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Esa maldita incertidumbre cuando ella no está

[Crítica]: ‘Ane’

Koldo Landaluze

David Pérez Sañudo debuta en el formato largo con un poderoso drama muy bien resuelto técnicamente y que fascina por el empuje que imprime la actriz Patricia López Arnáiz a un personaje que, según el argot, podría ser definido como un «caramelo».

El cineasta bilbotarra acierta de pleno a la hora de enfocar su interés en la figura materna y relega a un interesante segundo plano invisible -en su arranque- a la hija, cuyo nombre da título al filme.

La no presencia de este personaje dota de mayor empaque dramático a todo el engranaje porque, sobre todo, incide en los miedos e incertidumbre que nacen y crecen en el seno materno.

A modo de mecha emprendida, la protagonista y su compañero sentimental -también relegado a un coherente segundo plano- emprenden la desesperada búsqueda de su hija y el misterio de su desaparición repentina y posterior aparición, aumenta el grado de intesidasd de un guion aderezado por unos diálogos muy bien sostenidos y que en momento alguno chirrían.

En este punto conviene recordar que la madre trabaja como vigilante en las obras del TAV y su hija comparte barricada con quienes no desean que las máquinas sigan destruyendo el paisaje y prolonguen la vía de semejante bestia mecánica.

Con todos estos ingredientes, Pérez Sañudo compone una aplicada radiografía íntima gobernada por una Patricia López Arnáiz irreductible en su desaliento y que transmite toda la carga emocional que encierra su personaje en soledad o alternando diálogos de gran empaque y empatía con la hija que encarna con solvencia Jone Laspiur.

Medidas con precisión cada una de las pulsaciones que asoman de los diversos tramos de ‘Ane’, el director se toma su tiempo para plantar la cámara ante la protagonista y regalarnos una última secuencia espoleada, una vez más, por la incertidumbre que se traduce en gestos mecánicos y una mirada acuosa que eclosiona en un epílogo magnífico.