Debate electoral en Catalunya: bloques en movimiento discuten en medio del caos
A un extremo, un diputado afrodescendiente de Vox, al otro, la candidata de la CUP, Mireia Vehí. En medio, entremezclados, PP, JxCat, Ciudadanos, ERC, PSC y Comuns, todos con muchos reproches en muchas direcciones. Enfrente, un moderador ausente. ¿Qué podía salir mal?
Caótico, fascinante, escandaloso, estéril, histriónico. En TV3 se ha realizado esta tarde un experimento electoral inédito, juntando en el mismo plató, en lo que se suponía que iba a ser un debate, a todo el espectro político catalán y español. Desde la CUP hasta Vox, con todos los registros intermedios. Como debate, evidentemente, ha servido para bien poco, pero los enfermos de los espectáculos políticos han tenido ración doble.
Todo ha empezado más o menos tranquilo, con una primera palabra para cada participante, donde se ha podido ver hacia donde apuntaba cada uno, destapando un juego que, pese a todo el ruido y el caos posterior, se ha mantenido de fondo a lo largo del programa. Un mecanismo de búsqueda diferida del voto que lleva a los candidatos que pugnan entre sí a confrontarse de forma indirecta, a través del ataque común a antagonistas con los que no se juegan apenas papeletas.
El ejemplo palmario lo han ofrecido la única diputada del PP por Catalunya, Cayetana Álvarez de Toledo, y la candidata de Ciudadanos, Inés Arrimadas, que no han parado de competir en impertinencia –sobre todo en el arranque del debate–. Eso sí, no era un combate cuerpo a cuerpo, de sparring han tenido al independentismo. La sarta de improperios, bajezas, insultos y menosprecios que han dedicado a las fuerzas independentistas ha sido de tal calibre que cabe pensar que, si algún voto consigue mover un debate así, será el de aquel soberanista algo cansado que, visto lo que puede venir con la derecha, se anime finalmente a volver a votar el domingo.
De hecho, ambas han iniciado sus discursos arremetiendo contra la casa que les ha acogido esta noche, TV3. Una ofensiva a la que se les ha sumado Ignacio Garriga, el diputado afrodescendiente de Vox que ha empezado condenando el racismo y ha acabado vinculando las ayudas a los menores extranjeros no acompañados y la inseguridad. Por lo demás, el ultraderechista ha estado en segundo plano, bastante inane, viendo cómo Arrimadas y Álvarez de Toledo le pasaban por la derecha en varios momentos.
Pugna en el bloque independentista
La búsqueda del voto diferido funciona también, aunque en menor medida, en dirección inversa. El ejemplo es Rufián, que ha apelado a una «contundente derrota» de Pedro Sánchez en Catalunya para forzarlo a dialogar. Una derrota, claro, que pasa por la victoria de ERC, para lo cual pide agrupar el voto soberanista.
También Laura Borràs, candidata de JxCat, ha alertado de la regresión española para acabar proponiendo un grupo parlamentario único del independentismo en el Congreso. La totémica unidad. Podría tener sentido en momentos dados, pero con las encuestas en contra –podría superarlos también la CUP–, ha sonado algo desesperado.
El programa ha supuesto también el estreno de Mireia Vehí, candidata de la CUP, en un debate electoral. La serenidad del comienzo no le ha durado demasiado, y ya en la primera mitad ha abierto fuego a discreción contra el resto de los candidatos. Contra todos. Ha repartido estopa a izquierda y derecha, a unionistas y a independentistas, y hasta se ha pasado de frenada al acusar a Rufián de acudir a una boda con miembros del Íbex 35 –fue su correligionario Pere Aragonés–, algo por lo que se ha disculpado posteriormente.
Podemos ausente y PSOE modulado
Aunque a ratos no lo ha parecido, también estaba en el debate el candidato de Catalunya en Comú, Jaume Asens, gris, inseguro y apesadumbrado, apelando a la empatía en medio de un guirigai ininteligible.
A dos bandas ha jugado el candidato del PSC, José Zaragoza, a ratos atacando al independentismo, a ratos a la derecha. Zaragoza ha sustituido a la cabeza de lista, Meritxell Batet, fuera de la campaña por motivos de salud. Fontanero del partido durante años, el diputado del PSC ha compensado sus escasas dotes de oratoria con manuales de la vieja escuela: por ejemplo, encender el ventilador. En la versión de Zaragoza, las elecciones se repiten porque ERC no quiso aprobar los presupuestos de Sánchez, porque Podemos no quiso aceptar la oferta del PSOE, y porque Ciudadanos y PP no le permitieron gobernar con una abstención. Demasiados culpables para un solo crimen cuya autoría todos en Catalunya tienen bastante clara.
Con todo, no deja de ser divertido observar cómo Zaragoza, un hombre de partido donde los haya (del PSOE, no se confunda nadie), se ve obligado a modular el mensaje de su formación en un lugar como Catalunya, con hegemonías tan diferentes a las españolas. Poco ha tenido que ver el Zaragoza de hoy con el Sánchez de ayer.