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Interview
Bernez Rouz
Presidente del Consejo Cultural de Bretaña y escritor

«Dicen que los nombres con ‘ñ’ van contra la unidad de Francia»

En la ley de Protección patrimonial y promoción de las lenguas regionales que se votará mañana en la Asamblea francesa, los artículos ligados a la educación son los de mayor peso, pero también afecta a otro tipo de ámbitos que muestran la profundidad del rechazo hacia las lenguas minorizadas.

Bernez Rouz, del Consejo cultural de Bretaña.

Los diputados franceses deberán votar mañana en segunda lectura la proposición de ley que establecerá el estatuto y la protección que tendrán las lenguas minorizadas del Estado. Si los artículos principales, y que más están dando que hablar, son los referentes a la enseñanza en Primaria y Secundaria, entre el resto también se pueden encontrar notables muestras del rechazo que existe entre ciertos ámbitos políticos contra las lenguas llamadas regionales, lo que conlleva que sea necesario legislar algunos puntos que en principio podrían parecer bastante futiles.

Uno de ellos es el artículo de ley presentado en la Asamblea Nacional por el diputado bretón Paul Molac, que se refiere a la legalidad de utilizar la letra “ñ” en los nombres de las personas. Un tema que podría parecer poco significante, pero que muestra lo arraigada que está la idea de “unidad” e “igualdad” frente al miedo a la “diferencia” y “especificidad” que suponen las lenguas minorizadas. Bernez Rouz muestra en el libro “Fañch, le prénom breton qui fait trembler la République” (“Fañch, el nombre bretón que hace temblar la República”) la profundidad del rechazo existente respecto a esta cuestión, que se podría decir que se ha convertido en un «problema de Estado».

Usted afirma que esa tilde diacrítica que lleva la letra “n” ha hecho «temblar» lo más profundo de los estamentos del Estado francés. ¿Qué es lo que los ha desestabilizado?

Todo se reduce a la utilización de la “ñ”, que no se reconoce como francesa. Le puse ese título al libro porque la historia del niño Fañch al que no le dejaron inscribirse en el registro es anecdótica; no es un nombre que se utilice mucho en Bretaña, es por ello que no suponía ningún problema antes de que alguien empezase a buscarlo. Lo que desencadenó la cuestión fue que el primer tribunal que juzgó el asunto en Kemper estimó que llevar la tilde sobre la “n” iba contra la unidad de la República francesa, por lo que no se puede poner la “ñ” en Fañch o en Iñaki.

Cuando digo que ha hecho temblar a la República es porque hubo un primer juicio en Kemper, otro en Rennes, en la Corte de Casación en París... y luego la Corte Suprema, que por un asunto de forma no lo juzgó pero que debe pronunciarse sobre el fondo más tarde; es decir, hay cuatro procedimientos judiciales sobre este tema.

También hay dos proposiciones de ley, la ley Molac y hay otra también, además de interpelaciones al Gobierno en el Senado y en la Asamblea Nacional. Se ha convertido en un asunto de Estado cuando tendría que haber sido un asunto pequeño, pero se percibe como un ataque contra la unidad de Francia.

¿Qué le parece a usted que se esconde detrás de esta prohibición de la tilde?

Yo creo que se trata de la crispación que hay en el Estado respecto a la lengua francesa; tienen miedo de que las lenguas regionales cojan demasiada importancia. Y también hay un segundo asunto, y es que con la Unión Europea mucha gente viene de la península Ibérica y estas personas quieren utilizar la tilde, y los franceses se oponen también a ciertas lenguas extranjeras.

En la ley de Paul Molac se votará también sobre la legalidad de utilizar la “ñ”.

Sí, en su ley pide que se acepten las señales diacríticas de las lenguas regionales, la “ñ” en vasco y en bretón y la tilde sobre la “i” en catalán, como “Martí”.

¿Qué cree usted que ocurrirá en la votación en la Asamblea Nacional?

Creo que se van a quitar los artículos sobre la educación que añadió el Senado y, como el voto será diferente en las dos cámaras, volverá otra vez al Senado. Puede alargarse durante meses, o incluso años.

En Francia no hay ninguna ley que proteja las lenguas regionales, es por eso que la ley Molac es extremadamente importante, porque sería la primera. En sí no pide gran cosa, pero emblemáticamente sería la primera ley. No obstante, creo que el Gobierno hará todo lo posible para que fracase.

En Ipar Euskal Herria se observa que hay una gran diferencia respecto al apoyo a las lenguas minorizadas cuando se trata a nivel local o en París.

Entre nuestros diputados, algunos no tienen la misma postura cuando están en Bretaña o en París. Eso se vio cuando la ley Molac pasó por primera vez por la Asamblea Nacional: hubo muchos diputados bretones que no estuvieron presentes.

Tenemos esa preocupación, porque en todos los partidos hay gente que apoya las lenguas regionales, pero cuando van a París, con ese peso del poder central, se bloquean las reivindicaciones que vienen de Bretaña, País Vasco, Córsica, Catalunya… Es el jacobinismo que está en todos los partidos.

Hemos visto que los presidentes de todas las regiones del Hexágono han salido conjuntamente para pedir que se vote a favor de la ley.

Es algo totalmente nuevo en Francia, y es muy interesante porque hay una verdadera corriente regionalista que está cogiendo fuerza. Macron, desde que está en el poder, no ha hecho más que reforzar los poderes del Estado central, porque su partido político no tiene el poder en ningún departamento o región. Hay un gran problema en Francia respecto a ello, y no se sabe cómo va a terminar. Es un gran paso adelante, pero hay que saber que todos los presidentes de las regiones están en la oposición. Llegarán las elecciones [las presidenciales son en 2022] y habrá que ver, si vuelven a estar en el Gobierno, qué es lo que hacen, porque cuando los socialistas o la derecha estuvieron en el poder, y no fue hace mucho, no se votó ninguna ley sobre las lenguas regionales.

Eso es así, pero hay que recordar que, desde que Macron está en el Gobierno, la situación respecto a las lenguas minorizadas ha empeorado, especialmente a nivel educativo. Desde el Ministerio de Educación continuamente se está tratando de deshacer todo lo que se ha conseguido poco a poco hasta ahora.

Sí, el ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, es un enemigo jurado de las lenguas regionales. Dice a todo el mundo que está a favor, pero no para de elaborar decretos y directivas contra las lenguas. Durante su mandato, se está cuestionando todo lo que se había ido consiguiendo con el tiempo.

El hecho de que esta proposición de ley haya llegado en estos momentos puede ser una respuesta a esos ataques por parte del Gobierno, pero también a una evolución en la sociedad respecto a las lenguas minorizadas. ¿No le parece?

Efectivamente hay una evolución en la sociedad. En Bretaña, el Consejo Regional ha hecho una encuesta y la gente es muy favorable al bretón, pero se bloquea en París; y precisamente, la capital está cada vez más aislada respecto al resto del territorio francés y no entiende lo que ocurre en las regiones. Este es uno de los principales problemas de Francia, porque pronto las regiones no van a querer estar bajo los dictados de los parisinos, que no están al corriente de sus problemas. La historia del covid-19 no ha hecho más que amplificar eso, porque las decisiones no se tienen en cuenta en las regiones, se adoptan en París.

Usted es también presidente del Consejo Cultural de Bretaña. ¿Cuáles son las responsabilidades de esa institución?

Nuestra función es dar una opinión sobre lo que se va a votar en el Consejo Regional de Bretaña respecto a la cultura, las lenguas, el patrimonio o el deporte tradicional. El Consejo Regional no tiene por qué seguir nuestros pronunciamientos, pero el hecho de decir que no es suficiente lo que se hace por las lenguas, por ejemplo, tiene su peso, y normalmente tratan de mejorarlo. Hace tres semanas votamos para que la ley Molac sea votada en su integridad.

Es la única institución de este estilo en Francia, y además trabaja en tres idiomas: el bretón, el galo (que se parece al francés) y el francés.