El PP se ilusiona a costa de Cs y la extrema derecha aspira a ser tercera fuerza
El arco conservador mantiene su enfrentamiento pero promete unidad si suma mayoría este domingo. Casado podría relegitimar su liderazgo mientras Rivera teme perder la mitad de sus escaños. Vox, en peligroso ascenso.
El 10N traerá más novedades para las fuerzas estatales de derechas que para el arco progresista, al pronosticar casi todas las encuestas un reagrupamiento del voto conservador, con un descalabro de Ciudadanos, un fuerte repunte del Partido Popular y cierta probabilidad de que la ultraderecha de Vox pase de ser la quinta a la tercera fuerza del Estado. A diferencia de las izquierdas, nadie duda que si los tres partidos suman, habrá un pronto acuerdo de investidura.
Los resultados dependerán no solo de los votos conseguidos sino del nivel de abstención. En la repetición electoral de 2016, la participación descendió al 66%, la más baja en cuatro décadas, lo que favoreció al PP y perjudicó a la izquierda. Sin embargo, desde la cúpula de Génova advierten que la desmovilización puede afectarlos.
«El cabreo de la gente es fuerte y nos afectará a todos, no sólo a la izquierda», comentó fuera de micrófono a GARA uno de los miembros de la Ejecutiva del PP. Una de las estrategias que impulsó Casado para evitar esto fue llevar el modelo navarro de España Suma al resto del Estado, convencidos de que por el sistema electoral –proporcional pero con una treintena de circunscripciones muy pequeñas– la división les hará casi imposible sumar la mayoría absoluta de 176. Sin embargo, no tuvo éxito por la oposición de Ciudadanos.
Portavoces de la campaña del PP explican que la estrategia ha cambiado poco porque tanto el mensaje principal de reagrupar el voto como las propuestas siguen intactos, aunque admiten que hubo cambios «más cosméticos» para cristalizar el giro al centro: Casado suavizó sus apariciones y ha incorporado a las listas a antiguos referentes de la era Rajoy.
Génova quiso recuperar esa herencia del expresidente y fichó como número dos en Madrid a Ana Pastor, a quien Casado ya le prometió públicamente un ministerio. También han subido el perfil de Fátima Báñez, alineada en las primarias con Soraya Sáenz de Santamaría. Las mismas fuentes relatan que la renovación de dirigentes en las listas de abril había sido tal que muchos votantes perdieron referencias.
Para suavizar la imagen de Casado, el PP utilizó a la portavoz Cayetana Alvarez de Toledo, quien expresa con crudeza lo que su presidente ya prefiere callar, además de cumplir su objetivo central: recuperar viejos votantes fugados a Cs y opacar la irrupción de Inés Arrimadas en las Cortes.
En Génova se ilusionan con cruzar la barrera simbólica de los 100 escaños aunque esperan rondar los 90, lo que sería un aumento de un tercio, algo que legitimará el liderazgo de Casado, tras ser la cara del peor resultado histórico del PP hace siete meses. La clave está puesta en los grandes centros urbanos a excepción de Barcelona y Bilbo, en donde ya no tienen esperanzas. Pero sí aspiran a mejorar en Madrid, el País Valenciá y Andalucía, además de sumar escaños perdidos en las circunscripciones pequeñas de la meseta castellana.
Un ejemplo que da Génova por el repunte es la Región de Murcia, bastión del PP durante muchos años y feudo del secretario general y nuevo jefe de campaña, Teodoro García-Egea (sustituyó a Maroto). El 28A los populares empataron en dos escaños con Cs y Vox, cuando en el pasado llegaron a tener hasta cinco en la provincia. «Ahora estamos disputando el cuarto escaño», aseguran confiados.
Para el PP, aunque no haya suma de mayoría, habrá una victoria parcial la noche del domingo porque no hay dudas en que Casado quedará como jefe nítido de la oposición, a diferencia de abril pasado, cuando Rivera disputaba ese rol al haber conseguido tan solo 0,9% menos de votos. Y con respecto a una posible investidura, no dejan dudas: «Si sumamos, a más tardar a mediados de diciembre hay gobierno investido».
El columpio de Ciudadanos y Vox
El escalón de bronce en el podio del Congreso podría pasar de manos naranjas a verdes: todo parece indicar que el descalabro de Rivera lo llevará al quinto puesto, mientras que hay chances de Vox de hacer un doble sorpasso, ya que podría superar a Unidas Podemos, quien hasta hace poco figuraba tercero en los sondeos.
Cs comenzó en Cádiz su campaña, «por su simbolismo liberal, al ser la cuna del constitucionalismo y del liberalismo español», explicaron portavoces de la formación naranja. Su estrategia de campaña fue apuntalar la cercanía con el votante y tener golpes de efecto sorpresivos, que a la vista del debate, podrían jugarle en contra, además del sistema electoral, que suele castigar a quien queda en cuarto lugar o menos.
Desde el partido aseguran descreer de las encuestas y recuerdan que siempre han ido «de menos a más», aunque admiten que estarán por debajo de su ratio de abril. En la campaña dejaron en claro que solo formarían coalición con el PP y que sino permanecerán en la oposición, aunque intentando que no haya una tercera repetición electoral. Un equilibrio que puede interpretarse como un guiño a la élite del Palco del Bernabeu, que reclama al menos una abstención técnica que evite el ingreso de Podemos a Moncloa.
Así como nadie duda del descalabro de Cs sino solo de qué magnitud será, corre lo mismo para Vox pero a la inversa. Se descuenta el ascenso de la extrema derecha, aunque su suerte dependerá del nivel de abstención: según la muestra de Celeste-Tel, sólo el 2,5% de los encuestados que lo votaron piensan ahora no acudir a las urnas, mientras que un 30% de quienes eligieron al PSOE y un 20% de los de Podemos respondieron que se abstendrían.
Abascal es uno de los ganadores de esta campaña al conseguir estar en el debate y que su relato hooligan irrumpa en prime time ante casi nueve millones de televidentes. Con similar estrategia que en abril, se apoyó en las redes sociales y evitar entrevistas para que su mensaje no tenga mediador ni preguntas incómodas.
Tal vez uno de los episodios más emblemáticamente neofascistas lo protagonizó su secretario general, Javier Ortega Smith, cuando en una tertulia de La Sexta amenazó en la cara a Aitor Esteban advirtiéndole que se preocupe porque «en cuanto puedan» ilegalizarán al PNV. El exabrupto esconde el otro gran logro de Vox en esta campaña: la impunidad con la que sus socios de gobierno (y que lo serán en Moncloa) como PP y Cs permiten que trascienda el discurso ultra.
Como en abril, Vox apela al neofascismo social y político (islamofobia y reclamo de suspensión de autonomías, por ejemplo) pero se alinea con PP y Ciudadanos en el liberalismo económico. Aunque si bien llama a la baja masiva de impuestos (IRPF, sociedades y sucesiones), ha matizado en esta campaña su faceta capitalista, eliminando la propuesta de abaratamiento del despido y limitando el derecho a huelga.
El ascenso de Vox depende de las 20 circunscripciones más grandes y en mejorar donde le fue mejor en abril: Madrid, Valencia, Málaga, Granada, Almería y Toledo, entre otras. También lo favorece que la mayoría de sus votantes suelen ser de sectores de altos ingresos, que tienen un ratio de abstención mucho menor. Un miembro de Izquierda Unida nos daba este ejemplo: «No es que Madrid sea ‘facha’, sino que en el barrio Salamanca acuden a votar 20% más que en Vallecas».
Sea el resultado que sea, el domingo el mapa de las derechas del Estado se va a reconfigurar con respecto a abril y cambiará su correlación de fuerzas. Habrá que ver si les alcanza para su gran sueño de echar a Sánchez y asaltar Moncloa.