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La lluvia de millones anunciada por París y Madrid no acorta la distancia con Seúl

Ante la desaparición fáctica de la UE, los Estados se repliegan, restablecen controles fronterizos de infausto recuerdo y aplican sus propias recetas para tratar de frenar el impacto económico de una crisis sanitaria para la cual nadie parece querer aprender del ejemplo coreano.


«Tenemos un mensaje simple para todos los países: test, test, test. Comprobar todos los casos sospechosos». El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, no pudo ser más claro el lunes. Su enviado para Europa, David Nabarro, fue ayer igualmente elocuente: «Se están haciendo muy pocos tests, así que no podemos realmente saber dónde está el virus». Lo dijo en un entrevista en la que aseguraba que esto no es más que el inicio de la epidemia.

La razón que explica esta fijación con los tests la encontramos en Corea del Sur, donde han realizado una media de 15.000 pruebas de Covid-19 al día. «Hemos decidido realizar (los test) a todo el que haya estado en contacto directo con casos confirmados. En lugar de esperar que los pacientes vinieran, hemos ido a por ellos», explicó su ministro de Sanidad. La estrategia es fácil de entender: detectando precozmente a los afectados, antes incluso de que presentaran síntomas, su aislamiento fue más sencillo, con lo que se consiguió frenar mejor la transmisión. Algo que encaja con lo publicado esta semana en la revista “Science”, que recoge evidencias sobre el crucial papel que los asintomáticos tuvieron en la propagación del virus en China.

Los resultados surcoreanos son claros. Introdujeron los tests masivos cuando apenas llegaban a los 200 casos detectados; la curva creció en apenas dos semanas hasta los 7.000 casos confirmados, pero en los últimos diez días apenas han sumado 1.000 nuevos positivos. Han tumbado esa curva que todo epidemiólogo sueña con batir. Y solo ha fallecido un 1% de los casos confirmados.

En Euskal Herria, por contra, ha muerto hasta ahora el 3,5% de las personas que han dado positivo. ¿Significa que el virus es más letal aquí? Evidentemente no; lo que ocurre es que aquí se hacen muchos menos test. El recuento diario da cuenta de este bajo nivel de diagnosis. Ayer se sumaron 114 nuevos casos, casi la misma cifra de nuevos hospitalizados, cuando según la OMS, la ratio de hospitalización ronda el 20%. Como se explicó en la edición de ayer, aquí solo se hace la prueba a quien presenta síntomas graves. Y por lo que parece, a la clase política.

En Euskal Herria, este bajo nivel de detección se suma a los problemas registrados con el protocolo en hospitales como el de Txagorritxu, en Gasteiz, o al hecho de que numerosas personas con enfermedades crónicas –y por tanto, población de riesgo– siguen obligadas a acudir al trabajo, lo que les empuja a buscar la baja médica en los ambulatorios, otro potencial foco del virus, tal y como informa Iker Bizkarguenaga –la noticia completa, en NAIZ–.

La dinámica, en cualquier caso, es parecida en la mayoría de Estados europeos. Sin ir más lejos, Londres reconoció ayer que, pese a que los casos confirmados en Gran Bretaña apenas llegan a 2.000, la cifra real podría superar los 50.000. Los británicos, sin embargo, juegan a otro juego a la hora de lidiar con el coronavirus. Se explica dos páginas más adelante.

Dos modelos en disputa

Lo que estos días se viene poniendo en contraste es la salida china y la salida coreana a la crisis sanitaria. Pekín logró domar la curva en Hubei con medidas autoritarias y draconianas que incluían centros de cuarentena obligada. La opción coreana, por contra, se basó en la transparencia y en la colaboración de la ciudadanía. Las dos han funcionado y las dos son, en cierta manera, coherentes con los sistemas políticos de cada país. La pregunta, sin embargo, es si la salida autoritaria de China puede funcionar en países europeos. Para la coreana quizá sea demasiado tarde.

De la opción elegida por el Estado español dieron cuenta ayer el puente de Santiago, con controles ya casi olvidados –lean a Maite Ubiria en la página siguiente–, y el cuartel de Araka, que vio llegar a un grupo de la Unidad Militar de Emergencias destinado a Gasteiz.

Fronteras económicas

La frontera no solo se deja notar físicamente. Ante la ausencia de algo que se asemeje remotamente a una política europea común –está por ver cómo sale de esta el proyecto de la UE–, cada Estado se dedica a aguantar su vela como buenamente puede o sabe. También en el ámbito económico, en el que todos dan por hecha una nueva recesión. Llegará con unas bases mucho más débiles que en 2008.

Para un vasco, por ejemplo, no es lo mismo vivir al norte de los Pirineos que al sur, si bien tanto Emmanuel Macron como Pedro Sánchez anunciaron en las últimas horas una lluvia de millones para paliar la crisis que viene. Aunque la pompa fue la misma, parece que el xirimiri cala más en el Estado francés, donde se suspende el pago de alquileres, impuestos, cotizaciones y facturas de agua, luz y gas. Aunque Lakua y diferentes instituciones vascas anunciaron ayer diversas medidas fiscales, en Madrid Sánchez se centró en los avales a las empresas, lo que deja los anunciados 200.000 millones en 17.000 millones de euros en ayudas directas.

Es pronto, en cualquier caso, para augurar los efectos de estas medidas. Tiempo al tiempo. La prioridad a estas horas, como lo recordó una nueva ovación colectiva a los sanitarios ayer al atardecer, sigue situándose en el frente hospitalario. También en los laboratorios, donde científicos de todo el mundo trabajan en red y a contrarreloj para buscar una vacuna que, en cualquier caso, tardará meses –encontrarán una pieza completa sobre este tema en NAIZ–. Acabemos con una buena noticia: un estudio preliminar con primates avanza que quien pasa el Covid-19, no vuelve a contraer el virus.