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¿Repensamos los retos que vienen?


El año nuevo que comienza planta no pocos retos; es posible que nos encontremos en uno de esos puntos que, en lo venidero, llamaremos “históricos”, pero que ahora, con la vista a ras de suelo, nos parece simplemente el día a día. Pasamos en pocas décadas de una interdependencia geopolítica nunca vista, cristalizada en el conflicto de la Segunda Guerra Mundial y su posterior juego de potencias e imperios de la Guerra Fría, a una dependencia económica con gobiernos sin cargos electos, las empresas transnacionales. Hemos dado un paso hacia un mundo orwelliano, en el que da igual si Oceanía estaba en guerra con Eurasia o no, y nos encontramos ya en ese estado de permanente shock que no ha hecho sino dar descrédito a gobernantes y naciones. Si todo esto fuera poco, la pandemia del covid-19 nos ha pillado con el paso cambiado, y ha hecho que todo se ponga en estado de “pausa”.

Las políticas urbanas están en el centro de la sospecha, y se les sigue repitiendo una frase de consolación pasivo agresiva, algo así como “sois el problema, pero también la solución”. Los retos a los que nos enfrentamos en Europa hasta 2050 pasan por darle un arreón a lo que sucede en la ciudad, y podremos seguir el proceso mirando atentamente a la arquitectura, que tendrá su papel como decantación de esas estrategias, planes y acuerdos.

¿Repensamos el espacio público? Como si fuera el cuento del traje invisible, el cierre de la hostelería en muchos pueblos de Euskal Herria ha jugado el papel del niño que se ríe de ese emperador desnudo, desfilando sobre su caballo; desprovistos de bares, muchos pueblos han contemplado cómo su trama urbana no tenía lugares adecuados de reunión o socialización. La situación de excepcionalidad pasará, pero ha servido para ver proyectos como el de ADHOC Architectes, en Montreal, que diseñaron un mobiliario urbano adaptado al distanciamiento social para servir a unas nuevas necesidades de socialización.

¿Repensamos la sostenibilidad? La emergencia climática sigue ahí, y el compromiso de Europa pasa por reducir en un 55% las emisiones de carbono a la atmósfera. Teniendo a 8 de cada 10 personas de la población mundial viviendo en ciudades, parece que los edificios serán parte de la solución. ¿Cierto, no? Podría ser, pero también deberíamos de pensar si no estamos, de nuevo, en un nuevo ciclo de consumo y desarrollo, si no se está vendiendo que hay que hacer, construir, regenerar, con tal de que sigamos con una curva ascendente. Seguimos asistiendo, estupefactos, a grandes programas que nos colocan aislamientos de 15 centímetros en las fachadas y luego nos pintan las mismas de negro, en calles mal orientadas, sin una mínima traza de un plan de arbolado perenne y caduco que mitigue la exposición solar, sin que cosas tan bien pensadas en la tradición constructiva como los voladizos, miradores o balcones (que nos protegen y aíslan) aparezcan por ningún lado. Los edificios tienen que servir a las personas, y no ser una moneda de cambio económico. Ejemplos como La Borda, de Lacol Arquitectes, realizado con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona, aúnan un proyecto desde varias perspectivas de la sostenibilidad: desde su vertiente social, al ser una cooperativa de viviendas de un solar cedido por el Ayuntamiento, con un modelo andel, es decir, el inquilino solo puede vender a otros usuarios que vayan a vivir ahí, sin especulación; desde la perspectiva energética, al ser un edificio construido con madera, aislado y con medidas bioclimáticas.

¿Repensamos la inclusividad? La aceleración de la economía ha hecho que la segregación económica se haya polarizado como nunca; hoy en día 26 personas cuentan con el mismo dinero que la mitad de la humanidad, y las mujeres ganan, a nivel global, un 23% menos. La desigualdad social ha dado paso a una segregación no solo social, sino espacial. Tenemos una crisis social de primer orden por muchos flancos: crisis de las poblaciones migrantes, crisis de los cuidados, crisis de la soledad (en el estado español 4,7 millones de personas viven solas), crisis de envejecimiento de la población… La arquitectura puede dar respuestas espaciales a estos problemas solo si existen herramientas legales que le den paso, como por ejemplo sucedió en los alojamientos de Proximidad Provisionales de Barcelona, de los estudios Straddle3 y Eulia Arkitektura, donde se buscó un resquicio legal para conseguir levantar, mediante el uso de contenedores marinos, alojamientos para personas en situación de emergencia, usando un solar en desuso de propiedad municipal.