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Interview
Patrick Alfaya
Director de la Quincena Musical

«Hay que apretar el cinturón a las estrellas, no al que pone las sillas»

El madrileño Patrick Alfaya ha cumplido doce años al frente de la Quincena Musical. Le ha tocado lidiar con una de las etapas más duras en la historia del festival, primero con las consecuencias de la crisis de 2008 y ahora con la pandemia de covid-19.

El director de la Quincena Musical, Patrick Alfaya. (Andoni CANELLADA | FOKU)

Tras la edición de emergencia de 2020, que a punto estuvo de no celebrarse y que finalmente lo hizo en un formato reducido, la Quincena Musical ha resurgido este verano de las cenizas con una programación tan amplia y ambiciosa como en las ediciones prepandemia.

Los resultados han sido satisfactorios para su director, Patrick Alfaya: una ocupación general media del 95% y de casi el 100% en el Kursaal; en total, 18.249 personas han asistido a las 74 citas musicales y de danza organizadas por la Quincena, que el año que viene prevé dar un paso más en la presencia de artistas extranjeros.

​Nadie esperaba que la Quincena Musical fuera a regresar este verano con tanto músculo, con 75 conciertos anunciados, y con artistas y orquestas muy importantes. Usted mismo, el año pasado, era escéptico y creía que el proceso sería más lento. ¿Cómo ha sido posible ponerse casi al nivel previo a la pandemia?

Tengo que decir que sigo escéptico respecto al futuro y que no tengo nada claro que en 2022 las salas vayan a estar llenas y sin la obligación de mascarillas. Dicho esto, es verdad que hemos podido montar un programa bastante completo, pero también porque lo hemos hecho con mucha prudencia. En el apartado de las orquestas invitadas, por ejemplo, en lugar de ser casi todas extranjeras, como en algunas ediciones del pasado, hemos acudido a dos orquestas españolas y dos europeas, además de las vascas, para no quedarnos con nada en el caso de que alguna de las extranjeras tuviera que cancelar.

De paso, esto nos brindó la ocasión de recuperar la relación con la Orquesta Sinfónica de Galicia, que antes era muy cercana a la Quincena pero que ya llevaba bastante tiempo sin venir. La OSG venía apoyada por una ayuda económica muy fuerte del Año Xacobeo, así que era un pack completo que nos permitía tener asegurada una parte de la programación. Como este caso de la OSG, se nos han dado otros muchos similares.

​¿Ha ayudado el que no se haya ofrecido ópera este verano?

Efectivamente, las funciones de ópera son lo más caro con diferencia para el festival y ese dinero lo hemos podido canalizar a otras cosas. También ha sido fundamental el que, en términos generales, todo el mundo se ha apretado el cinturón, especialmente los artistas importantes, que han estado dispuestos a venir rebajando mucho sus cachés. Pero, al final, la razón principal por la que hemos podido volver con tanta fuerza es que tenemos una inyección importante de dinero público y eso nos permitía seguir adelante a pesar de la reducción de aforos y su impacto sobre la taquilla. Los políticos implicados tenían muy claro que querían que se hiciese el festival y desde el equipo de Quincena estábamos dispuestos a apostar por una programación grande.

​¿Qué ha sido lo más difícil a la hora de sacar adelante esta edición?

La inseguridad. No en cuanto a las medidas sanitarias, pues las instituciones y las salas ya tenemos experiencia con esto y el público ha sido muy respetuoso. Inseguridad en el sentido de no saber si mañana te vas a despertar con la noticia de que un vuelo se ha cancelado o que un país cierra sus fronteras, o que un músico de una orquesta ha dado positivo y todos se tienen que poner en cuarentena. También el miedo a que los políticos cambien de repente las reglas del juego, como así ha sido en el caso de los eventos culturales. Afortunadamente, no nos afectó la nueva reducción de aforos porque sobre la mesa estaba el acuerdo de que lo ya vendido de antemano se tenía que respetar.

​Al final, parece que han podido celebrar prácticamente todos los espectáculos que habían anunciado.

Sí, pero estar viviendo en un estado continuamente cambiante es agotador. De hecho, en los meses previos a que anunciásemos la programación de este año se nos cayeron muchas cosas. No llegamos a anunciarlas, pero estaban previstas y, de repente, ya no podíamos hacerlas por cuestiones económicas, logísticas, de complejidad de producción, etc.

Esta situación ha generado, además, un ambiente raro a la hora de cerrar compromisos. Antes llegabas a un acuerdo con un agente y sabías que podías confiar en que ese concierto iba a celebrarse, ese contrato te daba una base, una seguridad. Pero ahora todo eso se ha vuelto muy frágil y no es porque la gente se haya vuelto más frívola, sino porque las orquestas, por ejemplo, ya no pueden controlar su futuro a un mes vista.

Y a veces somos nosotros, no ellos, los que hemos tenido que echar el freno. Ivan Fischer –director de la Budapest Festival Orchestra– al principio de nuestras negociaciones insistía en hacer un programa mucho más ambicioso, porque daba por sentado que para el verano ya se habría arreglado todo. Pero ya ves cómo están las cosas. No podemos permitirnos jugárnosla a adivinar el futuro, porque la realidad es que estamos caminando sobre arenas movedizas.

​Sin embargo, han logrado juntar a un gran número de solistas de gran prestigio. ¿Cómo ha sido posible?

Porque arrastrábamos los compromisos desde hace años. Yuja Wang, Grigory Sokolov y Mitusko Uchida iban a actuar en las ediciones de 2019 y 2020 pero por cuestiones familiares unos, por la pandemia otros, no pudieron venir. Queríamos recuperarlos lo antes posible y, como la política de fronteras se ha relajado, nos hemos encontrado que todos querían hacerlo este año, un poco para mi propia sorpresa.

Las agendas de los grandes solistas también se han liberado mucho últimamente. A ellos hay que sumar el caso de Anne-Sophie Mutter: ella misma nos dijo que le gustaría venir al festival y llegamos a un acuerdo rápidamente, porque hace años que se le quería traer a la Quincena y no era posible por lo grande que es su caché. Pero ahora la situación es distinta. Aunque los artistas de su perfil ya tienen muchísimo dinero, también necesitan tocar y estar activos, así que estuvo dispuesta a reducir muchísimo su caché por venir a Donostia. Por cierto, que se han quedado todos muy contentos con la ciudad y con el público. Uchida, por ejemplo, ya nos ha dicho que quiere volver.

(Andoni Canellada | FOKU)

​Presupuestariamente, imagino que el hecho de que los aforos estén fijados a la mitad habrá obligado a replantear la financiación. ¿Cómo han reorganizado este apartado?

​Ha sido bastante complicado. No es solo que tengamos menos dinero y que recaudemos menos porque hay menos público en cada concierto, sino que la producción, encima, cuesta más porque utilizamos casi el doble del personal debido a las medidas de seguridad. Cuadrar las cuentas ha sido un encaje de bolillos de cuidado.

Pero yo también tengo mis ideas con respecto a eso y pienso que el dinero hay que controlarlo lo mejor posible, pero apretando en los lugares pertinentes y hasta un límite. Siempre intentaré negociar con Sokolov para que rebaje su caché, pero no se lo voy a hacer al tío que pone las sillas y que, si le aprieto, pasará por el aro porque no le queda otra para subsistir.

Por desgracia, hay gente que lo hace al revés, aprieta a los todos los demás por no incomodar a las estrellas, lo que me parece inmoral. Pero hemos visto que los artistas también entienden la situación y están dispuestas a colaborar, así que nos hemos beneficiado de una bajada importante de los cachés, de en torno al 20 por ciento y, en algunos casos, incluso mucho más.

Desde hace unos años y cada vez más, una gran parte del programa de la Quincena es compartido con el Festival de Santander. ¿Es este el camino que va a seguir en adelante?

No lo sé bien. Lo que sí sé, y los agentes también lo piensan, es que las giras internacionales se van a reducir muchísimo. Muchas orquestas están reflexionando sobre el disparate económico que es hacer giras por el extranjero, pero también sobre su impacto ecológico, porque una orquesta viajando supone 100 personas cogiendo aviones. El que una orquesta vaya expresamente a una ciudad a dar un solo concierto, como pasaba antes a menudo en la Quincena, cada vez va a ser más raro, se niegan. En los últimos años nosotros hemos intentado seducirlas proponiéndoles que den dos o incluso tres conciertos en la Quincena, y eso lo agradecen.

Pero el hecho de poder compartir esa estrategia con el Festival de Santander nos facilita mucho las cosas. De esta forma, las orquestas y los artistas pueden dar más conciertos en una zona geográfica relativamente cercana, lo que les anima a venir. Y a nosotros, por supuesto, nos beneficia económicamente.

​¿Pero compartir tantos conciertos con Santander no implica que la Quincena pierde independencia sobre lo que quiere programar?

La realidad es que cada vez tenemos menos influencia en la programación de los conciertos grandes. Cuando proponemos a las orquestas actuar con alguno de los coros de Donostia es diferente, ahí se pliegan más. Pero, normalmente, las orquestas que van de gira te ofrecen tres o cuatro opciones de programa y eso es todo lo que puedes elegir.

Este año, además, como viajan con plantillas pequeñas por la pandemia, se decantan por obras muy clásicas. La Orquesta de Luxemburgo, originalmente, iba a venir con obras de Shostakovich y Stravinsky, pero al final han tocado la “Octava” de Dvorak y la “Quinta” de Beethoven. Además, nos guste o no, ahora más que nunca queremos recaudar toda la taquilla que podamos, y este tipo de obras más populares ayudan.