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Todavía no hay investidura, pero el neofranquismo ya se ha desvestido


Era Sánchez el protagonista obvio, pero lo que se recordará de la sesión de ayer seguramente serán las amenazas de Casado (quién sabe si para entonces ya cumplidas), los insultos de Abascal (aunque no ofenda quien quiere sino quien puede) y el sospechoso desmarque de una diputada canaria apellidada Oramas (la sombra del tamayazo es alargada).

Bastó que el bloque de progreso insinuara cierta apertura, se pusiera mirando un poco a otro futuro, para que el de derecha se replegara a décadas atrás. Cárcel y exilio, tribunales e ilegalizaciones, ejército y policías, guerra económica y mediática, 155 y Junta Electoral Central, trapicheos y presiones; el neofranquismo se despliega a saco. Antes de que Sánchez sea investido, la derecha ya se ha desvestido de las pocas caretas que le quedaban, y ya se ha vestido para la batalla.

No ha sido cómoda la disyuntiva en ERC y EH Bildu ante esta investidura. Tampoco en JxCat o la CUP. Dijo Sánchez en una de sus intervenciones que el no del PP y el de Puigdemont se parecen en que comparten que ‘cuanto peor, mejor’. Es facilón el argumento del candidato y tramposo su afán de meter a todos en un mismo saco. Pero lo que ayer certificó es que el ‘cuanto peor’ es más que eso, es fascismo puro, el napalm del que habló Compromís.