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Un escepticismo con muchas caras estanca la vacunación en EEUU

De ser la punta de lanza de la vacunación global, EEUU ha pasado a un segundo plano debido al estancamiento del proceso de inmunización. El desinterés de la juventud y un escepticismo que tiene procedencias muy diversas explican, en parte, el fenómeno.

Un joven en New York. «Ha cambiado la pandemia el lugar en el que quieres vivir», se lee en el cartel. (Timothy A. CLARY/AFP)

Joe Biden entró en la Casa Blanca pisando fuerte. Prometió llevar a EEUU al camino de la cordura –siempre relativa, desde luego– y el vehículo empleado fue la vacunación contra el coronavirus. Con más medios que nadie para hacerlo posible, la curva de dosis administradas creció sin parangón. Solo Israel y Gran Bretaña, con casuísticas propias, le hicieron sombra durante los primeros meses del año. Para finales de mayo, el 50% de la población había recibido al menos una dosis. De hecho, el 40% tenía la pauta completa, cuando en el Estado español ese porcentaje apenas llegaba al 18%. Biden prometió que para el 4 de julio, Día de la Independencia, el 70% de la población estaría vacunada.

Sin embargo, ayer julio cumplió 22 días y el porcentaje de estadounidenses con al menos una dosis apenas llega al 56%, solo seis puntos más que hace casi dos meses. La pauta completa la ha recibido un 48% de la población, lejos del 70% prometido por Biden. Por el camino le han adelantado Canadá y varios Estados europeos, incluidos el español y el francés. Las cifras absolutas hablan también por sí solas: el 13 de abril se administraron 3,38 millones de dosis en un solo día, pero las dos últimas semanas la cifra ha rondado el medio millón diario. La pregunta es evidente: ¿Qué se ha torcido en Estados Unidos?

Desinterés y escepticismo

No hay una única explicación, pero los datos señalan que cuanto más joven es la población llamada a vacunarse en EEUU más alto es el porcentaje de los que ignoran el llamado. La pandemia va con ellos al otro lado del charco. Pero no solo con la juventud ­–gran pagana de esta quinta ola– se explica el pinchazo estadounidense. El negacionismo ante la pandemia y el escepticismo ante las vacunas son también elementos significativos a la hora de abordar la ralentización de la campaña de vacunación.

Pero dentro del escepticismo hay mundos diversos y hasta contrapuestos. Aunque la caricatura invita a pensar que sí, no todos son extremistas negacionistas. Un vistazo al mapa de Estados Unidos da una primera pista de que el fenómeno es bastante más complejo. En Massachusetts y Vermont, por ejemplo, en la costa noreste, más del 70% de la población ha recibido al menos una dosis. En estados sureños como Alabama, Mississipi y Louisiana, por contra, el porcentaje apenas llega al 40%. Y no es porque los viales no llegan; de hecho es al revés, algunos Estados han pedido que no les manden tantas vacunas, porque no las aprovechan.

Que sea la población negra la que más rechace en estos lugares la vacuna tampoco es casualidad. La desconfianza hacia el sistema sanitario viene de antiguo y tiene fundamento. En la memoria resuenan episodios como el experimento no consentido de Tuskegee, entre los años 30 y 70, en el que el Servicio de Salud Pública de EEUU dejó sin tratamiento contra la sífilis –les daban placebos– a 600 afroamericanos para ver la evolución de la enfermedad.

Giro republicano

En el otro extremo sociopolítico, en cualquier caso, el negacionismo y el escepticismo ante las vacunas también se han hecho fuertes. Son legión entre las bases republicanas, alimentadas por mensajes de dirigentes del propio partido. Sin embargo, el incremento de casos y, poco a poco, de hospitalizaciones de las últimas semanas, ha llevado a dirigentes republicanos a dar un giro de 180 grados y apoyar la vacunación. El presidente Biden agradeció ayer su gesto.