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Los talibanes, frente a la necesidad crucial de ayuda financiera internacional

La ayuda internacional que ha estado recibiendo Afganistán durante la ocupación militar liderada por EEUU no ha servido para sacar a este país de la pobreza más profunda, pero al mismo tiempo se antoja crucial para el nuevo régimen que instalarán los talibanes.

Zabihullah Mujahid, portavoz de los talibanes, durante la primera conferencia de prensa de los insurgentes en Kabul, el 17 de agosto, tras la toma de la capital. (Hoshang HASHIMI | AFP)

Los talibanes prometieron mejorar la economía afgana, pero sin acceso a la ayuda internacional y con las cuentas oficiales retenidas en el extranjero, el futuro del país, uno de los más pobres del mundo, se vislumbra complejo.

Además, las potencias occidentales ya han anunciado que suspenderán el apoyo financiero que enviaban hacia Kabul. El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial permanecen en silencio, pero también podrían congelar su asistencia financiera al país.

«Afganistán depende cruelmente de la ayuda extranjera», subraya Vanda Felbab-Brown, especialista de Afganistán en la Brookings Institution (centro de investigación con sede en Washington), para quien el monto de las ayudas es al menos «diez veces superior» a los ingresos que controlan los talibanes.

Inseguridad, corrupción...

En 2020, el producto interior bruto (PIB) de Afganistán sumó 19.810 millones de dólares, mientras que el flujo de ayuda internacional supuso el 42,9% de esa cantidad, según cálculos del Banco Mundial.

El desarrollo económico y la diversificación del sector privado han estado «trabados» por una serie de factores que enumera la citada experta: «inseguridad, inestabilidad política, debilidad de las instituciones, insuficiente infraestructura y corrupción generalizada».

En un informe publicado en mayo de 2020, los ingresos de los talibanes fueron estimados por el Comité de Sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU en una horquilla que va de 300 millones hasta más de 1.500 millones de dólares anuales.

Recolección de savia de opio en un campo de amapola en la provincia de Nangarhar, el 10 de mayo de 2020. (Noorullah SHIRZADA | AFP)

Opio e impuestos

Los talibanes se financian principalmente a través de actividades ilegales como el cultivo de la amapola, de la que extraen opio y heroína, es decir del tráfico de drogas, pero también de la extorsión a empresas locales y rescates obtenidos tras secuestros.

«Una buena parte de sus ingresos proviene también de la recaudación de impuestos», explica Charles Kupchan, del Council on Foreign Relations (CFR), otro think tank estadounidense. «Se volvieron expertos en gravar casi todo lo que pasaba por los territorios que controlaban, ya fueran proyectos del Gobierno o negocios privados», añade.

«Afganistán no será más un país de cultivo de opio», aseguró el martes el portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid. La producción será prácticamente «reducida a cero» de nuevo, indicó en referencia a la prohibición vigente cuando controlaron el Gobierno del país entre 1996 y 2001.

Por el momento y pese a los miles de millones gastados durante años por la comunidad internacional para erradicar la amapola, Afganistán produce más de 80% del opio mundial. Cientos de miles de puestos de trabajo dependen de ese negocio en un país gangrenado por el desempleo tras 40 años de conflicto.

Cuestión de reputación

Los talibanes reconocen ahora que la mejora de la economía pasa por la ayuda extranjera. «Tuvimos intercambios con varios países. Queremos que nos ayuden», señaló Mujahid en la comentada comparecencia.

Los talibanes parecen beneficiarse de una mejor acogida internacional que durante su anterior régimen. Por ejemplo, China, Rusia y Turquía han saludado sus primeras declaraciones públicas. Pero varios países donantes, con Estados Unidos a la cabeza, se mantienen vigilantes.

Washington insiste en que espera que los talibanes respeten los derechos humanos y, en especial, los de las mujeres. Canadá ha indicado que no piensa reconocer un Gobierno talibán, mientras que Alemania ha anunciado la suspensión de su ayuda al desarrollo destinada a Afganistán que preveía el desembolso de 430 millones de euros este año.

Para Kupchan, los talibanes tienen «interés» en tener una buena imagen si quieren obtener ayuda económica. Sobre todo, sostiene, porque China, la segunda economía más grande del mundo, no reemplazaría financieramente a los países occidentales.

«Los chinos son muy mercantilistas. Tienden a interesarse en los países dotados de un buen entorno comercial, donde pueden construir sus nuevas Rutas de la Seda», apunta el experto del CFR. «¿Se han instalado los chinos en Siria? ¿en Irak? ¿en Líbano? No. En consecuencia, yo no sobrestimaría el papel de China en Afganistán», concluye.

Construir una buena reputación para recibir ayuda internacional es estratégico ya que «los activos del Banco Central que el Gobierno afgano posee en Estados Unidos no serán puestos a disposición de los talibanes», según aseguró el lunes un responsable de la Administración de Joe Biden.