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Casado matiza la crispación de la investidura pero ratifica la vía judicial para todo

El presidente del PP ha hablado en la primera reunión del año de la Ejecutiva del partido y trazado la hoja de ruta de la estrategia de oposición a Sánchez, haciendo equilibrio entre palomas y halcones. Dardos a Vox y búsqueda del votante de Ciudadanos.

Casado, en la tribuna del Congreso; hoy ha usado otro tono en Génova. (Pierre Philippe MARCOU | AFP)

Frente a los barones de su partido, Casado ha dado este lunes su primer discurso tras la investidura del gobierno de coalición. Su tono ha sido menos crispado. Vistiendo corbata verde, algo que en los pasillos del Congreso suele verse en los diputados de Vox, que lo hacen para diferenciarse. Ha constituido un recordatorio casi cómico de la preocupación omnipresente que representa hoy para Génova la competencia con la fuerza de extrema derecha.

El tono dramático de Casado en los plenos de investidura («coalición del apocalipsis», tituló Sánchez con astucia) ha quedado atrás. Tras una semana de debate interno y declaraciones de algunos barones pidiendo moderación, el presidente del PP ha intentado este lunes marcar la senda por la que intentará transitar, al menos al medio plazo, por el espinoso camino de la oposición.

«El PP siempre está para las políticas de Estado y reconoce la legitimidad de un gobierno investido en las Cortes», ha dicho al comenzar, desautorizando públicamente a los  dirigentes de su fuerza que habían llamado «ilegítimo» y «fraude» al nuevo Ejecutivo de Sánchez. En otro detalle diferenciador respecto a Vox, Casado ha expresado solidaridad con la nueva víctima de «violencia de género», hoy mismo en Ciudad Real. No es casual esa denominación, que irrita a los del partido de Santiago Abascal, empeñados en sustituirla por «violencia intrafamiliar».

Casado está empeñado desde el año pasado en «liderar la reagrupación nacional de los constitucionalistas», como ha dicho hoy. La cúpula del PP tiene estudiados los números y sabe que es muy difícil que la derecha vuelva a Moncloa si va a elecciones partida en tres. Pero también está el desafío de Vox, que ya es la tercera fuerza en escaños y acorrala a Casado con un discurso desprejuiciadamente extremista.

Para Pablo Casado, la «misión fundacional» del PP en su creación «fue unir a todo lo que estaba a la derecha de la izquierda» y ahora es «aglutinar a todo el constitucionalismo». Por eso ha llamado a «huir de quien haga de la división y confrontación su hoja de ruta» porque así como no se puede gobernar «contra media España», tampoco «se puede ser oposición contra la otra media».

«No queremos ser una minoría indomable, tenemos ambición de mayoría imbatible», ha aseverado Casado en un mensaje con claro destinatario. Al partido de Abascal le envía otro dardo: «Para los que quieren suprimir diputaciones y comunidades autónomas, les digo que hoy son la mejor salvaguarda para los ciudadanos frente al gobierno radical».

A las calles no, pero a la judicatura sí
Casado no se sumó a la convocatoria de Vox para salir a manifestarse en contra de la investidura de Sánchez y ha dejado trascender que por ahora no quiere llevar la política a las calles. Pero ha ratificado la voluntad de mantener su ofensiva en los tribunales contra Moncloa y el independentismo.

Con ese fin, ha anunciado que el PP recurrirá en la sala de lo Contencioso del Supremo el nombramiento de la hasta ahora ministra de Justicia, Dolores Delgado, como jefe de los fiscales, en un fichaje que ha calificado como flagrante para la separación de poderes.

También embestirá contra el president Quim Torra y contra el presidente del Parlament, Roger Torrent. Al primero, según ha adelantado, lo denunciará por «delito de usurpación de funciones públicas» si no acata la inhabilitación de la JEC. Al segundo le ha advertido que lo denunciará «por prevaricación» si no accede a convocar un pleno de investidura para elegir un nuevo líder de la Generalitat que sustituya a Torra.

Por si fuera poco, también señala que su grupo registrará en las Cortes una propuesta de modificación de la ley electoral «para que los prófugos de la Justicia no puedan ser elegibles». «No son zancadillas ni artimañas legales, como dijo Sánchez. Esto es el Estado de Derecho», ha recalcado.

De palomas y halcones
Sobre el final de su intervención, Casado se ha hecho cargo del debate público en torno al perfil que debe tomar el partido, expresado, por ejemplo, por los presidentes de Galicia y Andalucía: «No voy a liderar un PP ni bronco ni desestabilizador ni que haga escraches», ha enfatizado, y ha pedido que sus dirigentes se centren en propuestas «atractivas y concretas para la vida real» del votante de a pie.

Sin embargo, ha intentado desmantelar el relato de un PP crispado y escorado a la derecha al decir que «no hay moderación en negar la realidad, están pasando cosas graves y hay que actuar». Ha acusado en forma indirecta a los medios de comunicación y su posicionamiento frente al PSOE, al considerar que «la cobertura de su propaganda es muy fuerte y generosamente subvencionada».

«Dicen que nos hemos movido a la derecha para tratar de debilitarnos y dividirnos pero hemos demostrado que somos un partido al que nadie le marca la agenda», ha dicho en forma tajante. En señal de unidad, añade que «no hay un PP duro ni blando» y que es «un debate falso» hablar de palomas y halcones.

Pero esa misma mención resulta elocuente para reflejar las dos almas en pugna al interior de Génova y las que Casado está obligado a compatibilizar. También hay intereses contrapuestos: Núñez Feijóo, por ejemplo, no siente el apremio de Vox en Galicia (en donde su caudal de votos es casi irrelevante) como sí lo sienten los candidatos ‘populares’ en Madrid y Valencia.

Fuentes de la cúpula nacional del PP que conocen la forma de pensar de Casado comentan a NAIZ que el dramatismo de la intervención de su líder los días de investidura fue porque «él realmente lo siente así, cree que es una vergüenza lo de Sánchez. No hay que olvidar que él es de la cantera de Nuevas Generaciones».

Desde Génova también explican que la estrategia de Casado no está tan influida por el temor a la pérdida de votos por Vox sino por el objetivo casi obsesivo de reagrupar al electorado conservador y que este péndulo entre crispación y moderación está calculado para navegar entre las dos aguas del PP. Incluso para dar mordiscos al centro: hoy ha vuelto a apelar a los socialistas moderados que se sienten defraudados por Sánchez. Un mensaje que debería oír Inés Arrimadas. Los votantes que le quedaron a Ciudadanos también es algo con lo que Casado se quiere quedar.

Las mismas fuentes destacan que en todo lo que tenga que ver con tensar la cuerda está involucrada la portavoz del grupo parlamentario, Cayetana Alvarez de Toledo. «Es muy influyente, ella tiene mucho tirón, se conocen de cuando trabajaron juntos en la FAES», la fundación de Aznar, recuerdan.

Alvarez de Toledo y el número dos del PP, Teodoro García-Egea, representan el ala más combativa y son dos de las personas de mayor influencia en el líder de la oposición. Desde el PP andaluz, gallego y vasco ya han hecho gestos de disidencia con la deriva más radicalizada de Génova. Este lunes Casado ha querido demostrar que todavía los tiene en cuenta.