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Barricadas en las negociaciones para arrancar la legislatura catalana

Las contundentes protestas por el encarcelamiento de Pablo Hasel han alterado el plan negociador de Esquerra, al encarecer el apoyo de la CUP, con el que Aragonés quería contar para negociar con Junts. No se esboza ninguna alternativa que no pase por un nuevo acuerdo entre ERC y Junts

El candidato de ERC, Pere Aragonès, tras conocer los resultados. (Josep LAGO/AFP)

No deja de ser admirable cómo la realidad puede, a la velocidad de un proyectil de foam, poner patas arriba toda previsión y abrir escenarios que nadie anticipaba. Es verdad que motivos no faltan. Llevamos un año de pandemia y confinamiento, y casi tres lustros de crisis prácticamente permanente. Da susto pensarlo, pero la generación que este año cumple 18 años tenía solo cinco cuando Lehman Brothers quebró y se abrió el abismo del que no acabamos de salir. Escasean el trabajo digno, la vivienda y la democracia misma; y abundan las frustraciones, la represión y la violencia policial. La llama de estos días podrá apagarse, pero el polvorín seguirá acumulando material inflamable.

En este contexto, con la calle en llamas, con la mitad del país clamando contra la actuación de los Mossos –otro ojo más en la macabra cuenta de la Policía catalana– y la otra mitad llorando por los contenedores quemados, Pere Aragonès y el equipo negociador de ERC tratan de recomponer un tablero en movimiento para hacerse con el Govern de la Generalitat.

Dos opciones

Una semana ha bastado para ver que las cábalas pueden ser infinitas, pero las opciones concretas apenas llegan, a estas horas, a dos: o ERC y Junts vuelven a acordar el gobierno –con un lugar todavía por determinar para la CUP–, o empieza a asomar el fantasma de la repetición electoral.
Empecemos por los descartes. Fracasada la operación Illa en su tentativa de lograr una mayoría suficiente para llegar al Palau, el PSC ha pasado a un discreto segundo plano. Ni sus grandes defensores se acuerdan ahora mismo del exministro y su promesa de presentar candidatura.
Una segunda idea que se abrió paso en determinados círculos fue la propuesta de sumar a ERC, CUP y Catalunya en Comú en un gobierno en minoría, con apoyos puntuales de Junts o de PSC, dependiendo del momento. Si la victoria de ERC hubiese tenido otra dimensión, hubiese podido tener más recorrido esta propuesta, pero lo cierto es que ni siquiera bastaría con una dudosa abstención de Junts para lograr la investidura.

Por último, la tercera opción que dormirá el sueño de los justos será la vía amplia propugnada por ERC y a la que se sumó la CUP. La idea de juntar en el gobierno a los 82 diputados independentistas y de los Comuns tendrá que esperar a que los vetos cruzados –más fuerte el de Catalunya en Comú contra Junts– pasen a mejor vida. Con todo, es una aritmética que el independentismo buscará articular en el Parlament en momentos puntuales.

La violencia policial no ayuda

Así las cosas, las opciones se reducen más bien a la entrada o no de la CUP en el nuevo Govern, y a la negociación de un programa conjunto que evite que la legislatura se convierta en el mismo desmadre que la anterior. No será fácil ni una cosa ni la otra.

ERC dibujó las líneas maestras el mismo lunes, anunciando que la primera reunión sería con la CUP. Joan Manuel Tresserras, una de las cabezas pensantes del partido lo dijo suficientemente claro en la entrevista publicada ayer en GARA: la idea del partido es implicar a la CUP en el Govern, y con esa suma de 42 diputados, llevar a Junts a políticas más a la izquierda.

Con lo que no contaba ERC es con que el encarcelamiento de Pablo Hasél despertaría semejante ira en las calles de Catalunya. Voces de la CUP no han tardado estos días en condicionar la entrada en el Govern a la disolución de la Brigada Móvil de los Mossos y a la dimisión del conseller de Interior. La agresión al diputado cupero Dani Cornellà, el viernes a la noche, tampoco ayuda a calmar los ánimos.

Y menos contaría Esquerra con que Junts se sumaría a la crítica a los Mossos d’Esquadra. Como si el conseller, Borja Sàmper, no fuese de Junts, y como si la cartera de Interior no hubiese estado durante todas estas décadas en manos de los antecesores de Junts. Cuando se trata de escenificar, la política catalana no tiene parangón.

Aragonès trató el viernes de salir al paso evitando hablar de la dimisión de Sàmper, consciente de que la patata caliente de Interior podría acabar cayendo en manos de ERC en pocas semanas. El candidato a la Presidencia se limitó a anunciar cambios en la conselleria para «fortalecer un modelo de policía democrática».

Primera reunión ERC-Junts

El viernes se celebró también la primera reunión entre ERC y Junts, a la salida de la cual, los de Junqueras publicaron un escueto comunicado en el que valoraron el encuentro de forma «muy positiva», asegurando que sirvió «para poner en valor tanto la victoria independentista como la nueva derrota de los poderes del Estado».

Sobre las negociaciones concretas, dos pinceladas de brocha gorda a favor del Gobierno de coalición y de la entrada de la CUP: «Tanto Junts como Esquerra han coincidido en que los resultados son una gran oportunidad para el independentismo para iniciar una nueva etapa que permita avanzar tanto a nivel social como nacional, y en la que será necesario extender la mano a más fuerzas».

Poco más por los canales oficiales. En los mentideros que acaban publicándose en la prensa catalana, esta semana se ha podido leer que la apuesta negociadora de Junts pasa por tratar de acordar primero las bases de un programa común que incluya una actuación conjunta del independentismo en Madrid –algo a lo que se ha sumado la CUP–, para negociar después el reparto de cargos y carteras, que bailará en función de si la coalición de gobierno sigue siendo entre dos o hay que hacer hueco a un tercero. La asamblea cupera, veremos si en trepidante montaña rusa, tendrá probablemente la última palabra al respecto.

Con todo, nadie en el independentismo parece jugar con la repetición electoral. Junts podría estar tentada para intentar dar la vuelta a la balanza con ERC, pero incluso ellos pueden tener más que perder. Si las cosas no se tuercen, todo camina hacia un nuevo gobierno independentista en el que la CUP podría entrar por primera vez. Pero para aclararlo, probablemente habrá que esperar a que el fuego de estos días se consuma.