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Cae el Gobierno de Kosovo en plena crisis del coronavirus

El Gobierno de coalición de Kosovo no ha durado ni dos meses, tras perder una moción de confianza en el Parlamento de Pristina a última hora del miércoles. Punto culminante de unas luchas intestinas en las que asoma la larga mano de Washington y que privan al país de dirección en plena pandemia del coronavirus. La población asiste indignada a esta enésima e inoportuna crisis política.

El hasta ayer primer ministro, Albin Kurti.

El Gobierno del primer ministro kosovar y líder del partido anti-injerencista Vetevendosje (Autodeterminación) Albin Kurti, perdió tras 12 horas en la noche del miércoles una cuestión de confianza por 82 a 32 votos en plena crisis por la pandemia de coronavirus.

La moción de censura, la primera en la historia del joven país, fue presentada por su hasta ayer efímero aliado, la conservadora LDK, en protesta por la destitución de uno de sus ministros.

El titular de Interior, Agim Veliu, había apoyado el decreto sobre el estado de emergencia ante el coronavirus promulgado la semana pasada por el presidente, Hashim Thaçi.

La formación de Thaçi, rival de Kurti, sufrió un duro varapalo en las elecciones de octubre. El PDK, liderado por antiguos mandos de la guerrilla UÇK, pasó de primera fuerza al ostracismo político pero su líder no dejará la presidencia del país hasta 2021.

El Gobierno criticó esa medida por «innecesaria» y «extrema» (hasta ahora se ha informado de 71 casos y un fallecido por coronavirus). Pero, sobre todo, ve en la declaración de estado de emergencia una maniobra para que Thaçi, conocido con el sobrenombre de «Serpiente» durante la guerra de Kosovo, asuma poderes más allá del rol puramente ceremonial y simbólico de la presidencia.

Asunción de poderes está última tras la que Vetevendosje, formación soberanista y crítica con la injerencia extranjera en el país, denuncia un plan para un intercambio de territorios con Serbia.

La larga mano de EEUU

El proyecto supondría la modificación de las fronteras de Kosovo con Serbia, que sigue sin reconocer la independencia del enclave. Así el territorio al norte del río Ibar, poblado mayoritariamente por serbios, pasaría a control de Belgrado, mientras que el valle de Presevo, habitado mayoritariamente por albaneses y situado al sur de Serbia, pasaría a formar parte de Kosovo.

La propuesta, apuntada a finales de 2018 en unas negociaciones bajo mediación austríaca, es abiertamente apoyada por EEUU, cuyo nuevo emisario, recientemente nombrado por el presidente Trump, mantiene a Thaçi como interlocutor.

El hasta ayer primer ministro, Kurti, se opone radicalmente a ese intercambio y se niega a plegarse a las exigencias de Washington para que levante las tasas aduaneras del 100% a los productos serbios en respuesta a la ofensiva de Belgrado contra el reconocimiento internacional de Kosovo como país.

El embajador de EEUU apoyó abiertamente la moción de censura; no así la UE, que urgió sin éxito a que no se registrara la votación. Los europeos, que apuestan a su vez por la normalización de las relaciones serbio-kosovares, no ven clara la cuestión del intercambio de territorios –en un escenario tan abigarrado como el balcánico–. La canciller alemana, Angela Merkel, rechaza abiertamente esa solución.

Mientras Vetevendosje denuncia una maniobra política para apearle del poder con EEUU, el presidente Thaçi y sectores del LDK completando el triángulo, la gente no oculta su indignación y muchos hicieron una cacerolada de protesta por esta enésima crisis política mientras los servicios sanitarios del país sufren una grave penuria para afrontar la crisis del coronavirus.

«La pandemia más peligrosa, la política»

«La pandemia más peligrosa para Kosovo es la política. ¡Iros todos al infierno!», reza una pancarta que un manifestante desplegó en la apertura de la sesión frente al Parlamento incumpliendo la orden de confinamiento.

El Gobierno kosovar tomó posesión el pasado 3 de febrero tras cuatro meses de negociaciones entre dos formaciones en muchos aspectos antagónicas pero con la promesa de poner fin al clientelismo y la corrupción de las élites del país.

Según la Constitución, el presidente Thaçi tiene dos opciones: o pedir a su rival Kurti que trate de formar nuevo gobierno o hacer el encargo al LDK, que desde la independencia de Kosovo ha gobernado en coalición con el PDK. De fracasar todos los intentos, volverán a celebrarse nuevas elecciones, las terceras en tres años.

Kosovo es escenario habitual de sobresaltos políticos. Al punto de que ningún gobierno ha llegado a apurar todo el mandato.

Se entiende pues que muchos kosovares tengan la impresión de ser puras marionetas en medio de disputas políticas a varias bandas. Justo ahora, en plena crisis mundial del coronavirus.