INFO

Gabilondo, el candidato profesor que quiere liderar la proeza de la izquierda en Madrid

El filósofo y exministro es la apuesta del PSOE madrileño por tercera vez para desbancar al PP tras 26 años de gobierno. Un perfil sosegado, académico y reflexivo que choca con una campaña de alto voltaje. Ganará al resto de opositores pero podría tener el peor resultado regional de la historia.

Gabilondo, en un mitin en Leganés. (Ricardo RUBIO | Europa Press)

«Ahora me han dicho que no explique mucho», comenta en medio del discurso Gabilondo. Al instante se corrige: «Bueno, me han dicho no, me lo he dicho yo a mí mismo». Este acto fallido en pleno acto electoral es un claro ejemplo del carácter y el estilo del candidato a presidente de la Comunidad de Madrid por el PSOE.

Su comentario –un pensamiento en voz alta que forma parte de su discurso– fue hecho esta tarde en el escenario del teatro municipal de Navalcarnero (suroeste de Madrid, a diez minutos de la frontera con la provincia de Toledo), siguiendo los parámetros del modelo de campaña que ha elegido el PSOE para el 4M: escaso contacto con la gente, poca espontaneidad y mucho control del escenario.

Si bien es verdad que el candidato habla con vecinos allí adonde va, la mayoría de los mítines son en espacios cerrados, con poco contacto con la prensa (salvo el raid de entrevistas televisivas y radiales) y mucha presencia de Moncloa. Este viernes el espaldarazo lo ha recibido de parte del ministro de Transporte, José Luis Ábalos.

Angel Gabilondo Pujol, nacido en Donostia en 1949 y madrileño por adopción, es el quinto de ocho hermanos (entre ellos Iñaki, el famoso periodista) y no está afiliado al PSOE (de hecho el PSM debió modificar su carta orgánica para pueda ser candidato). Eso no ha evitado que los socialistas apuesten por él en 2015 y 2019. Fuentes del Gobierno confirmaron a NAIZ que ya estaba en proceso de retirarse de la política competitiva y pasar a ser Defensor del Pueblo, pero el terremoto de Murcia que provocó las elecciones anticipadas en Madrid cambió los planes.
 

«No es sólo Madrid. Es la democracia», dice el pequeño cartel en el atril. Ese lema lleva una semana, desde el incidente en el debate de la SER, cuando la campaña giró y las tres formaciones de izquierda decidieron convertir las autonómicas en un referendum entre democracia o neofascismo. Antes parecía más un plebiscito sobre Díaz Ayuso.

El acto fallido del discurso no es casual. Gabilondo tiene en su contra (especialmente en estos tiempos de campaña audiovisual y de velocidad extrema) ser muy metódico en su dialéctica, tener bajo perfil, poco carisma y no ser punzante en sus declaraciones. Cómo serlo si se graduó en Filosofía y fue catedrático de Metafísica en la Universidad Autónoma de Madrid, casa de estudios de la cual luego sería rector, hasta que en 2009 asumiera el Ministerio de Educación hasta el final del mandato de Rodríguez Zapatero.

«Emoción, motivación y movilización son palabras que tienen la misma raíz. Pero bueno, no voy a hacer etimología», señala, con una sonrisa. Imposible desprenderse de su alma de profesor. «Hablar es también escuchar», recalca, cuando se refiere a la necesidad de revalorizar a los alcaldes de los pueblos madrileños. El deje filosófico oxigena el tono crispado del discurso de esta campaña pero muchos dudan de que le traiga votos: el PSOE se encamina, según las encuestas, a tener uno de sus resultados más bajos en la historia de la CAM, carcomido su electorado por Unidas Podemos y Más Madrid, aunque sin dudas obtendrá el segundo lugar tras el PP.

Acompañado de alcaldes del postergado suroeste madrileño –de hecho Navalcarnero es la única ciudad con más de 30.000 habitantes de la región que no cuenta con tren–, Gabilondo llama a «reivindicar la idea del servidor público» y repite, por vigésima vez, que el PSOE representa a «la izquierda de gobierno», en diferencia tácita con las otras dos, más inexpertas.

El alcalde local despotrica contra el PP que no pone trenes «allí donde no hay negocio» y Ábalos, el experimentado secretario de Organización del PSOE, mantiene la intensidad al ironizar contra Ayuso y fulminar con críticas a PP, Cs y Vox: «Esto de ‘vivir a la madrileña’ me aterra, yo vivo aquí. Si no se me integra, cómo haré... Si me voy a encontrar con un movimiento seudo-nacionalista, porque aquí todo es impostado...no me voy a sentir integrado». La platea, a medio llenar, aplaude.

Cuando toma la palabra, Gabilondo admite que no hablará «tanto ni tan bien» como sus predecesores. A su favor, el prestigio académico y no tener una sola mancha de corrupción en su haber. Pero en la órbita madrileña la calma y las reacciones atemperadas no cuajan con éxito. De hecho, a Gabilondo se le ha achacado demasiada suavidad con Ayuso, siendo el jefe de la oposición. De hecho, en la Asamblea, su ariete en la pandemia ha sido Mónica García (Más Madrid) y nadie del PSOE.

El candidato socialista promete presentar un presupuesto nuevo en 100 días que contemple las 350 medidas de su programa, entre las que no incluye subidas de impuestos pero sí ayudas al primer mes de alquiler, por ejemplo.

Socio de la Real Sociedad, exfraile, padre de dos hijos y en pareja hace un cuarto de siglo con la misma mujer, Gabilondo sabe que seguramente ésta será su última oportunidad de conseguir el gran anhelo del dividido progresismo en Madrid: echar a la derecha tras 26 años de moldear la comunidad a su forma de ser.

Una fuerte movilización, sumada a un poco de suerte, este martes le podrían cumplir el sueño.