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Gran Bretaña mantiene el tercer puesto. (Steve PARSONS/AFP)

Alemania lidera el índice de «poder blando» en el mundo


La consultora Brand Finance elabora una clasificación en la que mide la capacidad de influencia de las naciones en el mundo. La pandemia ha trastocado radicalmente el listado, que pasa a estar liderado por Alemania mientras EEUU cae al sexto puesto.

La sociedad actual está tan habituada a competir que cualquier tipo de clasificación es inmediatamente interiorizada, lo mismo da que sea deportiva, política, social o cultural. Todo se intenta evaluar y jerarquizar, incluso aquellas cosas que se resisten a la medida. La consultora Brand Finance acaba de hacer pública la segunda edición del informe “Índice de poder blando global” en el que clasifica a 105 países del mundo por su «poder blando». El primer puesto ha sido para Alemania, que ha demostrado estabilidad y capacidad para controlar la coyuntura durante la pandemia. El anterior líder, EE UU, cae hasta la sexta posición, precisamente por su desastrosa gestión de la covid-19. El Estado francés ha perdido un puesto, pasando del sexto al séptimo lugar, y el Estado español cae seis, retrocediendo desde el decimosexto hasta el vigesimosegundo.

El concepto de «poder blando» fue introducido por Joseph Nye en 1990 y se ha ido popularizando hasta el punto de que muchos Estados examinan esta variable con detenimiento a la hora de diseñar su política exterior. Nye lo definió como el uso de métodos alternativos a los habituales medios coercitivos para conseguir el apoyo de otros Estados. Las acciones militares –bombardeos, invasiones o sabotajes– o económicas –entre las que entrarían las cada vez más utilizadas sanciones– pueden obligar a los Estados a modificar sus decisiones, pero a largo plazo resultan costosas y poco fiables. El poder blando consiste en la capacidad para conseguir el sostén de otras naciones a través del «encanto» y sobre todo de la persuasión. Se trata de influir en las preferencias y el comportamiento de otros actores internacionales, bien sean Estados, corporaciones o pueblos, de convencerles en vez de coaccionarles. Un enfoque, que por otra parte, era moneda de uso común en la antigüedad y está en el origen de la diplomacia. Cuando se habla de poder blando se deja de lado la fuerza militar como definitoria del poder de un país, y se valoran la tecnología, la educación o la economía como elementos claves de la fuerza internacional.

Cómo se mide el poder blando

Para elaborar esta clasificación, la consultora Brand Finance ha construido un índice del poder blando de cada Estado en el que evalúa aspectos como la popularidad y el reconocimiento de la nación, su influencia y su reputación. El informe habla en todo momento de nación –no de Estado ni de país– para enfatizar que el poder blando no depende solamente del Gobierno sino que las costumbres y la idiosincrasia de la gente también tienen un peso importante. Sin embargo, a lo largo del trabajo, el término se circunscribe a los Estados.

Brand Finance ha considerado siete pilares del poder blando: negocios y comercio, gobierno, relaciones internacionales, cultura y patrimonio, medios de comunicación, educación y ciencia y, finalmente, personas y valores. Junto a estos pilares también se valoran otros aspectos como el conocimiento y la familiaridad de cada nación, esto es, si esa marca-nación es conocida, su grado de influencia en la arena internacional y la reputación general del país. El índice es la síntesis de los siete pilares del poder blando arriba mencionados, a los que se suman estos aspectos relacionados con la reputación del país. Este año, la consultora ha añadido un elemento más con el fin de incluir también la valoración sobre el desempeño a la hora de abordar la pandemia. Ponderando todos estos elementos se obtiene el índice.

Un trabajo analítico exhaustivo. Sin embargo, para valorar todos estos aspectos la consultora se limita a realizar más de 75.000 encuestas en 102 países que se han completado con la opinión de 778 especialistas y personas influyentes –líderes empresariales, políticos, académicos, periodistas, así como representantes de centros de investigación y ONG– de 47 países. De este modo, todo el análisis teórico para valorar el poder blando de los países termina descansando, básicamente, en las opiniones de la gente corriente de todo el mundo y, en menor medida, en la opinión de un puñado de especialistas. En cualquier caso, estos son los resultados más sobresalientes del informe de este año.

Alemania

La evaluación general de Alemania se mantuvo prácticamente sin cambios, creció solo 0,3 puntos, hasta 62,2 sobre cien. Suficiente para superar a EE UU y para alejarse de Japón, segundo clasificado. En el ranking anterior estaba solamente 0,1 puntos por detrás de Alemania; en este hay 1,6 puntos entre ellos. El informe subraya el liderazgo de Angela Merkel, que supo mantener la calma en una situación muy delicada. Añade que aunque es criticada dentro de su país, fuera de él es «muy respetada» como líder mundial.

En 9 de los 11 indicadores, Alemania entró en el top 5 de la clasificación, y los encuestados destacaron especialmente la ayuda del gobierno alemán al desarrollo de la vacuna BioNTech-Pfizer, que fue de las primeras en estar lista. El indicador de ciencia y educación de Alemania aumentó nada menos que 0,8 puntos, el mayor crecimiento de entre todos los países del índice.

EEUU

EEUU perdió seis puestos y no puede vanagloriarse de nada parecido. La forma en que la administración de Donald Trump respondió a la covid-19 y la forma en que el sistema de salud estadounidense gestionó la pandemia hizo que los encuestados cuestionaran el poder del país. En el apartado de lucha contra la covid-19 quedó en último lugar de los 105 países evaluados.

Al mismo tiempo, los encuestados calificaron la contribución de EE UU a la ciencia y la educación en 7 puntos, es decir, 0,5 puntos más que un año antes. Como señalan los autores del informe, esto probablemente se deba al hecho de que, en algún momento, la retórica anticientífica de Trump fue contrarrestada por el Dr. Anthony Fauci, responsable de la gestión de la covid-19 en el país y al hecho de que Pfizer pudo llevar rápidamente su vacuna al mercado. «Todo ello da cuenta de que la reputación de los EE UU como expertos y líderes en ciencia y tecnología, es independientemente de quién ocupe la Casa Blanca», señala el informe. En conjunto, la calificación general del «poder blando» de EEUU cayó 11,2 puntos, a 55,9 puntos. Ahora el país ocupa el sexto lugar en el ranking.

La innovación científica no fue suficiente para salvar la percepción de caída en influencia, reputación y gobernanza –especialmente en lo que respecta a EEUU como lugar seguro, y como una nación que respeta los derechos humanos–. La ola de protestas de afroamericanos por la muerte a manos de la Policía de George Floyd también influyó en esa percepción negativa.

Japón

Japón sigue manteniendo sus puntos fuertes, es consumidor con un gasto sólido y altos niveles de actividad económica e inversión que le permiten seguir ocupando el primer lugar en el pilar de negocios y comercio. Asimismo, Japón ha mejorado su puntuación de Educación y Ciencia, colocándose también primero en esta clasificación.

El informe resalta por otro lado que Japón es un líder mundial en innovación y posiblemente uno de los primeros países en comprender el verdadero poder de la tecnología y aprovechar sus beneficios. Con un progreso significativo en la automatización, el uso de robots y la integración de la inteligencia artificial en la vida diaria, «es probable que Japón prospere mejor que muchas otras economías avanzadas en los próximos años», resume el informe.

Algunas otras consideraciones

Países con una puntuación alta son Canadá (cuarto con 57,2) y Suiza (quinto con 56,3). En ambos casos, la clave para situarse en el top5 está, según el estudio, en tres aspectos: reputación, gobernanza y respuesta a la covid-19, lo que sugiere que existe una correlación entre ser percibido positivamente en estos aspectos y la clasificación general. En este sentido Nueva Zelanda tuvo un crecimiento de 5,9 puntos, hasta los 49,5, pasando a ocupar el puesto 16 del ranking, subiendo seis posiciones. El factor decisivo en la evaluación de los encuestados fue el modo con el que el país está gestionando la pandemia.

Sin embargo, ocupando el puesto 47 en el indice general está Vietnam (33,8) que también es una nación que ha gestionado la pandemia muy bien, pero esa buena gestión no se refleja en su índice de poder blando. La combinación de una mala percepción de su gobernanza y un nivel relativamente bajo de conocimiento en el mundo es lo que ha lastrado los logros de Vietnam en el ámbito de la pandemia. No solo la respuesta a la pandemia –dado que comparte frontera con China– ha sido muy buena, sino que también ha experimentado una de las tasas de actividad económica más altas del mundo en 2020, siendo uno de los pocos países con un crecimiento positivo, mientras los países vecinos continúan luchando con recesiones cada vez más profundas.

El informe es un ejercicio interesante pero con importantes carencias. El sistema de valoración basado en encuestas tiende a sobreestimar el conocimiento del país y la percepción que tenga de él la opinión pública mundial, y a subestimar los datos objetivos de su desempeño. Al final, ese enorme esfuerzo analítico sirve, básicamente, para calibrar la reputación de una marca-país. Y es evidente que el prestigio en la opinión pública es un componente de ese poder blando que se quiere medir, pero uno de ellos y, seguramente, ni siquiera es el más importante.