civiles heridos por 68 acciones talibanes contra centros de votación durante las elecciones presidenciales de este sábado en Afganistán.

Para el ministro del Interior, Masoud Andarabi, la campaña de los talibanes para interrumpir el proceso electoral «ha fracasado por completo y sus planes fueron desbaratados y frustrados».

Según el ministro, la mayoría de los ataques insurgentes se redujeron a lanzamientos de morteros y detonaciones de explosivos improvisados 

El ministro de Defensa, Asadullah Khalid, ha celebrado también que las amenazas talibanes de las últimas semanas se esfumaran, al no producirse «ningún incidente grave de seguridad» y registrarse menos ataques que en elecciones precedentes.

En las legislativas de 2018 llegaron a producirse más de 60 muertes, pero las cifras podrían cambiar como ocurrió en la segunda vuelta de las presidenciales de  2014, cuando un balance inicial ofreció un bajo número de víctimas y al día siguiente se disparó a más de cien muertos.

El Gobierno ha desplegado a 72.000 miembros de las fuerzas de seguridad y ha puesto en alerta a otros 30.000, además de prohibir el acceso a la capital a camiones y camionetas desde el miércoles.

La campaña electoral comenzó a finales de julio con un atentado que provocó 20 muertos y más de cien personas han fallecido en ataques posteriores reivindicados por los talibanes, que habían multiplicado sus amenazas para disuadir a los afganos de acudir a votar.

«La adminsitración fantoche de Kabul ha llevado a cabo una elección fabricada pero ha encontrado el fracaso y el rechazo de una vasta mayoría de la nación», han afirmado, por su parte, los talibanes en un comunicado.

Decepción y desconfianza

9,6 millones de ciudadanos estaban convocados a acudir a alguno de los 4.928 centros electorales que se han cerrado a las 17.00 hora local, dos horas más tarde de lo previsto.

Aunque el Gobierno no ha dado cifras de participación se espera una gran abstención fruto no solo de las amenazas talibanes, sino también de la decepción hacia unos dirigentes que los votantes ya no esperan que mejoren sus condiciones de vida, así como de las sospechas de fraude.

Las autoridades afganas aseguran haber tomado todas las medidas paras evitar el fraude, con una batería de medios técnicos, entre ellos lectores biométricos, que han causado incidentes técnicos en algunos colegios.

La Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán  (AIHRC) ha confirmado estos incidentes y señala que sus observadores «han informado de un bajo número de electores en los colegios, sobre todo a causa de la seguridad».  

Los resultados preliminares de la votación no se conocerán hasta el próximo 19 de octubre, mientras que se espera que los datos finales se anuncien el 7 de noviembre.

Si uno de los 18 candidatos obtiene más del 50 % de los votos, será proclamado vencedor de los comicios, mientras que en el caso de que ninguno haya superado ese porcentaje, los dos más votados concurrirán a una segunda vuelta. Los favoritos son el actual jefe del Estado, Ashraf Ghani y su jefe de Gobierno, Abdullah Abdullah.

Ghani espera una reelección que lo consolide como interlocutor indiscutible para negociar con los talibanes, que lo califican de «marioneta» de EEUU y le niegan cualquier legitimidad.

Ghani y Abdullah ya se midieron en las elecciones de 2014, marcadas por irregularidades tan graves que EEUU impuso la creación del puesto de gobierno para Abdullah.

El futuro jefe de Estado se hará cargo de un país en guerra, donde el 55% de la población vivía en 2017 con menos de dos dólares diarios, y donde el conflicto armado ha acabado con la vida de más de 1.300 civiles en el primer semestre de este año. 

Las negociaciones entre los talibanes y EEUU sobre la retirada de tropas estadounidenses se encuentran en punto muerto, lo que retrasa aún más un eventual diálogo interafgano entre el Gobierno y los insurgentes.