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El valor de lo frágil


Cuando cumplimos un año del inicio del encierro causado por la situación sanitaria, las comparaciones con la vida anterior afloran en cada rincón de nuestra vida diaria. Los recuerdos de la incertidumbre y de una nueva forma de vida son a la vez tan próximos como lejanos. Marzo de 2020 está marcado en el calendario como el principio de una nueva etapa vital que ha condicionado nuestras lógicas relacionales. La vulnerabilidad atacó con más virulencia a aquellos que ya lo eran y confrontó con quienes sus privilegios parecían asegurar una vida estable. Como en todos los procesos de crisis, las carencias del sistema bajo el que nos regimos salieron a relucir y las consecuencias aún nos están haciendo modelar nuestro presente. El estrato cultural, entre otros, vuelve a estar en la cuerda floja (¿alguna vez ha dejado de estarlo?) y la debilidad de los tejidos que lo soportan se hace todavía más visible.

Parece que ante este nuevo paisaje impera la urgencia de buscar estrategias que permitan replegarse. Encontrar un parapeto, un espacio de seguridad. Mirar hacia dentro como un cobijo que pueda ser creado entre todas. Analizarnos y volver a definirnos. Reivindicar desde lo frágil, desde la inestabilidad de los tiempos y de sus maneras de abordar la vida. Bajar el ritmo de los pasos, detenerse y mirar como un paso ineludible para entender dónde estamos. El cuidado mutuo es la única manera de hacer frente ante el imparable azote del desierto que viene. Es el momento de atender a otras colectividades. Nuevas formas de hacer sujetadas por la necesidad de poner la vida ( y su sustento) en el centro. Y reivindicar con firmeza fórmulas que lo garanticen.

A principios de setiembre de 2020, el equipo comisarial conformado por Andrea Estankona, Maite Martínez de Arenaza y Aimar Arriola anunció los 25 nombres ganadores de la convocatoria lanzada por BilbaoArte Fundazioa titulada ‘Tras la tormenta’. Una iniciativa del consistorio bilbaino que promovía el apoyo al sector artístico de Bizkaia dentro de la delicada situación surgida a raíz de la Covid-19. Más de 120 propuestas participaron en la llamada cuyos resultados podemos ver actualmente. ‘SOPLO. Arnasketa saiakerak’ es una muestra que se inauguró el 18 de febrero y podrá visitarse hasta el 7 de abril. En ella se presentan una serie de proyectos organizados en cuatro sedes diferentes que actúan como extremidades de una misma entidad. Cada espacio, con su propia lógica formal y arquitectónica, ha permitido una propuesta específica que no abandona la visión de conjunto. ‘Ciudad’, ‘Ruina’, ‘Casa’ y ‘Cuerpo’ son los conceptos a los que se inscriben las diferentes piezas y cada uno habita uno de los espacios expositivos. Estos son: el Edificio Ensanche, el Yacimiento de la plaza del Corazón de María, el Museo Vasco y el centro municipal de distrito de Abando respectivamente. Todos marcan una nueva cartografía, una suerte de recorrido en el que las resonancias conquistan los caminos de tránsito entre ellos.

En ‘Ciudad’ el colectivo Los Picoletos nos habla desde lo escultórico de la memoria del skatepark de Deusto, demolido durante la desescalada. Mientras, Helena Goñi nos invita a recorrer la experiencia de los primeros paseos tras el confinamiento a través de la documentación fotográfica. ‘Ruina’ nos acerca a propuestas como ‘Magua’ de M. Benito Piriz en el que la materialidad de una escultura colgante incide en la relación entre el luto y el duelo.

Por su parte Mawatres realiza una compilación de representaciones de monumentos en el cine de ciencia ficción. Una reflexión en torno a la capacidad de imaginar las representaciones futuras y el papel del arte conmemorativo. En la muestra de ‘Casa’, Javier Rodríguez Pérez-Curiel se centra en la nueva acepción que el aire y el proceso de respiración han adquirido tras la realidad mediada por el miedo al contagio y a la debilidad del cuerpo. ‘Encontrarás la manera’ de Izaro Ieregi es una de las obras que podemos encontrar dentro de ‘Cuerpo’. En ella, varios performers utilizan una prenda tan cotidiana como una sudadera para la búsqueda de nuevos diálogos entre el cuerpo y el espacio. A estos nombres se le suman los de Taxio Ardanaz, Pablo Marte, Susana Talayero o Malús Arbide así como piezas que se extienden entre las diferentes localizaciones. Las diferentes capas que conforman la globalidad de este proyecto nos permiten descubrir múltiples caminos, realidades y fortalezas. Y, por otro lado, dejan clara la necesidad que tenemos de seguir buscando relatos que compartir para poder habitar nuestra realidad.